Garlochí, un viaje al barroco sevillano a través de la sangre de Cristo

Desde que Miguel abriera sus puertas en 1978, este bar se ha convertido en uno de los lugares de peregrinación para los amantes del arte y la decoración cofrade

Miguel Fragoso, junto a su hijo, en la barra del Bar Garlochí.
Miguel Fragoso, junto a su hijo, en la barra del Bar Garlochí. MAURI BUHIGAS

Apenas dos escalones separan la calle de un lugar único e irrepetible. Cuando uno los sube y entra no sabe exactamente si está en un bar, en una iglesia o en un museo. Quizás sea las tres cosas al mismo tiempo sin ser ninguna de las tres completamente. Garlochí abrió sus muertas en la calle Boteros de Sevilla en el año 1978 y aún no las ha cerrado.

Al frente, desde su fundación, está Miguel Fragoso. Aunque ahora le echa una mano su hijo. Miguel no pasa su mejor momento por culpa de una enfermadad, pero aun así intenta no faltar a su cita habitual con el lugar que él mismo ideó. Nada tiene que ver con el concepto ibicenco de los inicios. Ahora un color rojizo predominan en paredes barrocas llenas de simbología religiosa.

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Miguel abrió el local tras ser seise de la Catedral.    MAURI BUHIGAS
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Un lugar para disfrutar del arte barroco de Sevilla.    MAURI BUHIGAS

La devoción viene de lejos. "De pequeño estuve en los jesuitas y fui seise de la Catedral", cuenta Miguel sobre su pasado. Cuando lo "echaron" tenía claro lo que quería hacer: montar el Garlochí. "No se trata de Semana Santa, se trata de una cosa barroca sevillana, lo que yo he vivido en Sevilla", explica sobre el concepto del bar. Aquí las imágenes no son fotos o carteles como las que hay en otros muchos locales, sino bustos y estatuas. Ninguna, salvo una Virgen del Rocío, están bendecidas.

Este sevillano tiene claro que el respeto hacia la religión es lo primero, de ahí a que no quiera tener imágenes que puedan ser identificables con alguna hermandad, "todas son obras de arte antiguas", añade. "Soy creyente y me gusta este tipo de decoración". Huno una ocasión en el que Miguel tuvo una biblia en el local, sin embargo, tras enterarse de que había estado en una iglesia quiso regalarla.

Miguel lo tiene claro, "me gusta todo lo que hay, esta es mi vida". Pese a ello, entiende que haya quien piensa diferente. "Hay gente a la que le gusta y gente a la que no", dice. Sin embargo, en estos 45 años ha conocido a más personas del primer grupo. "Cada uno monta lo que le gusta, no hago nada malo ni ofensivo", explica a lavozdelsur.es.

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Por el local han pasado Madonna, Tarantino o Uma Thruman.    MAURI BUHIGAS
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El propio Miguel reconoce que esta es su vida.    MAURI BUHIGAS

Las paredes esconden muchos secretos. Miguel podría escribir un libro de anécdotas, muchas de ellas con famosos. Una de ellas comenzó con un cliente habitual diciéndole al dueño del Garlochí que quería presentarle a varias personas. En aquel momento, Miguel estaba jugando al dominó y no tenía demasiado interés. Sin embargo todos esperaron a que acabase la partida. En ese grupo estaban Tarantino y Uma Thurman. La noche acabó con la actriz vestida de virgen, aunque nadie sabe contar exactamente qué es lo que pasó esa noche. Lo que sí recuerda Miguel es que la prensa estuvo detrás de él durante varios días.

Una persona que guardaba una relación muy especial con el local era la Duquesa de Alba. De hecho, Miguel tenía una gran relación con la aristócrata hasta el punto de que cuando lo invitaron a la boda, decidió pintarle un cuadro con un vestido similar al de la boda, aunque el artista no conocía los detalles. Aquel cuadro fue muy del gusto de Cayetana de Alba hasta el punto de cerrar una conversación telefónica con un tajante "tengo que ir a verlo". En el Garlochí se pueden ver varios de estos retratos realizados por Miguel.

Cuando uno pisa este singular bar, tiene dudas del motivo que ha provocado la visita. No queda claro si es para tomarse algo, para rezar o, simplemente, para disfrutar del arte. Su dueño lo tiene más claro. "Es para tomarse algo, un Agua de Sevilla o la Sangre de Cristo". Estos son los nombres que tienen los principales cócteles. El segundo de ellos se llamaba Garlochí, sin embargo, la cantante Madonna hizo que cambiara el nombre. En 1993 protagonizó un reportaje titulado 'Sangre de Cristo', algo que hizo pensar a Miguel Fragoso.

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Ninguna de las imágenes está bendecida.    MAURI BUHIGAS
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Miguel en la entrada del Bar Garlochí.    MAURI BUHIGAS

"Si ves las caras de la gente cada vez que entra... se quedan mirando impresionados diciendo que es como una iglesia", describe el autor de este templo sobre las visitas que recibe. A pesar de que es un lugar que está entre los establecimientos históricos de Sevilla, Miguel tiene clara la importancia del turismo. "Ahora hay más, gracias a dios. Si el de aquí no sale, ¿de qué vivimos si no viene el turismo?"

Muchos dirían que hay que ponerle el altar, pero el altar ya está colocado a la entrada. Según el mes y la fiesta cambia su decoración. Miguel, pese a su enfermedad, no abandona el lugar. Un devoto de San Esteban y del Cerro que respeta al resto de hermandades y todo lo que tenga que ver con la religión. "Quería montar un bar de copas religioso, empecé así y ha ido bien".

Sobre el autor:

Emilio Cabrera.

Emilio Cabrera

Periodista.

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