Cuenta la leyenda que en torno al Tajo del Búho, donde muchos ahora practican escalada sobre las paredes rocosas del monte, entre la aldea de Betis y la de Betijuelo, se esconde un tesoro que escondieron antiguos pobladores de esta sierra entre Punta Paloma y la ensenada de Bolonia, en Tarifa. Si serían tartesios o romanos no se sabe. Pudieron ser piratas o, simplemente, referirse en sentido figurado a este tesoro de la naturaleza que emerge en uno de los infinitos rincones de Cádiz.
En esta zona agreste del extremo oriental de la Sierra de La Plata, en el monte de San Bartolomé, a algo más de 400 metros sobre el nivel de la cercana playa de Bolonia, se encuentra un cofre repleto de experiencias sensitivas que no es leyenda, sino feliz realidad. Desde allí se divisa, a lo lejos, un paisaje cercano y remoto al mismo tiempo, pero también se observa, en la distancia corta, algunos bocados dignos de aplauso.
El Tesoro es una sociedad gastronómica que regenta desde hace algo menos de un año Miguel Ángel Pascual Amorrosta, de 65 años, natural de Zarátamo (Vizcaya), y que acumula más de 30 años en el Grupo Prisa (es propietario de la emisora de la Cadena SER en Miranda de Ebro). Pero El Tesoro, en Betijuelo, no es (simplemente) un restaurante, es una experiencia con vistas panorámicas donde se come por los ojos y se contempla con el paladar, por ejemplo, una carne vasca de primera.
Con experiencia hostelera en el norte —su madre, Carmen Amorrosta, fue cocinera profesional, y familiares suyos regentan La Kabaña y Almazén—, Pascual se quedó con el traspaso después de que el hostelero Jesús Silva optara por dejar un establecimiento que defendió durante más un cuarto de siglo y al que al principio, por estar entonces en zona militar, había que acudir previa reserva y con identificación en la batería de entrada. Sin militares en la zona, llegar hasta El Tesoro sigue siendo en sí una experiencia, pero dar al fin con el sitio y resoplar al llegar a la cumbre produce una íntima satisfacción solo comparable al bocado que aguarda nada más pedir mesa y plato.
Tarifa, Ceuta, Tánger y el Estrecho en la vista panorámica
Desde su terraza, sobre un pequeño viñedo decorativo, se divisa el Estrecho en su plenitud, con Tarifa, la isla de Las Palomas, Ceuta y Tánger en el horizonte. “Esto se vende solo, estas vistas son incomparables”, defiende Manuel García, orensano que se mudó hace casi veinte años a Tarifa y que ahora es el encargado de El Tesoro, en ausencia del propietario del negocio, que va y viene de Norte a Sur de España.
Junto a Habit y Seline, la responsable de los fogones y brasas, El Tesoro defiende una carta con lo mejor del producto de Cádiz —especialmente las verduras de las huertas cercanas— y la materia prima de primera que llega del País Vasco.
“Este lugar tiene rentabilidad emocional. Es icónico. Es el sitio al que un amigo dice que tiene que llevarte, tiene la particularidad del camino, de cómo llegar…”, suele defender cuando le preguntan Miguel Ángel Pascual. García lo corrobora y los clientes que en este instante ya prueban el rabo de toro y la chuleta de vaca asienten con la cabeza.
“Es complicado llegar, pero merece la pena, todo el mundo lo dice”, insiste el encargado, que hace las veces también de sumiller, ofreciendo vinos de la tierra de Cádiz, como los de Tesalia, o hasta tintos argentinos Veramonte y Lágrima.
La carta no es excesivamente larga (buena señal) y en los postres siempre recomiendan probar la tarta de queso casera. En este espacio de montaña con la playa casi en los pies, llegan vacas de la zona y hay un trío de caballos saludando en la puerta de la bonita casa rural donde se almacenan radios antiguas que colecciona el propietario de la finca. También hay zona infantil y la parte del viñedo está ideada para acoger catas y celebraciones.
Con algunos retoques tras el traspaso, El Tesoro arranca la temporada a pleno rendimiento, abriendo almuerzos y cenas todos los días. Manuel, que se ha mudado a Facinas, localidad tarifeña más próxima a la finca de Betijuelo, reconoce que trabajar en esta sociedad gastronómica es "más relajado que en la costa. Hay buenos chiringuitos y restaurantes, pero esto es otra cosa, aquí hay sobremesas tranquilas, con vistas, conversas con la clientela, nadie que llega hasta aquí puede venir con prisas". No hay reservas ahora, "pero nadie se va sin comer", advierte.
Desde la finca de El Tesoro se ve el Cerro de San Bartolo o San Bartolomé, con su vértice geodésico que indica a los senderistas que esta cima está a 443 metros sobre el nivel del mar. El Tesoro, en cambio, se oculta algo más abajo, pero merece igualmente la pena el esfuerzo.