El salitre es una mezcla de nitrato de potasio y nitrato de sodio. Eso que se queda en la piel nada más darse un chapuzón en el mar. Esta sustancia salina que da un efecto de rizo salvaje al pelo es el nombre de un chiringuito ubicado en la playa de Las Tres Piedras, en Chipiona, donde relajarse con vistas a la Bahía.
“Nosotros aquí decimos salistre y pensábamos que la gente iba a llamarlo así, pero parece que lo están diciendo bien”, ríe Carmen Guzmán, chipionera de 34 años que se instaló en este enclave de ensueño —un tanto escondido— hace ya 12 años.
Todo comenzó en 2011, cuando decidió montar junto a su expareja una escuela de surf —deporte del que él es amante. Con el tiempo, su hermano Tano Guzmán, de 42 años, concejal de Cultura y de Medio ambiente en el Ayuntamiento de Chipiona, se sumó a la aventura y crearon un pequeño quiosco junto a las tablas. Sin embargo, el amor se acabó y optaron por repartir los negocios. La escuela se la quedó él y el establecimiento hostelero, estos hermanos que, por primera vez, se lanzaban al emprendimiento.

“Habíamos trabajado en pizzerías, bares, cafeterías, pero nunca habíamos tenido algo propio”, dice la chipionera sentada bajo una sombrilla. El chiringuito echó a andar cuando todavía esta zona del litoral estaba prácticamente desértica y solo unos pocos se atrevían a desplazarse hasta allí.
“Cuando empezamos no había tanta demanda, era un sitio más desconocido, pero hace unos cuatro años ha habido un boom en esta playa, es muy tranquila y no tiene la aglomeración de la playa de Regla”, cuenta.
"En Chipiona decimos 'salistre"
Salitre no es un chiringuito al uso. Ni está a pie de playa, ni está pensado solo para saciar el apetito. La zona de césped cuenta con hamacas y sombrillas en las que muchas familias disfrutan de un día de playa entero. “Echas aquí todo el día, la gente baja, se baña, vuelve a subir, se toma una copa, vuelve a bajar, come”, explica Carmen que considera al local una buena opción para acoplarse los días en los que sube mucho la marea y apenas hay hueco en la orilla.


Otro de sus atractivos son los chill out que los hermanos incorporaron el año pasado. A principios de la temporada estival han decidido colocar dos más debido a la alta demanda de este espacio con sombra ideal para grupos de amigos y familias.
“Están todos reservados para lo que queda de verano, cada familia viene a uno año tras año”, comenta la chipionera que el resto del año es intérprete de lengua de signos en Asturias.
Cuando llega el verano, cambia los mítines, eventos y servicio en juicios que presta a la comunidad sorda por los platos. Ella ya se sabe de memoria qué familia estará en cada chill out según el día de la semana. “El de Carmen de los miércoles, ese es el de Genaro y aquel el de Belén”, añade valorando la clientela fiel que les acompaña en su proyecto hostelero.


Un ambiente familiar y veraniego donde “la gente está muy a gusto”, no solo por el paraje natural sino también por la comida que tienen en la mesa. Hamburguesas, sándwiches, pescado a la plancha o arroz con verduras y pollo conforman los platos que una plantilla de unos 14 camareros llevan con soltura a sus comensales.
"Siempre vienen las mismas familias"
De un lado a otro intentan satisfacer a aquellos que eligen sentarse bajo sus sombrillas. “En fin de semana vienen refuerzos, cuando se llena, todas las manos son pocas”, comenta Carmen, que está encantada con el “servicio rápido” que ofrece el equipo. Aunque esté a rebosar, los nuggets y las ensaladas de pasta llegan a tiempo a la boca de los clientes.
Los pedidos se elaboran en el interior de un container de 12 metros —”en este terreno todo tiene que ser desmontable”— donde una cocinera marroquí prepara tajín de ternera con ciruela y semillas de sésamo o cous cous.



“Sale bastante. También tenemos guisos del día, intentamos tener cosas de Chipiona como berza o cocido”, cuentan los hermanos mientras sacan un plato de choco a la plancha con pimientos asados y otro de pollo al curry.
Una gran variedad de gastronomía andaluza con opciones de Marruecos y tacos con nachos para picar que atraen tanto a niños como a adultos.
Los hermanos Guzmán compaginan sus profesiones con sacar a flote este chiringuito que va transformándose “sobre la marcha, según las necesidades” y que se adapta a las consecuencias de una inflación. “No queremos subir los precios, pero no podemos hacer otra cosa”, suspira Carmen que mira a los meses de verano con optimismo.