"Ronear es algo muy jerezano. Aquí todo el mundo ronea. Al andaluz en general, y al jerezano especialmente, le gusta mucho ronear. Pavonearse un poquito, chulear, pasarlo bien, echar un rato con los amigos... Es una palabra que democratiza mucho lo que es la sociedad jerezana", dice María José del Ojo, a la que todos conocen como Chely. Con esta carta de presentación introduce la esencia de su bar, recién abierto en la céntrica calle Porvera de Jerez.
"Buscamos que la comida esté muy buena, bien servida, que el servicio sea exquisito", señala la propietaria del bar Roneo, un negocio de hostelería donde "el producto es lo primero". Desde lomo de vaca retinta, hasta carnes argentinas, pasando por vieira y pulpo gallego, carrillada al bombón, pasta fresca... "La carta no es muy grande, porque tenemos muchas cosas fuera de carta", explica la dueña y cocinera del bar Roneo, en el que no faltan vinos de la tierra. "Es una carta muy de aquí", dice.
El bar abrió a finales de marzo. "Estamos desbordados, hemos tenido una acogida fantástica", comenta Chely, quien asegura que es "un espejismo", y que no se van a relajar. "La clave es mantenerse, con buen servicio y calidad", dice muy segura. De hecho, ni una pandemia le ha quitado las ganas de iniciar un proyecto que llevaba años gestando interiormente. "Era el momento de hablar con dueños de locales, porque los alquileres han bajado", señala. Ella pasaba todos los días por la puerta del que ahora es su bar, de camino a su anterior empleo, en Albores.
"Queremos que vengan a ronear con nosotros", dice en el interior de un local que, en tiempo récord, han restaurado. En el local se percibe la impronta del polifacético artista Miguel Ángel Segura —pintor, escultor, cartelista, diseñador...—, encargado de la decoración, y marido de Chely, que alucina con el resultado. El ambiente es cálido en el Bar Roneo, que tiene mesas altas a un lado, y sofás con sillas y mesitas al otro, adaptándose a cada tipo de cliente.
En las paredes, de tonos claros, cuelgan pequeños estantes con todo tipo de objetos, a cada cual más curioso. Botellas antiguas de vinos de Jerez, latas de conservas de marcas extinguidas, botellas, copas y morteros pintados de blanco, o cuadros que parecen escenas de otro planeta, pero que en realidad son chicharrones, jamón y lomo ibérico, vistos muy de cerca. "Es un poco diferente. No vamos dirigidos a ningún estamento social, buscamos que cualquier persona se sienta a gusto", cuenta Chely del Ojo. Aunque la apuesta fuerte, claro está, se encuentra en la cocina, donde se utilizan productos de primera calidad.
La propietaria y cocinera de este nuevo bar es de ronear, pero no de posturear. No es lo mismo. "Creo que el mundo de la hostelería estaba en una nube gastronómica y hemos tenido que bajar al suelo y poner los pies en la tierra con la pandemia", reseña. "Hay que ser un poco más normal. No quiero que suene a crítica, pero había llegado un momento en el que cocinar y salir a comer se había convertido en un concurso de Masterchef".
"Todo comensal es jurado y todo cocinero tiene que ser un chef top. Hay que suavizar eso un poco. Se puede salir a disfrutar de la comida y a pasar un buen rato sin tener que hacer fotos a los platos y estar escribiendo en las redes", agrega Chely, quien valora que este tipo de programas hayan dado su sitio a la gastronomía. "A los cocineros ahora se nos ve, y eso es muy importante", pero huye de convertir el acto de comer, "que es lo más normal del mundo", en "algo tan místico".
Cuando cursaba la carrera en la que se matriculó, Geografía e Historia, Chely empezó a trabajar en bares y restaurantes para costearse los estudios, que nunca llegó a terminar porque la hostelería le terminó "enganchando". Desde entonces acumula 23 años de experiencia en el sector. Del chiringuito Chinini de Chipiona —"un Ferrari de la hostelería"— al Faro Blanco, para recalar luego en Albores. "Siempre tienes la inquietud de montar tu propio negocio, con tu forma de montar los platos...", dice Chely del Ojo, que ve poco la tele para no "asustarse" con las noticias. "Temo a todas las olas, pero espero y sueño con que después de verano se normalice un poco todo... La gente sigue saliendo. Y ronear hay que ronear", señala entre risas.
Chely del Ojo, criada en el centro de Jerez, apuesta por esta zona porque le "tira mucho". "Porvera es una calle tan céntrica, tan bonita, tan chula... Que teníamos que cubrir la falta de la Cepa de Oro. Desde entonces le faltaba un negocio hostelero como el nuestro". "El centro es mi barrio. Me tira mucho y tenía que apostar por el centro".
"Soy de aquí y apuesto por mi barrio, mi zona, mi gente. Hay mucha gente emprendedora, pero en el centro los locales son muy caros", señala, por lo que hace un llamamiento para que cambie esta tendencia. Hasta se imagina una Porvera peatonal. "Sería increíble. Un bulevar impresionante. Yo quiero que lo sea". En plena pandemia y con restricciones que van y vienen, llegó el momento de dar el salto y ponerse al frente de su propio negocio. "Todo da miedo, pero después del año pasado y de las experiencias vividas, dije, ¿por qué no?", relata Chely, que espera que el roneo dure mucho tiempo.
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