Hace un tiempo desapareció un pino con 300 años en la dehesa. Su dueña lo sintió tanto que dispuso que aquel ejemplar quedara en pie para la posteridad casi como una enorme escultura. Aún queda el tronco y las ramas peladas como si fueran sacadas de un cuento de terror gótico o de Big Fish de Tim Burton. Es lo primero que impacta al pisar el suelo de la Dehesa de las Yeguas. En realidad es lo segundo, tras descubrir el imponente silencio que reina en este paraje del término municipal de Puerto Real, en la antesala del Parque Natural Bahía de Cádiz.
Amparo Barón, ingeniera agrónoma sevillana, recibe en el sendero de entrada hasta los dominios de una finca con cinco generaciones de historia, entre toros bravos y tierras de labor, y más de 400 hectáreas de terreno. En solo cuatro de ellas, hay una casa grande que organiza el glamping Dehesa de las Yeguas, una singular forma de hospedaje para las vacaciones que significa a ir de camping con todas las comodidades, el glam, que tendría un hotel. Y todo eso, en plena naturaleza. Rodeados de silencio y ausencia de Wifi, “tal como piden la clave los huéspedes el primer día, dejan de utilizarlo al estar aquí”, indica Barón.
Ella, con un par de ayudantes, ha ido colocando tienda safari a tienda safari hasta convertir el frondoso pinar en un ejemplo al Sur de Europa de un fenómeno que cada vez más está más de moda en el mundo, después de gozar de gran fama en países como Gran Bretaña y Holanda. “Son como pequeños apartamentos, en 35 metros, con dos habitaciones con aire acondicionado, cocina y cuarto de baño, un saloncito y porche. Pero realmente, lo bonito de aquí es lo que ves, la finca en sí”, cuenta la propietaria del singular establecimiento hotelero gaditano, quien añade: “Venir al campo es muy bonito, pero lo genial es que, además, puedas darte una buena ducha, puedas dormir en una buena cama, e incluso que puedas cocinar”.
Amparo Barón, en el interior de una de las tiendas. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Después de trabajar en Gran Bretaña y abrir una vinoteca en Sevilla, donde reside parte del año, Amparo quiso convertir su edén de las vacaciones cuando era niña en su propio negocio. “Vi cómo podía aprovechar el espacio y surgió la idea del glamping. Es un fenómeno bastante nuevo aquí, pero lleva mucho tiempo en el mundo anglosajón gracias a las reminiscencias de las tiendas safari de África, las colonias inglesas las exportaron. En España hay algunos más por el Norte, Cataluña y Levante, pero en Andalucía apenas se conocen”. Esto hace que la nacionalidad más habitual en la Dehesa de las Yeguas sean la británica, holandesa y alemana. “Poco a poco, vienen más visitantes nacionales”, apunta Amparo, mientras recorre una finca que incluye un viejo tentadero y una pequeña granja con gallinas y burritos que sirve de imán a los niños de las familias que pasan unos días en el glamping.
Espectacular vista del 'glamping' Dehesa de las Yeguas. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Pero lo que hace única esta experiencia no son las robustas tiendas safari, todas personalizadas, con un toque retro gracias a muchos de los hermosos enseres heredados por Amparo de su familia, y con sábanas de algodón egipcio. Es lo que las rodea lo que es realmente encantador. “Este un sitio muy especial. Los cielos para ver las estrellas son una maravilla, hay cero contaminación lumínica; hay observatorio de pájaros —por una marisma cercana pasan infinidad de aves migratorias—; cuando llegas, puedes desde darte un paseo a caballo o en coche de caballos para conocer la finca, que es de arena e ideal para mountain bike”, relata la propietaria, a modo de resumen de algunas de las muchas actividades a las que invita la dehesa, próxima a la playa y con una fresca sombra en verano, donde Amparo lo mismo acerca a la tienda un buen desayuno, que un gazpacho, que organiza una paella cien por cien valenciana, otra herencia de su familia. “Los niños aquí se asalvajan, a mí me pasaba igual; acababa el colegio, venía aquí y era libertad”, recuerda.
Interior de una tienda safari. FOTO: JUAN CARLOS TORO.
Ya al mando del negocio, la sevillana, con raíces jerezanas —"mi bisabuela fue Concha Garvey y esta finca llegaba hasta las 500, en Jerez, y Miramundo, en Medina"—, se confiesa, entre pinos y una leve brisa de aire fresco, "aquí es que se está de lujo. "Como me gusta esto tanto, quería convertirlo en mi medio de vida, así que me harto de trabajar de abril a noviembre, porque aquí no se para, y el resto del año lo dedico a estar con la familia y viajar". Y bromea: "A ver si llego a seis meses trabajando y seis meses de vacaciones". Acampar al aire libre nunca fue más cómodo y estimulante.
No en vano, The Times coloca a este glamping gaditano como el primero en su lista de los 20 mejores sitios en europeos para dormir en el bosque. "Aquí dentro, con aire o calefacción, se está super bien, pero hay poca vida dentro de las tiendas porque la gente viene a envolverse en la naturaleza", remarca Amparo mientras sirve un café. Solo se oye un graznido y el chorrito caliente caer en la taza. El gato ronronea mientras hace de cicerone por la finca, las copas de los pinos se mecen con el poniente, y un burrito pide zanahorias al pasar a su vera. Reina el silencio. ¿Lo oyen?
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