Hay un rincón en Jerez donde las horas pasan volando frente a un catavino. Las paredes del tabanco Plaza Plateros, conocido como número uno, han sido testigo de conversaciones entre amigos desde 1871. Este local histórico ubicado en la calle Francos, en las inmediaciones de la plaza que lleva su nombre, tiene solera. “Es posiblemente el más antiguo de Jerez”, comenta Antonio Gutiérrez Paradela, natural de El Puerto, que cogió las riendas de este consolidado punto de encuentro jerezano hace ya nueve años.
En el inmueble donde se dan rienda suelta a las reuniones reluce una de las torres vigía que se conservan en la ciudad. Este portuense quedó prendado de esta esquina tan pintoresca y decidió ponerse al frente. “Nunca había pensado en tener un tabanco”, dice Antonio, que procede del mundo de las copas desde que en 2004 abrió Kapote, local de ocio emblemático en la ciudad. Posteriormente, en 2017, puso en marcha Hontoria Garden Bar, un espacio que ocupa más de 1.000 metros cuadrados de una de las esquinas del parque González Hontoria de Jerez


Poco después, se fijó en este tabanco.“Tiene toda su arte y su idiosincrasia. El tabanco es el alma de Jerez y creo que no se puede perder”, comenta a lavozdelsur.es el dueño, que decidió mantener su nombre originario, por el que lo conocen los clientes mayores.
A tascas como esta, antaño, iban los jerezanos a comprar sus legumbres. En el mostrador, se reunían amigos y vecinos que perdían la noción del tiempo charlando de la vida. "Para mí el inicio del tabanco es el inicio de los bares", dice el regente, que, como portuense, recuerda El Merello o el tabanco de San Sebastián. Estos lugares han evolucionado en los últimos años y con esfuerzo tratan de mantener viva su huella, aunque el modus operandi, al final, sea el mismo. Catavino o cualquier otro recipiente en mano y, "buchito a buchito".




Desde la barra, sirve vinos a granel, desde oloroso o amontillado hasta Pedro Ximénez o cream. Es un lugar donde degustar los vinos de la tierra, que, en la actualidad, también conviven con otros productos. En sus mesas se toman tapas variadas de carrillada ibérica, de chicharrones o de albóndigas en salsa, que salen al mismo tiempo que las patas de pulpo a la brasa o los montaditos de salmón y queso.
“Se ha ido transformando y ahora también ponemos tapitas y espirituosos, pero sin perder esa esencia”, añade Antonio desde la esquina de esta plaza donde todo se mide a sorbos.