Su primer trabajo en España fue en un restaurante chino de Burgos lavando platos. Su hermano ya estaba en el país, y lo convenció para que viniera desde su Filipinas natal. Cuando llegó, en 1981, no sabía hablar español. Dice que, en la distancia, pensaba que "aquí había más oportunidades”, y que se llevó un chasco cuando comprobó que era muy difícil tener una conversación con alguien en inglés. Él fue aprendiendo el castellano con el paso de los años, “en la calle y leyendo revistas”, cuenta Jorge, dueño de Mar Ali, un restaurante filipino que con el paso del tiempo se ha ido consolidando en la ciudad. Lleva abierto desde 2000 y los comienzos fueron “muy duros”, como cuenta su dueño, pero ahora tiene una clientela estable.
Pero para llegar aquí ha recorrido un largo camino. Literalmente. Vive a 19.500 kilómetros de donde nació. Allí estuvo durante una temporada detrás del mostrador de la zapatería familiar. Jorge es el segundo de trece hermanos —siete hombres y seis mujeres—. “Antes cada familia de Filipinas tenía como mínimo diez hijos”, cuenta. También trabajó en una tienda de alimentación. Luego aterrizó en Burgos, donde estuvo cinco años. Allí conoció a Shirley, su mujer, también filipina. Ella trabajaba en un hotel de limpiadora y buscaba un lugar donde poder degustar algún plato típico —o que se le pareciera— de su país natal. Así fue como acabó en el restaurante chino en el que trabajaba George —Jorge desde que tiene la doble nacionalidad—. Luego se casaron en Madrid, donde nació su primer hijo, Marco.
A Jerez llegó en 1998. Uno de sus hermanos era empleado del primer restaurante chino que tuvo la ciudad, Casa Chan, en la urbanización El Bosque, y le consiguió un puesto. Allí estuvo doce años. Su mujer regentó un asador de pollos una temporada, hasta que decidieron apostar por la comida patria. La de la suya, claro. Mar Ali está en la calle Comandante Paz Varela, cerca del paseo de La Rosaleda, donde lleva desde su apertura hace ya 16 años. “Nos dicen que busquemos algo más grande, pero aquí nos va bien, para mi mujer y para mí nos apañamos”, apunta Jorge.
Shirley en la cocina y Jorge sirviendo mesas. Con eso se bastan ahora mismo, aunque tienen ayuda los fines de semana. Antes les echaban una mano sus hijos, pero ahora estudian fuera. Marco, el mayor, está en Londres tras haber concluido su carrera —es informático— y Allison, la pequeña, estudia Turismo en Filipinas. Ellos son precisamente los que le dan nombre al establecimiento: Mar por él y Ali por ella.
A Shirley lo de estar delante de los fogones le viene en la sangre. Tiene varios cocineros en su familia. Su madre trabajó como tal en la casa del hijo de Ramón Mendoza, quien fuera presidente del Real Madrid. Ella, en la del 12+1 veces campeón del mundo de motociclismo, Ángel Nieto. Son anécdotas que cuentan entre risas. En Jerez, después de tantos años, afirman sentirse como en casa. De hecho visitan Filipinas, “y a las dos semanas ya queremos volvernos”, cuenta Jorge, que no se ve viviendo fuera de la ciudad durante mucho tiempo. “Cuando nos jubilemos nos iremos a Filipinas, pero iremos alternando, un año allí y otro aquí”, relata. El carácter abierto de la gente, el clima y el nivel de vida más barato lo convencen. “Se vive mejor y más tranquilo”. “Llevo más años aquí que allí, me siento mitad y mitad”, dice.
En su restaurante, lleno de elementos decorativos típicos de su país, lo que más vende es el arroz de la casa, que lleva gambas, jamón, huevo, cebolleta, y soja. No es de extrañar que se pida tanto. Luego están los tallarines fritos, la lumpia —rollitos de primavera fritos— o la ternera con ajo a la plancha, que también tienen gran acogida. Y los platos filipinos: pancit bihon (fideos de arroz), pancit canton (fideos de huevo) y el lechón kawali, que es panceta frita con salsa de soja, “como si fueran chicharrones”, lo define el dueño del local.
A Jorge, desde que su compatriota Andrew Tan se hiciera con las bodegas Fundador y Garvey, no paran de lloverle las bromas. “La gente me pregunta si soy uno de los accionistas”, apunta entre risas. “Ojalá”, añade, y confiesa que le gustaría poder verse con Tan, dueño ahora de la marca de bebidas más consumida en Filipinas: el brandy. “Allí es como la Coca Cola”, dice Jorge, que señala: “Cuando cuento que en los bares de Jerez no hay Fundador, mis paisanos no me creen”. Es difícil de creer, ciertamente. “Nunca me he anunciado, el boca a boca es el mejor anuncio… y hacer la comida bien”, señala Jorge, que lleva a rajatabla la idea inicial con la que abrió el restaurante. Los amantes de la comida asiática pueden dar fe de la calidad de los platos que ofrecen.
El restaurante Mar Ali abre de todos los días, excepto los martes, de 13:00 a 16:00 horas, y de 20:30 a 23:30 horas.