Julián Gómez-Pando, en plena Guerra Civil, se cruzó España, viajando desde su Santander natal hasta Sevilla, para labrarse un futuro cuando apenas tenía 16 años. Empezó trabajando en la tienda de ultramarinos de su tío, Casa Pando, hasta que en la década de los 50 abrió su propio establecimiento, una tienda de alimentación que es el germen de un grupo empresarial que actualmente da trabajo a más de 180 familias. "En 1972, para diversificar el negocio, montó un bar", cuenta su nieto, César Arenas Gómez-Pando, que es el director general del conglomerado que incluye locales de alimentación (La Alacena de San Eloy), restaurantes (Pando), locales mixtos cafetería (Picatoste) y empresas de catering.
El número 9 de la céntrica calle San Eloy de Sevilla fue el lugar elegido por Julián para abrir su primer negocio de hostelería. "En 1972 para diversificar la empresa, mi abuelo montó un bar en la calle San Eloy, porque había mercancía que estaba en buen estado pero no se vendía, como latas de atún que se caían y tenían un bollo, y ya la gente no las quería", relata el director general del grupo. Con esos productos fáciles de preparar, cerveza negra y vino, dio sus primeros pasos.

Una antigua casa le sirvió para asentar un bar con una primera estancia en la que había una barra que daba paso a un patio, que terminó dando nombre al establecimiento. La construcción inicial tenía azulejos, que el propietario quiso conservar como seña de identidad de un lugar con el que quiso atraer al sevillano. "Los azulejos son una cosa muy de Sevilla y muy de Triana", cuenta César, quien señala que su abuelo quiso hacerle ese "guiño" a la ciudad.
Es difícil encontrar a un sevillano que no haya probado las típicas tartas vegetales del Patio San Eloy. Lechuga, tomate, huevo duro, mayonesa, atún, zanahoria y maíz componen una creación que tiene tres décadas y que constituye uno de los platos estrella del local. "Empezamos a hacerlas con pan de molde y a la gente le gustó tanto que se encargó a un panadero que hiciera el pan redondo", relata César. Antes de la llegada de la pandemia, se vendían durante los fines de semana una veintena de tartas cada día. Y unos 2.500 montaditos, otra de las especialidades. También venden mucho jamón —unos 8.000 al año—, chacina ibérica y cerveza, mucha cerveza. Hasta 250.000 litros anuales.

La azulejería es lo primero que llama la atención al entrar en el Patio San Eloy de la calle del mismo nombre, el que cuenta con una mítica grada por la que ha pasado casi toda Sevilla. "Fíjate lo gastado que está el azulejo, ya tiene que pasar gente para gastar un azulejo", dice Arenas, de forma muy gráfica. Lo cierto es que este elemento fue fruto de la casualidad, ya que su abuelo Julián quería construir una entreplanta, pero el Ayuntamiento de entonces no le otorgó los permisos necesarios, por lo que construyó esta grada, bajo la que almacenan productos.
Julián e Ignacio Gómez-Pando, hijos del fundador, son los propietarios del Grupo San Eloy, que cuenta con doce Patios, dos restaurantes, un catering, una cafetería-restaurante y tiendas de alimentación. "Teníamos muchos bares, cada uno con distintas marcas y productos, pero durante los últimos años hemos reestructurado el grupo", explica César Arenas, director general del conglomerado empresarial de la familia Gómez-Pando. "Hemos crecido mucho últimamente", añade, "todo con fondos propios, porque no hay un grupo inversor detrás".

"Cuidamos mucho al cliente sevillano", dice César Arenas, quien cuenta con orgullo que mantienen precios populares aún en los negocios que están rodeados de otros establecimientos que los suben por la afluencia de turistas. "El sevillano sabe que puede venir y no se va a equivocar, la relación calidad-precio es bastante buena", señala. A sus 41 años, César, que es ingeniero, lleva una década en la empresa familiar, después de trabajar en el diseño de plataformas petrolíferas o como consultor de alta dirección en una multinacional. "Cuando llegó la crisis estábamos en una situación compleja y mis tíos me propusieron que dirigiera la empresa", dice. Así hizo y desde entonces no han parado de crecer.
"Para nosotros los Patios y el grupo entero es un sentimiento", dice César, quien asegura que sigue respondiendo comentarios en TripAdvisor de clientes que no se han ido satisfechos de los locales. "Esto te llega tan al alma que te da pena que alguien se vaya mal", agrega. Por eso desistieron de su idea de franquiciar el Patio, porque "entró gente que no defendía la imagen, la marca y el producto como nosotros". Ese mimo y cuidado por el producto es uno de los secretos que les permite servir 17.000 kilos de ensaladilla al año, 250.000 litros de cerveza y 8.000 jamones.