El antiguo Recreo Chico fue un clásico del siglo pasado en Cádiz, donde la parroquia de la esquina de San José con Cervantes iba a tomarse su refresquito y acompañamiento. Tras 20 años cerrado, en 2017, los hermanos Germán y Delia, y María, su mujer, reabrieron el bar respetando el nombre, pero con una vueltesita.
Hacerse con el alquiler del mítico local no fue tarea fácil para estos tres hosteleros. "Los dueños de la finca se resistieron al principio", recuerda María, que explica que decidieron dejarle el nombre por mantener la solera de un bar tan conocido en la ciudad, "aunque con nuevos platos", puntualiza.
La comida que ofrecen en Recreo Chico es tradicional y variada, hecha al momento y con productos de mercado. A bote pronto, parece tarea sencilla, pero lo cierto es que su elaboración es cuidada y exquisita. "Contamos con una cara principal fija y otra carta bastante extensa con platos del día", revela María, que atiende las mesas con simpatía y suma profesionalidad.
Germán, socio y cocinero, es el encargado de comprar en la plaza los productos para elaborar los platos del día, de los que hace poca cantidad para que no sobre. La frescura se intuye con una visual en sus ollas o una pasada olfativa por el local. La esencia de los buenos potajes, la fritura bien traída y el poso de un refrito son señas de identidad en este restaurante, situado en el número 9 de la calle Ancha.
En 2020, la pandemia afectó de lleno al antiguo local, que practicamente era todo barra. "No podíamos utilizarla y éramos seis trabajadores para ocho comensales. Y aunque era inviable, decidimos seguir adelante", cuenta María. Fue entonces cuando llegó la dueña del actual local para proponerles el cambio. "Nosotros no estábamos buscando nada, pero esta mujer era clienta y amiga de la familia de Germán y Delia, y supo ver nuestra actitud y entusiasmo ", explica María.
"Lo pensamos mucho porque era apostar por un proyecto muchísimo más grande, con dos plantas y una terraza grande, y queríamos seguiir con el mismo concepto", comenta María, quien añade que después de asesorarse con diferente profesionales, decidieron embarcarse. El nuevo local abrió el 29 de enero de 2021.
Pronto harán un año en el nuevo local y el balance es positivo, a pesar de las circunstancias pandémicas. "Nuestros clientes y clientas nos han seguido, aunque la verdad que solo hemos cambiado de esquina", reconoce María entre risas. "No nos queríamos cambiar de barrio porque tenemos mucho público de aquí", explica. Y aunque ahora están más visibles por su ubicación en una de las calles más transitadas de la ciudad, el porcentaje más alto de clientela sigue siendo local.
La croqueta es la estrella de este recreo, que ofrece una gran variedad de su especie: de queso payoyo y bacon, gorgonzola y nueces, de rabo de toro y piñones, de puchero para las más clásicas, de costillas al curry, de pulpo a la gallega... Germán es el culpable del éxito de tan suculento y empanado manjar, al que le siguen los arroces del día, siempre diferentes, el pescado frito variado o los guisos tradicionales en su máxima extensión (y expresión).
"De la carta destaca mucho el tartar de gambón con aguacate, tomate rosa de Conil y helado de limón, acompañado de regañás. La carrillada moruna con cous cous o los tacos de codillo a baja temperatura con yuca y boniato", enumera María, que aprovecha para recordar que los meses de menos trabajo por cuestión de tiempo, organizan catas de vino y jornadas especiales: día de la croqueta, de la tortilla, de los tacos...
"Para las catas traemos al dueño de la bodega con cinco vinos y hacemos cuatro platos y un postre que no han estado ni van a estar en carta. Se lanza por redes sociales o avisamos directamente a la clientela, que va a precio cerrado sin saber qué va a comer. Únicamente se sabe la bodega que va a asistir", explica.
En horario de invierno cierran domingo noche y lunes completo. Almuerzos y cenas. Y en verano, cierran domingo entero y lunes por la mañana.