Dicen que por su timbre es como Jesús de la Rosa, pero lo cierto es que le llaman el tigre. "A veces tortuga, gatito... de tigre ha pasado a gatito, pero nadie le llama por su nombre", reconoce entre risas Manoli García en referencia a su pareja, Juan Antonio Gordillo. Gordillo, vocalista de la banda de rock andaluz y de versiones Torre de cera, se quita protagonismo: "Más quisiera ser yo como Jesús (de la Rosa)". Acto seguido, aprovecha la circunstancia para hablar de su proyecto musical. "Voy a poneros el nuevo tema que hemos hecho. Tenéis que escucharlo", dice. El grupo, un clásico en bares, ferias y fiestas de la zona, está a punto de sacar un nuevo disco y este fin de semana tocó en San José del Valle.
Gordillo y Manoli regentan Tierra de Colonos, un bar especializado en desayunos en la ELA jerezana de Torrecera, un pueblo de colonización de la campiña que bebió a partir de los años 50 de familias procedentes del interior de la provincia de Cádiz, de Sevilla, y hasta de Granada. "No teníamos experiencia en hostelería, habíamos cogido casetas de feria, pero poco más", explica el propietario. La pareja, que trabajaba en el estanco de la familia de Manoli, decidió montar un bar para probar en una localidad en la que la oferta de hostelería era mínima. Y acertaron. "No nos podemos quejar, tenemos trabajo y nos va bien. Eso sí, son muchas horas... lo de tener un bar a veces puede ser como montar una cárcel", bromea Gordillo.
Por su parte, Manoli reconoce que ahora descansan un poco más. "Antes era de lunes a lunes. Ahora podemos desconectar los martes, pero lo cierto es que abres para desayunos, te quedas para la cerveza, luego el dominó y ya luego, ¿para qué vas a cerrar?", cuenta mientras prepara uno de sus clásicos molletes, motivo por el cual el bar es conocido en la zona. La fórmula es simple, pero la forma de prepararlo no tanto. El mollete, de un horno local de Torrecera —la panadería Chacón—, tiene su punto de aceite de oliva virgen extra, tomate a rodajas, queso de loncha y una carne mechá de primera calidad de Villamartín. No es el único. Además de una versión distinta, con chicharrones a cambio de carne mechá, ofrecen desayunos de todo tipo, siempre con el toque personal de Tierra de Colonos.
"A la gente le gusta mucho. Todo el pueblo viene aquí por los desayunos", cuenta Manoli, conocedora de que es también un punto de encuentro entre foráneos, como los que habitualmente cruzan la localidad por la ruta ciclista de la campiña jerezana. ¿El secreto? "Mucho empeño y mucho cariño", responde. Eso y algo más, que probablemente sea la clave que lo distinga de otros desayunos: un breve paso por la sartén a la plancha. "Lo hacemos al fuego, ten en cuenta que es butano... por lo que le da al mollete otro gusto", comenta Gordillo.
Las paredes del bar parecen un museo etnográfico. Las fotos han sido cedidas por los vecinos a lo largo de los doce años que lleva el negocio abierto e incluyen a algunos de los parroquianos habituales, así como a las familias de los propietarios. "Mi familia viene de Lebrija, y la suya de El Cuervo y de Puerto Serrano", apunta el propietario en referencia a los orígenes de ambos. En una de las fotografías aparece uno de sus clientes habituales: "Este hombre de aquí tiene 70 años y viene todos los días a desayunar", señala. En otra de las fotografías, aparece la calle Ganaderos, donde se ubica el bar, así como el bisabuelo de Manoli. "Hay de todo, los niños de los primeros colegios, la gente trabajando... y hasta el primer grupo de música que hubo en Torrecera", dice en referencia a Nueva Ola, una banda que hizo sus pinitos en la escena musical regional.
La mañana continúa en el negocio de Manoli y Gordillo. Son las ocho y media y los vecinos empiezan a ocupar las mesas vacías. Ahora sale una de pavo y tomate. Luego, un café con leche. De fondo, se escuchan las guitarras y melodías de Torre de cera. "No nos cansamos, aquí todo queda en familia", comentan desde el otro lado de la barra. Tierra de Colonos, historia viva de un pueblo de colonización que se come con los dedos.