Pillamos a Jaime a las once de la mañana algo atareado. Hace una semana fue Vinoble y el bodeguero hace balance. "Ha habido más presencia nacional, aunque también hubo extranjera, tanto en los vinos como en la gente. Siempre es bueno refrescar la imagen del jerez", comenta ya en el interior de esta singular bodega de la calle Barja, en pleno barrio de San Miguel.
Este año se cumplen cincuenta desde que su padre, el doctor Faustino González Aparicio, compró unas soleras del señor de Paúl, ubicadas en el recreo homónimo y que antes estuvieron en el Alcázar de Jerez. "Paúl era una señor francés que se casó con una Núñez de Villavicencio, la familia de los señores del Alcázar. En las dotes de boda aportaron las soleras que estuvieron allí", explica. Estas soleras, de tres botas, son el alma de Bodegas Faustino González. Su origen data ni más ni menos que de 1789, el año de la Revolución Francesa.
"Esto era un establo. Mi padre quiso darle alguna utilidad y todo el mundo le decía que lo que tenía que hacer era encerrar vino, como se decía antiguamente", comenta señalando los ganchos donde se amarraban los caballos. El casco, propiedad de su madre, Carmen García-Mer, fue el lugar elegido para traer unas 220 botas de fino, oloroso, amontillado y pedro ximénez. Algunos meses más tarde, compraron siete hectáreas de viñedo en un pago histórico del Marco. "Somos los únicos que seguimos en Montealegre Alto, es una viña casi urbana", indica.
La bodega, que se mantuvo durante décadas como almacenista dada la limitación del Consejo Regulador de embotellar a propietarios con menos de 2.500 botas, no sacó su propia marca de Jerez hasta hace ocho años. La única excepción fue en 1996, cuando pidieron un permiso especial para hacer un "corto" embotellado a colación de las Bodas de Oro de Faustino y Carmen. Aquella saca de oloroso viejo se hizo de una de las botas de la solera fundacional, con más de 200 años de historia. Un remake de aquella saca tuvo lugar hace cuatro años, con unidades limitadas y la catalogación de VORS.
“Todos nuestros vinos son en rama. Al ser una bodega pequeña también nos permitimos el gran lujo de hacer la vendimia manual”, explica Jaime mientras enseña a lavozdelsur.es la gama de Cruz Vieja, el nombre que eligió para sus jereces en memoria del señero lugar de la ciudad donde la bodega se encuentra. Sus vinos evidencian la recuperación del jerez artesanal, sin filtrar, con vendimia manual y con la utilización de productos y procesos naturales. “Estamos pendientes de la certificación ecológica de la viña, pero la viticultura que practicamos es totalmente artesanal”, añade el bodeguero. Ahora cuenta con unas 500 botas, algo más del doble de lo que su padre compró en origen hace medio siglo.
Jaime tomó el testigo de su padre hace ya bastantes años, si bien no pudo completar su sueño hasta que el Consejo Regulador permitió a las pequeñas bodegas sacar también sus vinos. “Me impliqué más a partir de los años 90, en una época muy difícil para los vinos de Jerez. Cuando mi padre compró las soleras, ya se hablaba de la gran crisis del jerez pero él, que era médico, lo tenía como hobby y no vivía de esto, no lo sufrió. Tal vez por eso sobrevivió, a diferencia de muchas otras bodegas como esta que desaparecieron”, lamenta.
Ahora Bodegas Faustino González vive un momento dulce. Pese a que la pandemia frenó el crecimiento de casi el 15% anual que tenían, las cosas vuelven a enderezarse en este año de la recuperación. Consciente de que en el Marco tienen que haber tanto grandes como pequeñas bodegas, “algunas más industrializadas y otras más artesanales”, cree que un sector del mercado demanda cada vez más un vino “tratado de otra forma”. De igual forma, sostiene que el jerez está ganando adeptos, después de años de progresivo olvido.
“Es un vino que la gente está redescubriendo incluso en los mercados más tradicionales como Inglaterra, donde ahora toman más jerez seco que dulce. Gracias a la gastronomía española, también está ganando adeptos en la mesa. Ahora el jerez acompaña las comidas, ya no es solo un aperitivo”, insiste. El horizonte de la hostelería y la acogida del jerez en grandes restaurantes y cocineros del mundo es una prueba tangible de ello.
Con motivo de su cincuenta aniversario, las bodegas Faustino González planean una agenda de actividad y han sacado al mercado un formato de magnum —botella de litro y medio— con una edición limitada de la primera bota que se colocó en la bodega en 1972. Esta inusual botella para los vinos de Jerez viene a ser una apuesta que valoran tener en su catálogo de cara a la hostelería, un sector clave para los vinos Cruz Vieja, ya presentes en mercados internacionales como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia o Japón, en vinotecas y en establecimientos gourmet. Sobre el futuro, Jaime se muestra esperanzado. Sin hijos, pero con 33 sobrinos, reconoce que alguno tomará el testigo. Mientras tanto, toca brindar con el fruto de su centenaria solera.