Manué de Mané, Manué de la Margara: Margara de Mané. La peña gastrovinícola más genuina del barrio de Santiago —y por extensión de Jerez—, es un espacio regentado por Manué de Mané y su madre Margara (dueña y señora de la peña), donde conviven el arte y la cocina gitana; la creatividad y la tradición en plena calle de Moraíto Chico.
Una peña nacida de un matriarcado que persigue ser un lugar abierto y seguro para las mujeres, donde ellas puedan ser las protagonistas y sentirse libres para expresar su arte y ganas de pasarlo bien, un "homenaje a la mujer gitana y a la cocina gitana de Jerez", que también lleva en el recuerdo a la madre de Margara, abuela de Manué, una de las mejores cocineras cuya memoria persiste a través de los guisos y potajes que aquí se fraguan a fuego lento.
Esta peña es el resultado —la fusión—, de la creatividad y el don de gente sin límites que ha recorrido la familia desde los tiempos del abuelo 'Mané'. Es también el lugar donde el arte de Manué se refleja en cada palmo del local en forma de decoración y donde la cocina es una experiencia digna de probar, una amalgama de sabores gitanos que se maridan con compás a través de las palmas y cantes que surgen desde la improvisación y la espontaneidad. La peña, en el gitano barrio de Santiago, se enclava en un lugar hospitalario donde "la simbiosis y la convivencia entre gitanos y payos siempre ha estado presente", un pedacito de tierra que congrega al mayor número de artistas por metro cuadrado.
"La peña es un homenaje a la mujer gitana y a la cocina gitana de Jerez"
Manué de Mané es el "nombre artístico" de Manué, apodo que escogió en homenaje a su abuelo, que "era como su padre". El artista habla con gran admiración de su abuelo Mané, "un señor muy elegante y guapo, con sombrero de ala ancha", que cuidó de Manué como si fuera su hijo y que le "impregnó de su sabiduría". Manué es autodidacta y cree que su vocación creativa le viene de su madre, que convertía bombillas en pequeñas macetas con flores que colocaba en el patio de vecinos donde vivían. "Gracias a mi madre me surge a mí la idea de crear mis lámparas", una creaciones muy personales a base de bombillas que recrean la forma de racimos de uvas. De hecho, se considera jartista, "porque nunca se harta". Un alma libre que no se define y que es "dueño de sus circunstancias".
El jartista ha heredado de su abuelo y de su madre sus principales virtudes. De su abuelo, el don de gente; de su madre, la creatividad. "Mi abuelo tenía mucho don de palabra y tenía mucho arte, yo he heredado eso de mi abuelo. De mi madre recuerdo que, sin ser costurera, sacaba tres vestidos de una tela". Este negocio es una mezcla de ambas cosas: un espacio de apertura, tolerancia, arte y buena cocina. "Estamos muy orgullosos de ser la primera peña gitana vinculada a la mujer. Aquí no hay televisor ni se ve el fútbol ni se juega al dominó. Aquí deciden las mujeres y debe ser un espacio donde las mujeres se sientan en su sitio, sin gritos o conversaciones molestas", relata Manué.
"Aquí deciden las mujeres y deben sentirse a gusto y en su sitio"
Margara —matriarca generosa, tierna y fuerte a la vez— cumplirá 66 años en 2022; Manué 49. Nació en la calle Nueva y fue madre soltera en unos tiempos en los que no era común. De hecho, Manué llegó a ser clandestino con 8 meses, cuando tuvo que pasar una temporada en el antiguo Hospital Santa Isabel de Hungría por una enfermedad infecciosa. “Siendo hijo de madre soltera en la dictadura, podría haberme llevado la Benemérita”, recuerda. Para Margara, este es su “club social de amigas”, el lugar que le hace estar ilusionada y realizada, sentirse activa y cantar cuando lo necesita entre puchero y berza.
El artista y hostelero jerezano pasó una época de su vida en el Zoco de Artesanía, pero cuando llegaron tiempos de reinventarse decidió volver al barrio de Santiago, a sus orígenes, por lo que se trasladó al antiguo tabanco Cándido (que lo llevaron después Juan Parrilla y El Morao), convirtiéndolo en la peña gastrovinícola que hoy es. "La parte gastro es la cocina gitana de mi madre, que existe a través del libro de Manuel Valencia sobre la cocina gitana de Jerez; y la parte vinícola se refleja en los muebles hechos con barrica, lámpara como si fueran racimos de uva y decoración dedicada al vino. La cocina típica gitana y la decoración de Manué de Mané", explica. De hecho, tiene los muebles registrados “como muebles autóctonos de Jerez”.
La cocina de Margara es una cocina tradicional y gitana pero a la vez resulta profundamente creativa. El puchero, la berza gitana, las alcachofas, las tagarninas esparragás, la ensaladilla o el menudo (que viene de los tiempos de Isabel la Católica, cuando los gitanos no podían comprar carne en la carnicería y le vendían las vísceras, la carne que sobraba), son algunas de los platos que Margara cocina con arte y amor. “La gente repite muchísimo”, explica orgulloso Manué.
Este lugar está destinado a convertirse en un irrepetible, un sitio auténtico de verdad, sin florituras ni adornos más allá de las flores que lleven las gitanas o los lunares que adornan sus ventanas. Un espacio sensible a la naturaleza de las mujeres, punto de encuentro para el barrio, templo de la gastronomía gitana, museo para el arte más jerezano y tablao para el cante improvisado. Parafraseando uno de los poemas escritos en un papel de cuadros que una mujer deja en la mesa, "es una peña difícil de encontrar, fácil de querer e imposible de olvidar".
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