No dan desayunos, pero suelen abrir a eso de las nueve y media de la mañana. Huele a masa madre, a mozzarella, a requesón, a tomate frito casero... En definitiva, a la cocina di mamma. Junto a una de las rotondas de la avenida José Manuel Caballero Bonald, tras una pared de cristal, Valeria Cirillo y Alejandro Melón se llenan las manos de harina y levadura. "Aquí no existe la cocina italiana de verdad", expresa él, jerezano de 40 años. "Porque en Jerez la comida italiana es precocinada", añade ella, napolitana de 39.
Desde marzo de 2014 este matrimonio dirige el restaurante italiano Rosticceria, cuya traducción literal significa asador. Empezaron a macerar la idea de emprender un negocio en 2010, cuando la crisis les explotó en la cara. Fueron precavidos y decidieron esperar a que la situación económica "mejorase". "Por aquel entonces los bancos no te daban créditos", apuntan. Así que como sus platos, Rosticceria se cocinó a fuego lento. "Esto no surge de una necesidad, sino que nace de una pasión", aclara Alejadro. "Y por orgullo", remata.
Platos en la Rosticceria en Jerez.
Los dos se conocieron trabajando en un hotel de Fuerteventura. Valeria impartía clases de baile y Alejandro despachaba copas y cocinaba en el restaurante de la cadena. Al poco se casaron y, en la entrada de siglo, escogieron echar raíces en Italia. "Allí empecé de camarero. Es muy difícil entrar en unas cocinas si no eres napolitano", comparte. Desde un primer momento quiso empaparse de la cultura napolitana, porque como él mismo dice: "Toda la cultura napolitana está relacionada a la comida". Poco a poco, fue ganándose la simpatía de sus patrones y finalmente consiguió trabajar de chef en dos restaurantes del Sur de Italia.
Sin embargo, en 2003 el matrimonio tuvo que desplazarse al Norte, a Módena, por cuestiones de trabajo. Allí, mientras Valeria cuidaba de los pequeños de la familia, Alejandro trabajaba en un departamento gastronómico elaborando pasta fresca. Gracias al arte y a la hospitalidad de las abuelas italianas, Alejandro se aprendió el recetario de memoria. Su gusto por la comida casera de la península Itálica aumentaba a medida que sus raíces crecían. "Nápoles es mi segunda casa. Siempre digo que soy jerezano y luego napolitano".
Fue a finales de 2009 cuando esta pareja decidió arrancar de cuajo esos pequeños tallos y establecerse definitivamente en Jerez. "Allí hemos dejado amigos, familia...", lamentan. Pero, desde que abrieran su negocio el pasado 18 de marzo de 2014, tienen un "no sé qué" en el cuerpo que les fortalece y les hace crecerse ante tanta inestabilidad laboral. Ambos confiesan que las 12 horas que trabajan a diario les compensa cuando una clienta regresa para decirles: "Me habéis hecho recordar un plato casero que había olvidado". A pesar de ser un restaurante de comida para llevar, para "gente que va con prisas y quiere comer algo sano y casero", buscan tener un trato diferente con el público. Alejandro, que es un apasionado de la historia y un enamorado de Italia, suele informar a los comensales de los secretos y las peculiaridades de la gastronomía italiana. Explica, por ejemplo, por qué los italianos guardan platos con nombres franceses en su recetario, como el sartú o el gateau. "A la gente le gusta conocer", incide. Y es que en Rosticceria la gente no solo se alimenta, sino que además se enriquecen culturalmente.
Sartú de arroz con mozzarella, guisantes, huevo duro y tomate, de la Rosticceria.
"La calidad nos hace únicos" y "nosotros cocinamos, no abrimos latas", son sus dos lemas. Saben que Jerez alberga un gran número de restaurantes italianos. Pero pocos son los que hacen comida italiana de verdad. ¿Cómo diferenciarnos de los demás?, se preguntaron. La respuesta era obvia: "Ofreciendo una auténtica cocina italiana". "Todo está hecho artesanalmente. Alejandro empieza a cocinar la salsa de tomate la noche antes", señala Valeria. "Y los gnocchis los corta uno a uno con el cuchillo", agrega. "Porque no hacerlo a mano es estafar al cliente", comparte él. Ambos elaboran minuciosamente la pasta fresca que sirven en almuerzos y cenas, dependiendo del día de la semana. Su carta, repleta de platos típicos de la cocina italiana, varía en función de los productos frescos que encuentran en el mercado. "Nada de congelados", destacan. "Aquí nuestra comida es como la mozzarella, 100% natural".
Su plato estrella comenzó siendo la lasaña de carne. "Pero una vez que prueban la pasta, repiten y se atreven a probar los demás productos", indica Valeria sobre cómo ha ido evolucionando la demanda. En un pequeño folleto recogen los platos mínimos que suelen ofrecer detrás de su vitrina: berenjena rellena, calabacín, pizza fritta napoletana (calzone relleno de ricotta, tomate, jamón york, salchichón, salami y mozzarella), parmigiana, tortillón de pasta, brioche, arancini (especie de croqueta rellena de arroz y otros productos), panzerotti (empanadillas)... Todos los días, a excepción del lunes -permanecen cerrados- y del domingo, sirven pasta fresca tradicional. Y como reclamo, los miércoles cocinan risotto italiano, los jueves gnocchis artesanales, y los viernes y sábado, pasta al horno. ¿Y las pizzas? "No toda la cocina italiana son pizzas", ríen. Aunque Nápoles es la cuna de la pizza, ellos prefieren inclinarse por algo diferente, una comida popular de Italia para acercar un trozo del país de la bota al Sur de España.
"Esto es slow food servido como fast food", apunta Alejandro, quien asegura que no usan una olla exprés porque no les interesa. "Ahora queremos hacernos con una olla de baja cocción. Lo que antes hacíamos en cuatro horas, ahora lo haremos en doce". Miman el producto porque, como ellos dicen, "detrás de una lasaña hay mucho cariño".
Rosticceria se encuentra en el edificio Rotonda 2 local 11de la avenida Jose Manuel Caballero Bonald y abre de martes a domingo de 10:00 a 16:00 horas y de 19:30 a 22:00 horas. Miércoles y domingos el restaurante solo abre en horario de mañana. El teléfono para hacer encargos es el 622 59 27 47.
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