"Esa roca es el punto más al Sur de Tarifa, el lugar más al Sur de la isla [de las Palomas], el sitio más al Sur de la Península Ibérica, más al Sur de Europa. A este lado, el Océano Atlántico. A este otro, el Mediterráneo. Allí, África". Se refiere a la llamada Punta Marroquí.
Lo dice con tono firme y alto, contra un viento rebelado y una lluvia dura, mientras señala lugares con un paraguas rojo convertido en imaginario puntero gigante. El público asiste con asombro discreto. Está formado por una veintena de visitantes alemanes, franceses, norteamericanos y españoles.
Los turistas abren los ojos y la boca hasta donde pueden. La tormenta Mónica trae unas nubes de carbón que sueltan un chaparrón tras otro. Hay banda sonora de ventarrón que viene de todas partes. Están en un lugar prodigioso, como pocos en el mundo. Confirman con una sonrisa que han recibido el mensaje.
Ana Gómez Jiménez, la del paraguas, es la mejor posible. Tarifeña por nacimiento y convencimiento, no tendrá ni 25 años pero se sabe de memoria los 25 siglos del sitio último, principio o fin del mundo según desde dónde se mire.
Combina simpatía congénita, información rigurosa, capacidad didáctica y narrativa. Todo lo que necesita su oficio para reforzar la sensación llamada "qué suerte estar aquí" entre los que llegan.
Habrá contado una par de miles de veces los mismos datos, las fechas fundamentales, la serie histórica y el anécdotario pero sabe darle a cada representación un cierto sabor a estreno. Esconde el cansancio y pisotea el aburrimiento.
En este viernes tormentoso celebra que dos decenas de forasteros hayan sacado la invitación (gratuita pero con necesaria solicitud previa) para visitar la isla de las Palomas en una mañana de perros volantes.
"Qué alegría que hayáis querido venir a pesar de la lluvia, así no me pierdo este espectáculo, no es habitual verlo así", dice con una sonrisa oceánica mientras la espuma se levanta cinco metros tras pegar en las rocas. El mar y el cielo no están para bromas pero ella las gasta.
Si la provincia de Cádiz es un planetario cruce de corrientes y rutas, ningún lugar como este para sentir el privilegio. El istmo que sujeta el faro de Tarifa estrena una nueva vida, ha tenido mil, ahora convertido en magnético atractivo turístico.
Antes fue emplazamiento mitológico desde los griegos y los fenicios, patria chica de Hércules el grande, fortaleza de varias civilizaciones, cantera musulmana, bastión antinapoleónico, acuartelamiento franquista y centro de internamiento de inmigrantes.
"Un año y poco llevamos con el centro de interpretación del faro abierto, desde el 13 de diciembre de 2022", resume con visible satisfacción la anfitriona profesional. Nada mejor que una buena guía para apreciar y disfrutar. Los que han viajado más saben que una capaz y generosa ensalza hasta la visita más anodina. Una desganada puede arruinar el paso por la Capilla Sixtina o el Louvre.
Su forma de trabajar explica el éxito de la nueva faceta turística y medioambiental del faro y la isla. Sólo en los dos primeros meses de funcionamiento recibió 2.017 visitas según la Delegación de Turismo del Ayuntamiento de Tarifa. Un simple cálculo permite fijar en casi 15.000 las personas que han pasado ya por el centro y todo el recinto que lo circunda.
La cifra tiene más mérito si se tiene en cuenta que el grupo de visitantes no puede superar los 30 por cada turno. Lo que fuera siempre fortaleza, prisión y batería de cañones apuntando a teóricas y cíclicas amenazas humanas llegadas desde el mar es ahora un espacio para la contemplación de la historia y la naturaleza.
Tras más de 2.000 años como suelo militar, a principios del siglo XXI, bajo gobierno de José María Aznar, toda la isla pasó a ser considerada responsabilidad de la Consejería de Medio Ambiente, de hecho, forma parte del Parque Natural del Estrecho.
La anterior delegada de Turismo, Lucía Trujillo (PSOE) recuerda que "Tarifa reclamaba poder disfrutar de este enclave único que hasta diciembre de 2023 siempre había permanecido de espaldas a la ciudad", siempre pendiente de ejércitos, guerras e invasiones reales o ficticias. Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras y Ayuntamiento de Tarifa fueron los artífices de este último cambio.
