La historia gastronómica de Pablo Núñez es la de un regreso. Nacido en Barbate, pasó a vivir de chiquillo a Conil y allí abrillantó su trayectoria profesional. La inició con Paralelo 38, en 2014, y la amplió con El Papelón, más adelante.
Su marca más conocida es La Barra del Rosario, abierta en 2018,. Este local confirmó su capacidad para ganarse el aprecio del público. Tanto que acumula una clientela fiel y luce en los estantes ocho premios de rutas conileñas de tapas, entre las más seguidas y valoradas de la provincia.
La pasada Semana Santa, este hostelero decidió "volver" a su pueblo natal sin romper los lazos con el municipio costero hermano. Ahora tiene un pie, una mano y medio corazón en cada localidad. El debú barbateño ya estuvo respaldado por otro galardón, la mejor tapa creativa de la Ruta del Atún barbateña.
El nombre de este retorno a los orígenes personales se llama Zalistre y ocupa un lugar de privilegio en el reactivado paseo marítimo de Barbate con una imponente terraza de 200 metros cuadrados, además de un luminoso salón interior.
Tras las felices aventuras hosteleras anteriores, que siguen avante toda, el empresario quiere mostrar una nueva cocina "entre lo popular y lo innovador". La ominipresencia del producto de cercanía, el mejor pescado por todas partes, es obvia pero a veces recibe un ligero matiz oriental, especiado, que se agradece.
El resultado final es un aristotélico punto medio que reúne las virtudes de ambos bloques: gustará a los curiosos que quieran encontrar una sensación nueva en el plato y saciará a los que buscan una buena versión de las recetas de toda la vida, de la familia y la memoria.
La vocación de cercanía aparece hasta en el nombre, donde una zeta sustituye a la ese inicial como guiño al tradicional ceceo local. La carta logra combinar virtudes y atractivos sin abusar de la extensión.
Aunque hay platos para todos los niveles de exigencia, Zalistre dedica mucha oferta a los bocados "informales, a comer con las manos". Con el producto del mar como dominador absoluto, la cocina es capaz de dar un giro lúdico y creativo a muchas propuestas.
Ese apartado manual, sin tocar los cubiertos, presenta dos brioche, uno de rabo de toro y otro de marisco. La tosta de atún rojo (desde la terraza se ve una almadraba) es tan imbatible y sencilla como anuncia su nombre.
El pan de pueblo sirve de base para la carne brillante y levemente marinada en jengibre, con discreta escolta de huevas de trufa y mayonesa de wasabi. Un mollete de atún en manteca culmina este apartado emparedado que confirma el compromiso del local con el mayor tesoro gastronómico de la zona.
Para los que quieran más conexión con la tierra, y con el mar, aparecen el tartar de atún con crema de aguacate y kimchi, el tiradito, con soja negra, lima y cilantro, los dados marineros y el ceviche.
La tapa ganadora de la Ruta del Atún, el panipuri, culmina este apartado con una irresistible combinación en textura y sabor. El crujiente toque oriental casa en un solo bocado con la cobertura del pescado.
El pescado frito tiene hueco y respeto. El surtido es ampliio. Llamativo que una de las propuestas sea un calamar entero, infrecuente y afortunada idea. La pata de pulpo tampoco falta. El toque canalla de comida callejera gana presencia con el taco de atún y los sams de langostinos o de atún moruno al ras el hanut.
La vocación popular queda clara en los entrantes más conocidos, los más pedidos desde siempre en cualquier bar y restaurante: una ensaladilla muy personal, deliciosa, quizás por el protagonismo de la zanahoria; las patatas bravas que no pueden faltar; croquetas de atún encebollado y un taco de corvina sedosa sobre una placentera pasta casera.
Los carnívoros tienen la opción de la presa, además del mencionado y sabrosísimo brioche de rabo de toro, o la ineludible burguer zalistrera. Por supuesto, la carne es de ternera retinta, lleva queso gaditano, cebolla asada y una salsa especial, secreta.
Entre los postres destaca un tarta fundida de turrón, una esfera de caramelo con crema de vainilla y un coulant de chocolate con leche.
La carta de vinos contiene sorpresas y novedades, también se sale del carril de lo convencional. La degustación de la carta viene acompañada con un blanco llamado Pedragal (uvas Palomino y Godello) de la denominación de origen Valdeorras, elaborado por bodegas Santa Marta a 500 metros sobre el nivel del mar.