Uno de los muchos y atractivos paneles que salpican el recorrido dice que es un animal "extraordinario", mitológico, porque "recorre 8.000 kilómetros". El atún rojo nace en el Mediterráneo. Cruza el Atlántico para volver a reproducirse y morir al lugar de nacimiento. Si no fuera por la muerte violenta, una vida envidiable.
Ese ciclo vital y mortal, natural y nostálgico basta para investir de leyenda a un pez convertido en patrimonio cultural de la provincia de Cádiz, afortunada puerta de entrada y salida de ese recorrido.
Historia milenaria, memoria, ciencia marina, forma de vida y gastronomía deslumbrante forman la suma. Asombra comprobar cuántas cosas es el atún. Cualquiera que quiera acercarse desde este 10 de enero a Conil para conocer los detalles, las fechas, los nombres, las herramientas y las civilizaciones puede comprobar que hay poco de exageración. Quizás, algo de exaltación.
La Sala de Exposiciones del Mar y la Almadraba (SEMA) es, desde este miércoles, un museo para revivir la historia y las historias de un producto esencial, como sólo quizás el vino, en todos los siglos de la provincia. Desde antes de que llegara Roma hasta los cocineros estrella de milenio nuevo, del garum a tripadvisor.
La ciudad de Conil, necesitada como toda la costa de Cádiz de atractivos que sumar al imán de las playas o al hedonismo hostelero, ya es la sede de un centro que está a la imperial altura del personaje que le da nombre.
El viceconsejero de Turismo y Cultura de la Junta, Víctor González, inauguraba "un espacio singular y único, un nuevo revulsivo turístico y cultural en la provincia. Un referente de conocimiento transmitido con rigor, de una manera bellísima", decía segundos antes de cortar la cinta.
La alcaldesa Inmaculada Sánchez Zara, la delegada de la Junta en Cádiz, Mercedes Colombo, o el delegado provincial de Turismo, Cultura y Deporte, Jorge Vázquez presidieron el acto formal y la primera visita. Descriptiva resultaba la presencia de representantes de las empresas almadraberas Gadira y Petaca Chico, protagonistas, pero también de representantes de los agricultores, el comercio, la hostelería y los colectivos vecinales conileños.
El recorrido demuestra que el SEMA es capaz de recoger una tradición pesquera que en Conil (como en Barbate, Chiclana o Tarifa) ha marcado de las fiestas al modo de ganarse la vida, de la mesa a la artesanía, hasta el arte de todas las generaciones. Todo el recuerdo y el presente están teñidos de azul y de rojo.
El contenido expositivo del recinto -"esto es mucho mejor de lo que esperaba" fue la frase más repetida entre los asistentes anónimos- es capaz de agrupar una parte de tanto. Los paneles (Español e Inglés), las fotografías y los montajes audiovisuales se distribuyen en dos plantas cargadas de información y atracción.
Barcas diseccionadas para conocer su estructura, las partes del atún y el argot que lo rodea, las distintas artes de pesca con piezas reales y episodios históricos, como la impactante y pequeña recreación del devastador maremoto de 1755 en Conil.
El armazón de una nave invertida forma un pasillo para el visitante en el piso inferior. Maquetas explicativas del laberinto artesanal y antiquísimo de la almadraba. Hasta menciones a otros peces a devorar (corvina, urta, bocinegro...) o el tributo a la verdura de Conil, guarnición imprescindible para una gastronomía muy presente, especialmente con un apartado que incluye un recetario digital.
Las fotos de las últimas trabajadoras de las fábricas de salazones (en 1968) acompañan el recorrido por el apartado de arqueología industrial, las piletas del siglo XVI en las que se desangraban los atunes pescados y colgados.
Esta zona es el homenaje al recinto histórico que acoge el SEMA. La Chanca acumula cuatro siglos de actividad pesquera que se hacen presentes en el recorrido por la planta baja. Biblioteca, zona infantil y almacenes completan las instalaciones.
Tras cuatro décadas de abandono y reformas, La Chanca, en el corazón del casco antiguo, en la infinita cuesta del centro a la playa de Los Bateles, "vuelve a cobrar vida, convirtiéndose en el latido que marca el ritmo cultural y turístico de La Janda", afirman desde la Junta de Andalucía.
Un patio longitudinal, en la zona inferior, culmina en una zona gastronómica en la que ayer se servía, cómo no, jamón del mar con regañás de algas. Todo este apartado está presidido por un prodigioso mural de casi cien metros, obra del pintor y dibujante jerezano Adrián Torres.
La inversión en el centro ha sido de 1.199.999,99 euros (si alguien sabe del céntimo, por favor) a través de la Inversión Territorial Integrada (ITI). Un proyecto "por y para Conil", dice la Junta, aunque incluye un patrimonio compartido con toda la mitad Sur de la costa gaditana, que se ha desarrollado "desde el armazón sólido del pasado, en el que ha sido esencial el testimonio y la experiencia de los conileños".
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