La nueva etapa de la isla tiene su base fundamental en el centro de interpretación. Está ubicado en lo que fueran viviendas de los fareros, en la base de la torre de luz habitada desde 1866 hasta finales del siglo XX, la que guiaba a los navegantes por el Estrecho y les alertaba del pico más meridional de Europa.
En el inmueble tiene sede una exposición permanente, La isla de Tarifa, testigo de la historia del Estrecho, en la que paneles, maquetas y objetos recuperados informan con datos profusos y concesiones a la lírica del pasado histórico, de las especies de aves y flora propias de la zona. También de las características técnicas del faro.
Todos los pueblos cercanos, y algunos lejanos, han querido hacerse con esta isla ser la más cercana a África. Desde que se inicia el recorrido ya pueden verse restos arqueológicos, hipogeos o tumbas excavadas en la roca de datación fenicia.
En un extremo, una cantera que los musulmanes explotaron hasta que pudieron, en los siglos XI y XII, especialmente. También aljibes de la misma época y rastros de la huella romana anterior.
El único acceso a la isla es el estrecho paseo llamado de Los Mellizos, construido en 1808. Es paralelo al puerto de Tarifa y separa el mar del océano con la señalización característica que pide a gritos fotos para las redes sociales. Una vez dentro, al cruzar una vieja valla, se recorren a pie unos cientos de metros dentro de la isla.
En ese tránsito hacia el faro, hasta el centro de interpretación en su base y los miradores alrededor, aparecen las garitas y las cañoneras de las fortalezas que se construyeron entre los siglos XVI y XVIII, primero para combatir a los piratas británicos -siempre tan interesados en todo, a la vez, en todas partes- o a las tropas napoleónicas.
La guía no se resiste a soltar un par de puyas. La primera es que los piratas eran muy bien recibidos en Gibraltar, tan cerca. "Durante un siglo se temió que los ingleses, después de quedarse con el Peñón con el Tratado de Utrech, quisieran tomar también con Tarifa. Eso habría sido tener todo el control comercial y militar del Estrecho. Estratégico".
La segunda es que "los franceses de Napoleón nunca pudieron entrar en Tarifa, como en Cádiz, pese a intentarlo varias veces alrededor de 1810. Algunos dicen que fue por la heróica resistencia tarifeña pero la verdad es que hubo una tromba de agua tan fuerte durante el asedio que la riada ahogó a los soldados franceses y se llevó cuesta abajo todos los cañones al fondo del mar. Así que si alguien tuvo mérito en ese episodio, fue la Virgen", se ríe.
Tampoco evita ilustrar la dureza climática del entorno. Tanta que en los numerosos días de temporal, los que habitaban el faro o los militares de distintas épocas "no podían poner un pie fuera de las edificaciones". Las posibilidades de salir volando, de caer al mar o al suelo, eran muy altas.
Cuando el paseante se acerca al faro, aparecen por el camino las construcciones de los siglos XIX y XX, cuando la isla tuvo ya un exclusivo uso militar. La huella del franquismo está clara en los barracones abandonados, aún bautizados con los nombres de batallas supuestamente míticas para el ejército español: Breda, Ebro, Bailén.
Hay dos que están en un estado de conservación mucho mejor, pintados con colores claros, de uso reciente. "Hasta 2020 se usaron como Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) pero ya lo trasladaron hasta Algeciras. Nunca hubo muchos refugiados aquí, es un lugar muy complicado por climatología. Se usaba en momentos concretos, en casos de emergencia, cuando llegaban muchos a la vez".
La inmigración irregular forma parte de la historia milenaria del lugar, es el último capítulo que ha vivido la isla de las Palomas, lo más reciente que ha visto el faro durante el final del siglo XX y el inicio del XXI.
Tanto marca el episodio que Ana Gómez deja ver algunos recuerdos personales: "Ya no llegan tantas pateras como antes, tanta gente desesperada, a esta zona. Ahora van más a Canarias, desembarcan en Almería o en puntos más al Norte de la costa de Cádiz. Cuando yo era pequeña era una angustia verlos un día sí y otro también", confiesa la guía.
Aunque la isla parece pequeña tiene casi la misma extensión que todo el casco antiguo de Tarifa (22,7 hectáreas) y su incomparable ubicación resume toda la historia de la ciudad, la comarca, la provincia y el Estrecho.
Las visitas al Centro de Interpretación de la Isla de Tarifa, siempre con reserva previa, son gestionadas por la oficina municipal de turismo precisan siempre de reserva en la web centrointerpretacionisladetarifa@aytotarifa.com y en el teléfono 678 904 046.
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