Alessia Perotto, 36 años, diseñadora de interiores, y su pareja, Cristiano Viola, tatuador de 42 años, probaron primero suerte en las Canarias, pero aquello era demasiado caro y estaba demasiado turistificado: "Las nóminas muy bajas y los alquileres muy altos".
Y entonces recordaron que más arriba en el mapa, ya en la Península, había un lugar que les sonaba por Valentino Rossi, que reconocían por su afición al motociclismo: Jerez. "Vimos unas cuantas fotos y nos encantó, nos enamoró este lugar, se está bien, hay una gran calidad de vida", cuenta Alessia, dos años después de una mudanza a tierra en principio extraña y apenas un par de meses desde que inaugurase, junto a su pareja, su propio negocio.
¿Qué hace una pareja de jovenes turineses viviendo y montando su propio negocio en el centro de Jerez? Esa pregunta antes del covid quizás tenía difícil o imposible encaje, pero aquella pandemia lo modificó absolutamente todo, incluso la posibilidad de que alguien de la Italia del norte, la más próspera e industrializada, acabara en el sur del sur de la Europa más turística y precarizada.

El proyecto tras esta historia personal se llama Cerea, "que significa un hasta que nos volvamos a encontrar, arrivederci en piamontés", y es un coqueto mercado gourmet de productos y alimentos italianos.
No son nómadas digitales, pero sí una pareja que tenía necesidad de volar —"nuestro país no iba muy bien"— y que decidió poner el nido a 2.000 kilómetros de su ciudad de origen (a dos horas y 25 minutos en avión desde Sevilla). Al principio, Alessia estuvo trabajando en un restaurante italiano de la ciudad, mientras que Cristiano encontró pronto trabajo en el estudio Iron Horse Tattoo.
"Los horarios eran infernales, no coincidíamos. Cuando llegaba yo, ella entraba. Comimos una vez juntos ese primer año", cuenta él, que ahora vive, trabaja y comparte negocio con su pareja en apenas un par de kilómetros de distancia en el centro de Jerez. "El centro era guay, está cerca de casa y está calle es muy concurrida", defienden, tras una apuesta que empieza a crecer gracias al boca a boca y por su especialización. Porque no es lo mismo hacer la carbonara con guanciale, la auténtica carne salada de la región Lacio, que con panceta o bacon. O no es lo mismo una pizza con speck, el jamón curado italiano ligeramente ahumado, que con cualquier otro jamón.


"Vamos cada día dándonos a conocer un poquito más. Solo hay otra tienda así en la provincia, en El Puerto, pero tenemos proveedores que no son fáciles de conseguir", cuenta Alessia, que sueña con tener unas mesitas en el local y combinar la venta directa de producto con un picoteo en la misma tienda o incluso con auténtica comida italiana para llevar. "Por ahora, quiero traer cosas italianas pero de gran nivel o diferentes, no lo que se encuentra en cualquier supermercado, aunque también tengamos algunas cosas que sí son más fáciles de encontrar. Intento siempre poner un poco más".
Una de sus iniciativas comerciales más interesantes es la de ofrecer bolsas completas de productos con los que hacer una pasta típica en casa que solucionan un almuerzo o cena a una familia. Pasta rigatoni de Rummo (de elaboración lenta), queso pecorino romano y guanciale (más unos huevos) dan, por 13 euros, para una carbona para cuatro personas; mientras que por 10 euros hay una bolsa para hacer la clásica amatriciana que contiene una lata de pomodori pelati, guanciale, queso pecorino romano en polvo y un paquete de medio kilo de penne rigati.


Casi una veintena de quesos italianos (ojo a la ricotta pecorina y los tominis curados de Lauriano, en Turín), una gran variedad de embutidos (finocchiona, fiambre típico toscano), vinos de diferentes regiones del país transalpino, pastas sin gluten y hasta chucherías italianas.
Tomates secos, risottos, berenjenas, aceitunas al estilo calabrés, también venden focaccias (hay que probar la de mortadella con pistachos y queso caciocavallo), y reposan en sus estanterías panettones Tre Marie y todo tipo de snacks dulces y salados, y galletas. Todo importado desde su país natal, cuidadosamente seleccionado para los amantes y los fanáticos del producto y la cocina italiana.
"Cuando vinimos a Jerez no teníamos claro que íbamos a montar esta tienda, pero es verdad que, por ejemplo, trabajar en un restaurante italiano me dio muchos contactos de proveedores. Cristiano y yo queríamos hacer algo juntos y hemos montado esto donde tenemos más control de nuestra vida", asegura Alessia, que recuerda tajante: "Lo hablaba el otro día con dos clientes, la nata en la carbonara es un crimen, pero también la panceta, mejor guanciale". "Estamos contentos, los clientes vienen y vuelven otra vez, por lo que creemos que les gusta la comida que estamos vendiendo", sostiene Cristano. Y apostilla bromista: "Soy del Toro (por el Torino), aunque el que se llamaba igual que yo jugaba en la Juventus". El origen es el origen y aquí lo saben bien: cerea, que en piamontés significa hasta que nos veamos.
Horarios y días de apertura de Cerea
Lunes 17 a 21 horas; martes a sábado 11 a 14.30 horas y de 18 a 21 horas. Domingos cerrado. Calle Medina, 51.