"Para empezar bien la mañana, come churros de los hermanos campana", entona el sanluqueño Francisco Moreno Jiménez, quien hace más de 40 años se fue junto a su hermano Manolo para aprender el arte de los churros en Los Remedios, Sevilla. "He estado siempre en la mar hasta que me operé del estómago y ya no pude volver... Una úlcera me apartó de la mar", cuenta como solo los marineros pueden llamar a las aguas del Mediterráneo.
Fue a los 28 años cuando tuvo que apañárselas para buscarse otro trabajo. "Oportunidades laborales en Sanlúcar... muy pocas", confiesa. Por ello, tuvo que emigrar a la capital andaluza para aprender un nuevo oficio: churrero. Por aquel entonces en Sanlúcar había poquísimos puestos de churrerías. "Creo que solo había uno en la calle La Bolsa y en la plaza de Abastos", recuerda.
Una vez terminado el aprendizaje, Francisco regresó a su tierra en 1979 para emplazarse con un kiosco portátil en la barriada Virgen del Mar. La mar, quien le dio el empujón, la fortuna, para que la pequeña Churrería El Campana se convirtiera en toda una institución en la localidad gaditana. A día de hoy existen más de seis puestos en Sanlúcar, incluyendo la cafetería-churrería que sus hijos Miguel Ángel y Vanesa han abierto hace algo más de un año en plena calle Ancha.
Para ser un buen churrero tienes que hablarle de tú al aceite, tienes que saber el punto del aceite
Su trabajo le ha costado hacerse un sitio en Sanlúcar. Por las mañanas freía churros, por las tardes despachaba patatas fritas. Se iba moviendo de un lado a otro: muchas fiestas en el Cinema, recuerda. "Iba a todas las veladas en el teatro, a la plazoleta San Roque, me ponía en las fiestas patronales...". Y es que además, los Moreno Jiménez son populares en la localidad gaditana por ser una familia (grande, unos 12 hermanos) de marineros. Somos 'El Campana' porque mi padre, cuando era un niño, tocaba las campanas en Bonanza y le decían: Mira por ahí viene 'El Campanita'", sonríe.
"Son los mejores", espeta un cliente que suele disfrutar de los churros de El Campana como mínimo, dos veces al mes. Pero... ¿qué tienen estos churros sanluqueños? "El secreto está en la masa", expresa Francisco, recordando al mítico eslogan de Telepizza. Harina de Jerez, sal y agua, nada más. No tiene más. Pero según cuenta, la clave está en "cogerle el sitio al aceite".
"Para ser un buen churrero tienes que hablarle de tú al aceite, tienes que saber el punto del aceite. También hay que pegarle mucho a la masa, dominarla", destaca el churrero ya jubilado. Su éxito es más que obvio: "Hay gente de fuera que viene expresamente a Sanlúcar a comerse los churros de aquí. Gente que viene buscando El Campana", señala Vanesa. Desde sevillanos hasta chinos, pasando por franceses.
"Están para rabiar. Están para chillar", suelen decir aquellos que se engrasan las manos y se llevan los deliciosos churros de El Campana a la boca. ¿Las temporadas más fuertes? Verano y Semana Santa, responden. "La gente dice que tienen algo especial que no tienen otros. Son churros de los antiguos", incide Vanesa, al tiempo en que indica que "esto es como el jamón; está el jamón normal y el ibérico, pues estos son churros ibéricos".
Esto es como el jamón; está el jamón normal y el ibérico, pues estos son churros ibéricos
Hace seis años que Francisco colgó los palillos de madera de sabina con la que manipulaba las espirales de churros en aceite. "Yo estoy bien, voy a durar más que la playa", expresa con arte. Y sobre el futuro del negocio familiar, apunta que "hay campana para largo, tengo más de 50 sobrinos". Él, que empezó con un carrito, jamás pensó el 'emporio' de churros que hoy ha creado en su tierra. "Para empezar bien la mañana, come churros de los hermanos campana", termina.