No necesita presentaciones, pero una visita nunca está de más. Ya es un icono de los veranos de San Fernando, aunque también de sus inviernos. No existe persona que haya podido visitar La Isla sin dejarse caer por este rincón de la Casería. La Cantina del Titi, popularmente conocido como 'El Bartolo' ya es un icono que resiste a pesar del derribo reciente de las casetas de pescadores que lo rodeaban y daban colorido a la zona.
Comer o cenar aquí no es como en cualquier otro lugar. Ya no porque a un lado esté Cádiz y al otro Puerto Real. Tampoco por las barquitas que completan el entorno. Aquí se come con los pies, literalmente, en remojo. Y aunque ahora es uno de los restaurantes más famosos de la provincia de Cádiz, no siempre fue así.
Para los inicios de este lugar hay que remontarse al año 1934. Fue entonces cuando Antonia Muñoz puso en marcha un bar en el que únicamente se podía tomar algo. Ni rastro de comida. Antonia también era la dueña de las casetas recientemente derribadas y las alquilaba a pescadores y bañista.
Sin embargo, no fue hasta la siguiente generación cuando todo lo que conocemos actualmente cobra algo de sentido. Con Antonia comenzaron a trabajar su hermana Mercedes y su marido, apodado como 'El Titi'. Un nombre que se añadió al que ya existía: La Cantina. Todo ello perdura hasta nuestros días.
Uno de los hijos de este matrimonio es el popular Bartolo, que no dudó en hacerse cargo de un negocio que ya iba haciéndose un nombre en La Isla. Ahora, tras su jubilación, es más complicado encontrar por allí a Bartolo. Sin embargo, su sobrina Macarena Muñoz y su sobrino Reinaldo han tomado las riendas de un lugar que, aunque ha estado amenazado, no ve cerca su final. Casi 90 años después mantiene la esencia de su enclave, aunque se ha modernizado con actuaciones algunos días de la semana para amenizar más aún si cabe la velada.
"Esto dura tanto porque tiene la esencia", señala Macarena a lavozdelsur.es. En El Bartolo aún viven con el recuerdo del derrumbe de las casetas de pescadores. "Quieren tirar también esto, aunque tenemos una concesión que nos ayuda un poco más", comenta sobre el conflicto que se vivió en La Casería hace un año.
El lugar se ha convertido prácticamente en un museo natural. "La gente de la Isla viene, pero lo hacen más para traer a familiares de afuera", explica Macarena. El tema de las casetas ha traspasado fronteras, "no hay un turista que venga que no pregunte por las casetas", cuenta la actual responsable. Macarena señala que el colorido que ofrecían suponía un encanto adicional.
De momento, la concesión de la que disfruta este lugar ha conseguido frenar la decisión tomada por la Dirección General de la Costa. "Tienen que esperar que la concesión se nos acabe", explica Macarena. Aún no hay nada judicializado y el futuro parece incierto.
Si alguien todavía no sabe por qué El Bartolo es tan característico, la respuesta es sencilla. "El espectáculo aquí es cuando sube la marea y la gente come con los pies en el agua". Un hecho que, lógicamente, atrae a los visitantes. Sin ir más lejos, una pareja de Sevilla se negó a comer en la zona seca. "Yo vengo de Sevilla para ponerme los pies en el agua", respondieron.
Sin embargo, hay ocasiones en las que la marea está vacía y no se puede hacer nada. "La gente se decepciona porque no lo entienden. Muchas veces me dicen que quieren reservar pero que tengo que controlar que tengan los pies en el agua". Algo que obliga al personal del lugar a mirar los coeficientes de las mareas. Macarena, por si acaso, da un consejo, "la marea llena es muy bonita pero la marea vacía es más bonita todavía".
El mar no es inocente y la cercanía tiene sus consecuencias. La subida del nivel dejó en una ocasión sin neveras al restaurante. Este es el motivo que explica que actualmente se encuentren situadas a unos centímetros del suelo. El restaurante sobrevive sin instalación eléctrica y con un generador. "El congelador nos sirve a nosotros de frigorífico", comenta la actual responsable sobre un negocio que vive en el día a día con el choco sucio como plato estrella. Un término que hay mucha gente que no termina de entender.
"Esto es un lugar mágico. Si tienes pena vienes aquí y se te quita. Estás a gusto, conoces gente de fuera, estamos entre familia", dice Macarena mientras se señala un tatuaje que se hizo en forma de homenaje en el que se puede leer 'más que un lugar, un sentimiento'.
La gente que va, repite y hasta pide ya celebraciones. La pregunta ahora es saber cuánto va a durar El Bartolo después de la decisión de la Jefatura de la Demarcación de Costas. La respuesta no puede ser más certera. "Esto no nos lo quita nadie. Si vienen a tirarlo nos pondremos delante", afirma Macarena después de haber recibido mucho apoyo por parte de los vecinos y visitantes.
Una de estas visitas ya se ha convertido en una norma. Una pareja de Bilbao lleva repitiendo cada verano en El Bartolo desde hace 32 años. "Ya son como familia nuestra. 32 años sin faltar uno", dice esta isleña. Nadie sabe qué pasará, pero Macarena imagina que dentro de una década El Bartolo seguirá siendo el mismo lugar que es actualmente.