Manolo Pérez, quien lleva regentando el mítico Bar Las Palomas desde hace 20 años, decide traspasar su negocio debido a una incapacidad laboral. Eso sí, con la condición de que su próximo dueño continúe con la tradición y con las famosas recetas del bar: su emblemática ensaladilla con su pegote de mayonesa amarilla que ellos mismos elaboran con leche en vez de huevo, sus gambas en gabardina y sus crujientes merluzas rebozadas, también cubiertas del manjar amarillo que caracteriza a este señero bar casi centenario.A cuatro años cumplir los 100, Manolo se despide del negocio en el que empezó como friegaplatos con tan solo 14 años. Desde entonces lleva vinculado a este local, ubicado en pleno centro de Cádiz, esquina de Buenos Aires con Enrique de las Marinas. Confiesa que lo echará de menos, es por ello que prefiere que Las Palomas se mantenga intacto, tanto que está dispuesto a traspasar también las recetas de sus populares platos, que valen oro.
“Con derecho a receta de sus tradicionales tapas”, advirtió Mila Barberá, la mujer de Manolo al publicar el anuncio en su perfil de Facebook; ya que conseguir el resultado final de su ensaladilla es todo un misterio en Cádiz. "Lo han intentado otras personas y no lo han conseguido. Incluso trabajadores que estaban aquí y se marcharon, pero no consiguieron que les supiera igual. Supongo que tomársela aquí, en Las Palomas, tiene algo que ver”, reconoce Manolo al diario El País.
Ensaladilla del bar Las Palomas. FOTO: MANUEL SÁNCHEZ QUIJANO.Según publica el blog gastronómico Cosas de Comé, la ensaladilla de Las Palomas la inventó en 1954 el cocinero José Román Naranjo, propietario del establecimiento cuando se creó la tapa. La versión primitiva llevaba huevo en vez de leche, cambio que se introdujo en 1998, cuando las autoridades sanitarias impidieron a los bares utilizar huevos frescos para hacer mayonesa.
El comprador no solo se llevará la clientela de Las Palomas, que ya suma tres generaciones, y la receta de sus tapas, sino que además se hará con las riendas de un bar que abrió hace 96 años, es decir, uno de los establecimientos hoteleros más antiguos de la capital gaditana. Decorado de amarillo y con un techo repleto de cerca de 300 bufandas de diferentes equipos de fútbol, el todavía dueño espera que su bar no sufra muchas modificaciones. “Ahora quiero disfrutar del descanso, pero lo voy a echar mucho de menos. Yo lo único que quiero es pasar por aquí delante dentro de 20 años y ver que sigue abierto”, termina Manolo en el periódico nacional.