Medio siglo de La Mazaroca, el templo gastronómico del 'Secreto del Rey al Leonor' en la Campiña sevillana

Esta bodega, ubicada en Arahal, es referencia por su gastronomía, el trato de sus propietarios y la fisonomía de un lugar convertido en museo etnográfico. En junio de 2021, la visita de Felipe VI dio origen a la tapa

El interior de la Bodega La Mazaroca, en Arahal.

Cuando se entra en la Bodega La Mazaroca en Arahal es cuestión de suerte encontrar a algún comensal de la localidad. Desde hace unos años, el que se considera ‘templo del comer’, se ha convertido en espacio gastronómico de referencia para visitantes, no sólo de la provincia de Sevilla, sino de toda España. Y, a menudo, las camareras tienen que lidiar con otros idiomas porque la fama de este establecimiento, muy cercano a la base de Morón de la Frontera, es tal que grupos de trabajo, de amigos y familias enteras lo eligen para comprobar cuál es la razón de que se haya convertido en recomendación indispensable para quienes buscan platos elaborados partiendo de la excelencia, en un sitio singular cuyas paredes son un auténtico museo etnográfico.

Es cierto que desde el 13 de junio de 2021, día en el que Felipe VI se presentó por sorpresa para cenar en la Bodega La Mazaroca, el establecimiento ha acrecentado la fama que ya tenía. Pero también es cierto que este lugar, que acaba de cumplir medio siglo, está regentado por los tres hijos de Manuel Blanca, Demetrio (48 años), Jorge (45 años) y Silverio (40 años), herederos de un legado al que le han aportado visos de actualidad pero sin abandonar lo mejor del lugar: el trato a la clientela.

La Bodega La Mazaroca tiene una carta difícil de superar, en la que se incluyen platos elaborados con materia prima de primera calidad. Incluso, después de la visita de Felipe VI, el establecimiento introdujo entre sus recomendaciones la receta que prepararon para el monarca, ‘Secreto del Rey al Leonor’, elaborado con una pieza de secreto ibérico al palo cortao (el vino de González Byass llamado Leonor) sobre verduras glaseadas. Al final, esta delicatessen se ha convertido en uno de los platos más pedidos de la carta.

Pero la bodega es mucho más. Sobre todo porque tiene una historia detrás de esfuerzo y constancia protagonizada por la idiosincrasia de la familia Blanca. Manuel Blanca era repartidor de pan por la mañana y, por la tarde, echaba una mano en la barbería a su padre, el Maestro Blanca, aficionado al flamenco que atrajo a su establecimiento a grandes figuras de este arte. Allí, en la calle Morón, entre aceites para el pelo, jabón de afeitar y colonias masculinas, se arrancaban de vez en cuando por fandangos, bulerías o seguiriyas. El cantaor Pepe Marchena era uno de los habituales que se acercaba a ver al Maestro para compartir tertulia y unos cantes. 

El origen de un nombre

Manuel empezó en la Bodega La Mazaroca como camarero, el primer propietario del lugar fue Juan Rubio Moreno, un utrerano que tenía otro bar abierto en su pueblo aunque a su vez repartía por la comarca cerveza Mahou y Manzanilla al Hueso. El establecimiento se llamaba entonces precisamente Manzanilla al Hueso. Pero acabó cerrando y, por avatares de la vida, después de que Manolo pasara un tiempo en Mallorca trabajando, volvió a este bar y se hizo cargo de él a medias con otro empresario. 

Finalmente, sólo quedó él y su manera de atenderlo. Manuel Blanca cuenta cuál es el origen del nombre: "Al principio había en la calle varios bares, todos alrededor y fueron cerrando. Tenía una vecina, Ascensión, que empezó a decir 'esto es una mazaroca'. Así llamaban al parásito del haba que se come todo lo que tiene alrededor". Aunque con ciertas connotaciones negativas que no iban con el carácter del dueño, un buen vecino que cayó como agua bendita en la calle, este fue el origen del nombre de la bodega que hoy es referencia gastronómica y ha puesto en el mapa, en más de una ocasión, a este pueblo de la Campiña sevillana. 

Arroz negro con rosada y bruma de tomillo, de La Mazaroca, en Arahal.  MAURI BUHIGAS

Desde 1973 el hijo del ‘Maestro Blanca’ está al frente del establecimiento que acaba de cumplir medio siglo. Y a partir de aquí comienza a forjarse la leyenda de un lugar especial. La base fue el trato que recibía la clientela, era una tasca donde sólo iban hombres y en la que se servía vino y altramuces. "Empecé poniendo también avellanas, pero cogían el puñado y se las echaban en el bolsillo, no se la comían en el bar, así que las dejé solo para cuando venían niños".

Hay tantas historias que contar de La Mazaroca que podrían escribir un libro y lo mejor es que la mayoría están protagonizadas por vecinos del pueblo. Los aperos, pinturas, carteles, y resto de objetos que tienen colgados en las paredes son regalos de la clientela. Cuadros con fotos dedicadas de todos los grandes artistas del flamenco que han pasado por el lugar porque en su día también fue sede de los inicios de la peña flamenca local. Y porque han heredado la afición a este arte del abuelo. 

