Vaya por delante que soy de los que llega cada día al trabajo desayunado. Sin embargo, los fines de semana o un puente largo como en el que nos encontramos, me gusta sentarme al sol en una terraza y romper el ayuno con una buena tostada (a ser posible mollete) y un café.
Desde hace años tengo mis lugares escogidos. Estos van desde El Volapié (con su incomparable “pringá” que ya no hace Luisa, pero a la que le han vuelto a coger el toque después de unos primeros momentos de duda), hasta la venta El Pollo (con su tostada tamaño carpeta de aparejador), pasando por El Volapié 2, de mi amigo Rafael (con una “pringá” más amorcillada pero igualmente exquisita), la venta Cartuja (con su magnífico pan de campo, los chicharrones calentinos los domingos y su variada chacina), el mesón Suárez…
Hasta hace años, como unos veinte, los mejores desayunos los daba la venta Esteban, en su antigua ubicación junto a la primera rotonda de La Granja viniendo desde la avenida Europa. Mucho antes de que McDonald's abriera ese lugar su enésimo restaurante, los hermanos Ballesteros comenzaron su meritoria trayectoria que arrancaba cada día con la terraza llena de gente.
El secreto, además de una inigualable y rápida atención, unos molletes que hacían las delicias de los clientes. Los recuerdo tostaditos por fuera y tiernos y abizcochados por dentro. Sobre esa base perfecta, el diente de ajo, el aceite de oliva virgen extra y tres lonchas finísimas de jamón ibérico propiciaban la obra maestra.
Después, la mudanza a su actual ubicación y la decisión de dejar de servir desayunos (que respeté, pero que en absoluto compartí) me obligó a iniciar la búsqueda del mollete perfecto.
Junto con mi padre, del que sin duda he heredado su afición a los molletes, hemos recorrido todos los bares, cafeterías, mesones, ventas y ventorrillos de la zona. Hemos encontrado de todo, unos más conseguidos que otros, pero siempre acabábamos acordándonos de los de la venta Esteban antigua.
Así hasta que alguien el año pasado me recomendó los molletes que sirven en la estación de servicio Alegría, en la autovía Jerez-Los Barrios, en la salida de El Mojo-Gallardo. Allí, mi buen amigo Manolo Alba, que lleva pateándose la provincia de Cádiz por su trabajo desde que tiene uso de razón, consiguió un proveedor de Algodonales que le surte los molletes en exclusiva.
Debo decir que es lo más parecido que he probado a los recordados panecillos de la antigua venta Esteban. Ni que decir tiene que hemos repetido en infinidad de ocasiones, hasta que caí en que Manolo cuenta también con una estación de servicio, A 381 (les sonará porque fue patrocinador del Xerez DFC), en el polígono industrial de El Portal. En la tienda hay un mostrador y tras él una barra americana que comunica con una agradable terraza donde, por la módica cantidad de dos euros y medio, puedes desayunar uno de los exquisitos molletes algodonaleños con jamón ibérico y café.
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