La nueva edad dorada de los tabancos de Jerez arrancó hace algo más de una década, con el impulso de establecimientos ya señeros en el centro de la ciudad, y por suerte no solo no parece tener fin sino que va a más. Raro es el año que no se incorporan nuevos puntos de referencia en esta ruta de los templos del jerez a granel, haciendo las delicias, especialmente, de los visitantes que llegan a la capital del sherry.
Estas antiguas tascas o tabernas, donde antiguamente solo entraban hombres y, como mucho, se hacía acompañar el vino con altramuces y cacahuetes, donde se prohibía el cante, se han convertido en parada obligada para cualquiera que venga a disfrutar de los encantos de Jerez. Si van a seguir esta ruta, mejor tomarse un par de días, para no acabar demasiado perjudicados.
Camino de los 100 años, el recuperado Tabanco El Pasaje, en calle Santa María y regentado por Antonio Ramírez, es el más antiguo de los tabancos jerezanos que quedan abiertos al público, aunque independientemente de este clásico entre los clásicos hay un enorme ramillete de propuestas en la ciudad que no dejan indiferentes. Aparte de El Pasaje, con su flamenco en vivo y su espectacular amoroso de Bodegas Maestro Sierra —es posible cerrar menús de tapeo con vino para asistir en primera fila a sus shows flamencos en directo—, hay otras referencias que ya son añejas en la ciudad del vino, como el Tabanco Plateros.
Este establecimiento, que debe su marca a su ubicación original en la plaza del mismo nombre, reside ahora entre Algarve y Cañete del Pinar, y ha cumplido una década sirviendo el mejor jerez a granel. Pero no solo eso, sino que Jaime y Luz, sus propietarios, se han empeñado en apostar también por la hora del vermú como reclamo para atraer a una clientela intergeneracional y variopinta que puebla sus mesas altas de fuera o sus barras en el interior.
En esta lista de imprescindibles de los tabancos jerezanos también sobresale Las Banderillas, en calle Caballeros, y muy cercano a este local, el mítico Tabanco San Pablo. En el primero, el bueno de Luis comanda un establecimiento que, siempre con los jereces por delante, constituye una gran alternativa para picotear por el centro de la ciudad —atención especial merece su rabo de toro y su aneto al oloroso—. En el segundo caso, el Tío Manuel fundó en 1934 una de las tascas más antiguas que perdura en el centro de Jerez, donde los hermanos Jesús y Juan Manuel Muñoz, continúan la tradición familiar junto a su sobrino Pablo.
En esta casa, donde hasta se ha rodado alguna escena de El verano que vivimos, salen de sus botas vinos de las bodegas de Real Tesoro, mientras que desde el ventanuco que da a la cocina aparecen tortillones, albondigones y una ensaladilla nada desdeñable. Muy cerca de ambos tabancos está uno de los más nuevos, Tabanco Corredera 7, abierto en 2018 por la jerezana Blanca Gutiérrez y la sanluqueña Rosario Jiménez. Un local que evoca a la feria donde degustar buenos chicharrones y montaditos, y los vinos de bodegas Díez Mérito y Cayetano del Pino.
Siguiendo este recorrido inconexo por la ruta de los tabancos de Jerez, nos vamos a la zona Albarizuela-San Pedro del centro histórico. Allí habrá que hacer parada en dos clásicos y un tabanco más joven pero no por ello menos interesante.
En Bizcocheros acaba de reabrir El Guitarrón, liderado por la catalana amante del jerez Mireia Rot, que no solo ha vuelto con sus tostas y grandes jereces, sino que ya han regresado también las actuaciones en directo y muchas actividades sorprendentes, como noches de monólogos como el de Charlie Geer, el amerizano, un americano que vino a vivir Jerez hace años y que se ha convertido en un fenómeno en internet gracias a su peculiar forma de enseñarnos España y el idioma a los nativos. Disfrutar de un buen palo cortao con esta oferta lúdica y cultural gratuita es posible cada fin de semana en este bello rincón del Jerez más castizo.
Cerca de allí, en la calle Valientes, está La Pandilla, con buenos jereces de Sánchez Romate, buen tapeo y hasta con un rincón que reservan para celebraciones y presentaciones. Rodeado de cartelería de época y una atmósfera única en el mundo, es de visita obligada en este itinerario del buen beber (y buen comer) a la jerezana.
Para redondear esta zona tabanquera del centro nos vamos a Las Garrafas, en la calle Compañía de María. Sebastián Vega, antiguo operario de astilleros, toma el testigo de su padre, que levantó el establecimiento con sus propias manos en un casco bodeguero familiar donde se ubicó hasta un taller de bicicletas. "Me vine de Alemania, trabajaba en una plataforma en el Mar Báltico”, contaba recientemente el dueño de este establecimiento a lavozdelsur.es.
Damajuanas, herramientas y fotografías de la época decoran un casco de bodega reconvertido en tabanco que merece la pena visitar, por sus vinos –como el fino Pavón de El Puerto—, por sus tapas caseras y también por sus actividades culturales que se programa periódicamente.
En el otro extremo del centro, junto al Alcázar, se encuentra el tabanco Casa Cristo, mientras que entrando en San Miguel, en calle Barja, está el Tabanco Cruz Vieja. Este último, en pleno corazón de uno de los dos barrios más castizos de Jerez —junto a Santiago—, está enclavado este despacho de vinos y guisos tradicionales que, además, se ha consolidado con una importante oferta cultural en la ciudad.
En el caso de Casa Cristo, es regentado desde hace 25 años por Cristóbal Cordero y se trata de un tabanco —donde además hay cerveza Alhambra— con alma motera, como la de su propietario. Aquí no solo se reúnen los fines de semana miembros de clubes moteros como los Cherokee, sino que el padre de Cristo, químico enólogo y ex trabajador en una bodega, fue el que impulsó este reformado local que en su día fue un pequeño taller de motos.
Después de estos diez imprescindibles de la ruta de tabancos de Jerez, no podíamos olvidar que hasta hace muy poco el barrio de San Miguel acogía otro de estos despachos de vinos que recomendaríamos a cualquiera que pasara unos días en la ciudad y pidiera consejo: el tabanco Mariñíguez, en la calle del mismo nombre.
Con sus botas de vino de Jerez y su acogedor patio interior, Ana Hidalgo y Domingo Ramírez echaron el cierre por la pandemia —el local era demasiado pequeño para cumplir las medidas sanitarias que se impusieron— y, dos años después, anunciaban que, con la llegada de la edad de jubilación, ambos ponían punto y final a una aventura que dio muchas satisfacciones personales, a sus dueños y a los clientes que disfrutamos con los guisos y las croquetas de Ana. Todavía algunos se preguntan cuándo volverán al Tabanco Mariñíguez, pero desgraciadamente, ese ya ha pasado a integrar la nómina de tabancos jerezanos que se perdieron con el tiempo.
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