Un cante jondo o unas palmas por soleá ambientan una esquina de la Alameda de Hércules de Sevilla a la que el folclore se le sale por los poros. Raro es el día en el que un grupo de amigos no se hace una foto con los azulejos pintados que adornan Lola Por Dios, un nombre que lleva ocho años resonando en la gastronomía sevillana. “Son emblemáticos, la peña se hace fotos”, comenta José Manuel Leirós, mente que en 2013 maquinó este negocio “un poco macarra” con aire desenfadado. Una taberna de los pies a la cabeza que el hostelero madrileño-de familia gallego sevillana- montó inicialmente en la calle Conde de Torrejón.
El regente, al que llaman Jota, había pisado San Sebastián y Madrid, pero se quedó en el sur para lanzarse a esta aventura. “Quería montar mi taberna preferida”, dice mientras repasa la evolución del local. Y así lo hizo junto a Eugenio Carrera, tabernero de Mazagón que se sumó al proyecto. Se instalaron en el antiguo Remesal-taberna del año 58- y dieron vida al primer Lola Por Dios.
Una expresión que resume la esencia de este establecimiento, “echaos pa lante, esa es nuestra actitud”. José Manuel lo define como una taberna “para flamencos, pero no de flamenco” ya que adopta ese nombre en honor a la garra que la Faraona tenía. Fueron ellos los primeros en poner de moda a Lola Flores. “En su momento tampoco era tan querida por todo el mundo, pero ahora la ha sacado Cruzcampo y más gente, nosotros fuimos pioneros en vender camisetas”, recuerda el hostelero.
“Quería montar mi taberna preferida”
A principios de año, un segundo Lola aterrizó en la calle General Polavieja, en un edificio de cuatro plantas y balconcillos con el mismo carácter “divertido y diferente” del primero. El picoteo y los vinos se mudaron al centro mientras que, en verano de este año, el Lola original se cambió a la Alameda. “Es el barrio donde empezamos, se petaba y decidimos cambiar la localización”, comenta el madrileño. La zona donde nació les acogía de nuevo con una terraza en este enclave mítico para los encuentros, las cervezas y las risas. Allí, María, una de las camareras, enseña a lavozdelsur.es su propuesta gastronómica.
Según explica, la pandemia ha tenido algo que ver, “nos ha servido para hacer mejor las cosas y conseguir una mejor localización”. El local, un bar de los años 50, presenta ese toque “un poco canalla” que caracteriza a la firma con vírgenes impregnadas en porcelana o alguna que otra vela. Las vigas vistas brotan en su interior donde se descubrieron antiguos azulejos de mensaque de los años 20 debajo del pladur.
“Tenemos comida siempre tradicional, pero con un giro”
“Es una taberna chiringuito, informal, para pasártelo bien y con buenos precios”, explica el hostelero que apostó por tapas al corte en canapés o papelón. Al principio vendía las chacinas a 50 céntimos-ahora lo hace a 70- y ofrece mojama, queso, jamón, lomo de orza mechado, chicharrón de Cádiz conservas y otras especialidades.
Además, esta vez introduce las tapas y los pinchos calientes más allá de los ibéricos. “Ahora tenemos cocina en el Lola pero antiguamente no la teníamos, producíamos en el restaurante La Chalá y lo traíamos”, sostiene Jota que apunta las estrellas del lugar “siempre tradicionales pero con un giro”.
Un pincho de alcachofa plancheada con chorizo blanco y queso manteca o el huevo del Lola que llevan patatera extremeña y huevo frito. Los huevos a la flamenca con guisantes, tomate, chorizo, jamón y un huevo cuajado encima también están entre los más demandados. Cada semana, el equipo de este establecimiento propone guisos “tipo caldereta”, potaje o cocidos y sirve vinos andaluces “pero todos distintos, nada comerciales” y una gran tirada de cerveza.
Vermuts de hasta cuatro tipos llenan los vasos de los comensales y para terminar llegan los marianitos, un concepto madrileño que alude a los combinados. “A la ginebra le puedes añadir vermut, tónica, es como un cubata”, expresa el hostelero.
En estos últimos años, Jota cogió carrerilla y ha dado rienda suelta a su pasión hasta llegar a regentar cinco establecimientos, y un último que está de camino y se llamará Casa Macareno. Un mismo estilo, pero cada uno a lo suyo. Además de los dos Lola, destacan el restaurante La Chalá en la calle Puerta Real, mientras que la quesería Vuelve Carmina y La Champanería de Feria funcionan en la calle Conde de Torrejón, donde empezó todo. En la Alameda, María prepara las mesas para que todo esté listo y Lola siga bailando.
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