En apenas mes y medio con las puertas abiertas ya les conocen en la zona como los niños de Aladro. A ellos les entusiasma porque significa que rápidamente los clientes han identificado este córner entre Eguiluz y plaza Aladro, una de las zonas más bonitas del centro de Jerez, y que, además, han sido acogidos con mucho cariño. Ramón y Eliseo Benítez Aránega son dos hermanos jerezanos de 41 y 31 años, respectivamente, que hace mucho que dejaron de ser niños, pero que, en el fondo, siguen recordando como si fueran críos cuando iban de la mano del abuelo hasta la barra de cualquiera de esos gloriosos bares de barrio a probar unas papas aliñás o un bocado de chicharrón que pringaba el papel de estraza.
Después de muchos años con sus trayectorias profesionales vinculadas al mundo de la hostelería, pero separadas, ahora “se han alineado los planetas” y han puesto en marcha La Tasquita de Aladro, su primer proyecto en común. Ramón, graduado en Derecho y especialista en dirección de alta restauración, se ha llevado los últimos 19 años trabajando en Sevilla, volcado en la gestión de hasta cinco negocios hosteleros simultáneamente, y llegando incluso a ser socio de un pujante grupo hostelero sevillano. Eliseo, Eli, ha pasado casi la última década trabajando en restaurantes de cadenas de comida rápida, siendo gerente de uno de ellos, Taco Bell.
Sin embargo, llegó el momento de conectar ambos caminos y sumar fuerzas. “Qué mejor que dos hermanos unan fuerzas, vayan hacia adelante, y además lo hagan en su ciudad. Vuelta a casa y con una acogida fantástica, no podemos pedir más”, expresa Ramón, el hermano mayor y el dueño por ahora de la cocina de la Tasquita. A su vera, Eliseo, responsable de sala, tiene también brillo en los ojos por la oportunidad de estar codo con codo junto a su hermano: “Se alinearon las cosas y nos decidimos a tener algo en nuestra tierra, propio, con nuestra esencia y nuestro rollo. Teníamos muchas ganas de empezar, era un sueño”.
¿Cómo materializar ese sueño? Con un enfoque necesariamente distinto al de la mayoría de negocios que conforman el boom gastronómico y hostelero que vive el centro de Jerez desde hace ya algunos años. Una oferta cada vez más amplia de locales, pero al mismo tiempo cada vez más monótona, donde es más fácil encontrar una carta que proponga tataki o ceviche que otra que ofrezca unas buenas papas con choco o unas buenas conservas y salazones de la tierra.
“Qué mejor que dos hermanos unan fuerzas, vayan hacia adelante, y además lo hagan en su ciudad"
“Faltaba este modelo de restauración en el centro, por lo menos en esta zona. Al hacer el estudio de mercado lo vimos meridiano, la zona estaba poco pobre de esta oferta”, comenta Ramón, antes de meterse en cocina a preparar una de las tapas termómetro, de las que miden la temperatura y la salud de un negocio hostelero: la ensaladilla. En su caso, va a por todas y rompe añadiendo gambas al ajillo. Selecciona meticuloso las patatas, las cuece en fumé de las gambas y las reposa en el jugo del ajillo. “El tamaño de las gambas es importante, queremos que el cliente se las encuentre. La ensaladilla tiene un sabor a mar muy potente, está siendo un éxito, pero para gustos, colores…”., resumen.
En las pizarritas que cuelgan del cielo de la barra recuerdan que en este local hay hora del vermú (uno casero, espectacular) y que, aunque hay anchoas de Santoña y gildas más propias del norte, a ambos hermanos les encanta Jerez. “Queríamos darle un enfoque de tasca jerezana antigua, de las que ibas de la mano con tu abuelo a probar las papas aliñadas, pero también una tasca con un toque moderno, rollo papelón, mucha chacina ibérica, conservas, ahumado, mariscos y tapas calientes. Y cuchareo, que es lo que mucha gente busca ahora”, explican casi al unísono.
En este local que en su día fue el mítico El Tigre, y que luego se transformó en El Rincón del Culata, a unos pasos de los dos restaurantes jerezanos con estrella Michelin, LÚ. Cocina y Alma, y Mantúa, ahora Ramón y Eliseo han incorporado un local contiguo, lo que les permite tener terraza exterior y salón interior. Desde los desayunos a primera hora hasta la noche, un ritmo frenético con el que ya contaban. “Lo teníamos asumido y creemos que es así, si no estás encima de tu negocio esto no sale adelante. Necesitamos que nos conozcan, que nos vean, cómo hacemos las cosas y, a partir de ahí, ir dando pasitos hacia adelante. No nos pesa”, reconoce Eliseo, a lo que añade Ramón: “Ahora mismito lo que toca es casi vivir aquí. Pero cuando coges algo con tanto cariño, mimo, ilusión… no pesa”.
Los niños de Aladro están on fire. El verano y las Fiestas de la Vendimia han hecho que las primeras semanas que creían de rodaje hayan sido de alta competición, “brutales, leña desde el primer día”, pero eso les empuja a seguir pensando que van por el buen camino. Cerdo 100% ibérico para las mollejas y las albóndigas al oloroso, garbanzos con langostinos, pimientos asados… Una carta cortita, pero contundente y con todo el sabor del recetario jerezano, “sin sofisticaciones, pero todo de primera calidad”.
Comentarios