Detrás de la barra del reabierto bar-cafetería San Francisco, ubicado en la plaza Esteve, en pleno centro de Jerez, hay una foto en blanco y negro de una pareja. Rafael Gerardo y Juana Coronada se llaman. Él trabajó allí mismo hace más de medio siglo, cuando el negocio era La Bolera. Ella, limpiando en una casa cercana. Allí se conocieron y forjaron una relación que duró hasta el final de sus días.
Ahora, en la misma barra donde luce la foto, trabaja Eva Gerardo, hija de Rafael y Juana. Cuando firmó el contrato que la convertía en propietaria del mítico bar San Francisco, cerrada durante unos meses por un problema con las licencias, no sabía que entre esas paredes se conocieron sus padres. Cuando lo supo, no podía parar de llorar.
Fue tras firmar el contrato cuando Juan Ramírez, Juan el de la Casera, cuyo padre era íntimo amigo del padre de Eva, quien le contó que en San Francisco, cuando era La Bolera, empezaron su relación. “¿Tú sabes lo que has hecho?”, le preguntó Juan. “No me pongas las carnes malas…”, dijo Eva, que cuando se enteró de la casualidad, se echó a llorar. Como su marido, Juan Manuel Lechuga, “que no cree en el destino, pero esto fue muy fuerte”, comenta ella. "Por la ventana comenzaron a hablar", puntualiza.
El bar San Francisco fue clausurado en noviembre de 2021 por la delegación de Urbanismo por carecer de licencia para ejercer como freidor y vender churros, algo a lo que se oponían los vecinos —cuyo visto bueno había que tener para instalar un extractor de humo—. Nueve meses después de cerrar sus puertas, tuvo nuevos propietarios.
A sus 53 años, Eva Gerardo ha vuelto al mundo laboral después de muchos años de ausencia, durante los que estuvo cuidando a sus padres y criando a sus hijos. Su marido lleva décadas ligado al mundo de la hostelería y ella, a su edad, no esperaba encontrar trabajo en ningún sitio, por lo que decidió crearlo ella misma. Así llegó a hacerse con el bar San Francisco, donde su marido, Juan Manuel Lechuga, tenía instaladas máquinas tragaperras. “A él se lo propusieron y no encontró a nadie que quisiera llevarlo, y como yo quería trabajar…”, comenta Eva.
Eva Gerardo dejó de trabajar poco antes de casarse, hace casi 20 años. Unos años después llegaron sus hijos, que tienen ahora 17 y 13 años, a cuya crianza se dedicó en cuerpo y alma. Como también al cuidado de sus padres. El padre de Eva falleció, a los 69 años, en 2011, y la madre hace un año, en 2021, a los 80. “De no tener tiempo para nada paso a tener mucho tiempo”, comenta Eva, que decide entonces buscar trabajo.
“A mi edad no me coloca nadie, tenía que montar algo”, explica la empresaria jerezana, que hace unos años pasó por un cáncer de mama, tras lo que le quedó un linfedema —inflamación de los tejidos— surgido a consecuencia del tratamiento contra la enfermedad, que le impide hacer fuerza con uno de sus brazos. “Estoy señalada y no me iba a colocar nadie, así que aquí estamos”, explica Eva.
En el interior del bar San Francisco, para los nostálgicos de un negocio que abrió sus puertas en la década de los 60 del siglo pasado, poco ha cambiado. La decoración se mantiene, con sus míticos azulejos azules y blancos y su mosaico en un lateral. Tan solo cambia el frontal de la barra. “Vamos a tener más limpieza”, matiza Eva Gerardo, quien cuenta que la carta incluirá platos típicos como berza, menudo o potaje.
Ella siempre supo que sus padres se conocieron en un negocio hostelero de Jerez, pero nunca le contaron que fue en el bar San Francisco. Más de medio siglo después de aquellos primeros escarceos entre Juana y Rafael, la hija mayor de ambos reflota un negocio sin el que no se entiende el centro de Jerez. Una nueva vida que esperan que sea larga y fructífera, como la relación que forjaron sus padres entre esas paredes.