Una palabra se viene a la mente al pasar por delante del chiringuito más antiguo de la playa de las Tres Piedras. Exótico. Una choza transformada en restaurante que esconde una terraza donde las mesas se sustentan con troncos de árboles y las sombrillas son de paja. Merece la pena hacer esa famosa maniobra en la carretera A-491 para atravesar el camino que lleva a este rincón especial de Chipiona.
En él se divisa Ajedrez, un beach club que el 19 de julio cumplirá 40 años de atardeceres, cócteles y sushi frente al mar. Fue en 1982 cuando echó a andar en un enclave virgen, despojado de toda actividad humana convirtiéndose en el primero en dar a conocer esta zona. “El acceso es un poco complicado pero cuando llegas aquí y ves esta maravilla te sorprendes”, dice Néstor Daniel Cano Salcedo, venezolano de 39 años, que se incorporó al equipo hace siete.
Sentado bajo una lámpara de caracola que por la noche se ilumina, recuerda la historia que alguna vez el alma máter de este chiringuito le contó. José Luis Gil Passolas, aragonés, se enamoró de esta playa tras ser trasladado al sur para abrir una oficina bancaria.
Decidió montar un lugar singular para disfrutar con sus allegados, pero con el tiempo, “fue cogiendo cuerpo y se convirtió en un pequeño restaurante”. Según Néstor, “fue una sorpresa que se haya convertido en lo que es, porque él lo hizo como algo particular, al principio solo venían sus amigos”.
"El boca a boca hizo mucho"
Pronto, su recoveco llamó la atención y se abrió al mundo. “Fue el boca a boca, estamos hablando de una época en la que Chipiona era muchísimo menos de lo que es ahora”, comenta el encargado que dio sus primeros pasos en la hostelería en este local.
El proyecto empezó a tener vida propia y José Luis le bautizó como Ajedrez, “por una encrucijada que tuvo, tuvo que tomar una decisión en su vida y para él fue como una jugada que hizo”.
Al restaurante incorporó comida asiática, una gran desconocida por entonces, que el aragonés descubrió en un viaje a Oriente. Apostó por el arroz y los tallarines cuando todavía no estaban tan expandidos como en la actualidad y se consolidó como uno de los pioneros de la zona en ofrecer estos platos. “Le gustó muchísimo esta comida y dijo, por qué no intentarlo aquí”, dice.
Desde entonces, la carta cuenta con una fusión mediterránea y asiática que el chef barcelonés Paco Guzmán-criado profesionalmente en La Rioja- prepara con ahínco. Se sumó hace poco al equipo, pero el sabor oriental siempre le ha acompañado en los fogones. Estuvo viviendo en Japón unos años y ha viajado a países como Indonesia donde se ha empapado de sus recetas.
El jefe de cocina —antiguo regente de El Remedio en Rota— filetea el atún mientras Néstor repasa los platos que llevan años llevando a las mesas de cristal. “Tenemos un plato llamado Spicy beef que lleva solomillo de ternera al wok con verduras salteadas y bol de arroz para suavizar el pique del plato. Siempre recomiendo pedir el pique mínimo cuando es la primera vez que lo prueban”, detalla.
A la variedad de sushi, nigiri, pad thai, arroz frito o sashimi se suma “el pescadito a la sal”, lubina, dorada, corvina, rodaballo y otras especies. Unos clientes están a punto de probar los summer rolls, un clásico de Ajedrez, formado por rollitos frescos de verdura con salsa agridulce. “El chef siempre recomienda comerlo con las manos, untarlo en la salsa y directo a la boca”, explica Néstor mientras Paco termina de emplatar sashimi de atún con salicornia de los esteros.
En este chiringuito, que cuenta con elementos decorativos traídos de Asia, — “toda la decoración es producto de la imaginación de José Luis”— , también se apuesta por ofrecer tranquilidad, es decir, “que todo el que venga se sienta cómodo y se relaje”.
Un hilo musical de fondo se funde con el rugido de las olas. Un paisaje que se puede contemplar desde la zona chill out, en la planta de arriba. Frente al balcón, el argentino nacido en Buenos Aires Nicolás Fernández mezcla vodka, sirope de sandía y Seven up. “Este cóctel se llama Don Pepe en honor a un señor que venía mucho acá y le gustaba mucho”, dice echando el líquido en el vaso.
El bartender llegó a Ajedrez hace tres años, después de haber preparado mojitos o Caipiriñas en Cataluña e Islas Canarias. Acabó en España “porque decidí empezar a viajar y a recorrer mundo”. Ahora le da vida a la barra, que se llena de personas antes de la puesta de sol para ver el espectáculo. Otras, prefieren tomárselos después de cenar.
“Hago cócteles refrescantes, frutales, con colores, sabores. Desde los clásicos hasta los que voy creando según el gustos de los clientes”, explica Nicolás. Jaque mate desde el tablero un año más.
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