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Madrid no empezó por un bocata de calamares

Capítulo IX de 'Constelación gastronómica'

Dos cañas con aceitunas en Madrid. Madrid no empezó por un bocata de calamares
Dos cañas con aceitunas en Madrid. Madrid no empezó por un bocata de calamares
14 de noviembre de 2020 a las 08:31h

La primera vez que probé un kekab (no entraré en dilemas de su real procedencia, aunque yo lo conocí como turco), fue con mi hermano en mi también primera visita a Madrid, que me llevó a un local cutre y enano que estaba en la calle Hortaleza o Fuencarral, a enseñarme una de las cosas moderna de la capital. Tenía 13 años y ganas de sentirme madrileña, así que le hice caso y me pedí uno de esos panes con carne y un poco de guarnición, que además nos comimos mientras íbamos andando por la calle. Aun recuerdo cruzar Gran Vía con la cara llena de salsa de yogur y sentirme levitar.

Nunca en mi vida he vuelto a encontrar un kebab tan bueno como el de ese antro. En Sevilla o Jerez tardaron mucho en llegar, y cuando lo hicieron fue ya más como restaurante de comida rápida moderno, no con el encanto que guardaba aquel madrileño, que en realidad, por su sencillez y honestidad, se parecerá mucho a lo que será un puesto de comida en alguna ciudad de Oriente Medio. La “experiencia kebab” la perseguí durante varios años, y la mejor, tras la de Madrid, sería una que pasó durante el año de Barcelona, en un local situado en la plaza George Orwell (plaza del tripi), en el Barrio Gótico. Entre la ausencia de buenas referencias y que la entrada en la edad adulta ha hecho que mi estómago no se lleve tan bien con este tipo de comidas, he dejado prácticamente de consumirlos.

Pero si algo he rescatado de ellos, ha sido el empleo del yogur como salsa y no solo como postre (a la que añado zumo de limón y aceite para acompañar ensaladas, pollo o lentejas con curry); y la del queso feta, que siendo griego, es el que tenían en multitud de kebabs. Estoy deseando ir a Grecia para comer montañas de este sabrosísimo queso, me gusta casi tanto como el payoyo, que ya es decir.

Cuando pasaron 12 años volví a Madrid, aquella vez para quedarme, y ya probé y amé (durante un día) los bocatas de calamares de la Plaza Mayor. Y para siempre las cañas de sus castizos bares.

Sobre el autor

Valeria Reyes

Valeria Reyes Soto

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