Los propietarios de La Mazaroca.   MAURI BUHIGAS

Hay incluso un cuadro que recuerda el paso por el pueblo de unos ingenieros de la NASA que llegaron a la base aérea de Morón de la Frontera (ubicada íntegramente en Arahal) para montar unos sistemas de emergencia y hacer unas pruebas de aterrizaje de los transbordadores que lanzan al espacio.  "Llegaron vestidos de pilotos incluso con los cascos", apunta Demetrio que, sin salir del restaurante sabe que cada día es una aventura.

Herencia y patrimonio

También hay fotos antiguas que resumen la historia de Arahal a lo largo del siglo XX, donde aparecen personajes singulares que formaron parte de la sociedad local. En ellas se puede ver la evolución del pueblo, calles de tierra, edificios y oficios ya desaparecidos. Pararse a mirar las fotos colgadas puede llevar varios días y parece que no hay espacio para más cuando llegas y te encuentras con un nuevo cuadro. Sin duda, en lugar destacado están las fotos que se hizo el equipo entero de La Mazaroca con el Rey de España. Un día que tuvieron el honor de disfrutar gracias a quienes saben que en este templo el respeto es bandera y comer se convierte en una locura de la mano del cocinero Jorge Blanca, el segundo de los hijos del fundador.

Dicen quienes han probado los platos de La Mazaroca que entran por los ojos, siguen por la nariz y acaban siendo el colmo del paladar. Y también dicen que si Jorge estuviera en la cocina de un gran restaurante de Madrid, hubiera ya obtenido los principales premios de la gastronomía española. No le hace falta para nada, en este espacio es donde ha aprendido, junto a su madre que se metió en la cocina los primeros meses a enseñarle lo fundamental, algo que él ha mejorado a base de estudios y pruebas y ha superado con creces. Por eso, hasta aquí llegan aquellos buscando lo que en la capital de España y en otras ciudades no encuentran, porque La Mazaroca es herencia, patrimonio, experiencias y vida. 

Algunos platos de la Bodega La Mazaroca.  MAURI BUHIGAS

Medio siglo da también para contar anécdotas por cientos. Pocos saben que la bodega fue de los primeros establecimientos de este tipo en los que entraron las mujeres cuando España vivía una dificultosa transición.  "Las primeras venían en grupo con la excusa de buscar un cambio de dinero que mi padre le tenía preparado y se tomaban una copa de vino. Él estaba pendiente y no dejaba que ningún hombre les dijera nada y que ni siquiera las mirara. Si cogía a alguno mirando, se acercaba a él y le decía: "Has venido a tomarte una copa de vino, lo único que tienes que mirar es la copa", cuenta Silverio, el más pequeño de los tres hijos de Manuel Blanca, que se ocupa de organizar los pedidos fuera de la barra, la web y las reservas.

Y con su carácter guasón, el fundador explica que también tenían una ventanilla que daba a la calle por la que vendía vino para el guiso a muchas mujeres. "Una vez hice un ligaillo con vino más dulce, al día siguiente la mujer que se lo llevó me pidió más diciendo que estaba muy bueno pero era para el guiso", y se ríe socarronamente. Manuel Blanca está jubilado, aunque si le preguntas la edad, dice que se quedó en los 69, no ha vuelto a contar los años. Porque en La Mazaroca se cuentan las experiencias y las vivencias. Como señalan en su web, es un lugar que se vive o "la quintaesencia del alma del Sur".

Historia colgada en las paredes

En este templo, en el que uno se siente como en casa, han inaugurado un tractor, metiéndolo hasta la misma barra; cada semana llegan cantaores o actores famosos después de actuar en el teatro municipal porque han oído hablar del lugar. Y a penas te paras a escuchar, sientes como las paredes hablan y cuentan la historia de una novillada que se celebró hace más de 40 años, el salto que dio un aficionado al motocross en una competición, la foto del que fuera campeón del mundo de cóctel, Manuel Martin, que es de Arahal, una foto del emblemático local grupo Los Tajaras que tocaban de feria en feria hace más de 40 años. Todo tiene una anécdota detrás que te puede contar todavía algunos de sus protagonistas, clientes diarios de la bodega. 

El encanto del interior del establecimiento.  MAURI BUHIGAS

Como dicen ellos, "abrimos las puertas de La Mazaroca cada día como quien abre un libro en blanco, nosotros aportamos una buena cerveza, un buen vino y algo de comer elaborado con cariño, pero el relato de este sitio lo escriben sus clientes, esas personas anónimas que un día entraron por primera vez y se hicieron incondicionales…".

Y estas personas cada vez llegan de lugares más lejanos. Demetrio Blanca gestiona la barra y dice que desde hace un tiempo ya no conoce a la mayoría de los clientes que llegan a la bodega.  "Un día cualquiera puedes encontrarte aquí gente que viene de Dos Hermanas o de Orlando (EE.UU.), Osuna o Puente Genil" y, en este ir y venir, cuenta que "un día paró en la puerta un chaval con una moto y entró, resultó ser el batería de Los Sirex", un grupo español de rock surgido en Barcelona en 1959, uno de los temas más conocido que tocaron fue Si yo tuviera una escoba.

La Mazaroca es pasado y es presente. El futuro lo han hecho posible Demetrio, Jorge y Silverio que desde muy pequeños han ayudado a Manuel en este negocio convertido en patrimonio de un pueblo. Del que están muy orgullosos sus vecinos, aunque lo hayan tenido que compartir con el resto del mundo.