Entre rezos y dulces: la vida de las monjas clarisas de Sevilla

La comunidad del convento de Santa Clara de Carmona, conformada por catorce religiosas, trece de origen keniata, sigue la centenaria tradición de elaborar dulces de manera totalmente artesanal en uno de los edificios de clausura más bellos de la provincia de Sevilla

Hermanas clarisas bañando almendras con chocolate, un manjar para los sentidos.
Hermanas clarisas bañando almendras con chocolate, un manjar para los sentidos. MAURI BUHIGAS

Suena el repicar del fin del descanso vespertino. Leve pero necesario. Son las cuatro y media de la tarde de otoño. Comienzan a llegar los voluntarios de manos solidarias preparados para ayudar a un obrador a pleno rendimiento. Detrás de sus muros, siglos de historia presencian la vida cotidiana de catorce mujeres que dedican sus días a la oración y al trabajo artesanal. Las hermanas Clarisas, trece de ellas procedentes de Kenia, son guardianas de una tradición en Carmona que combina espiritualidad y esfuerzo, una fórmula que ha sostenido este enclave desde el siglo XV.

Entre los ecos de los rezos elevados al cielo, las risas junto al horno que da calor a un lugar frío y húmedo y el aroma del cabello de ángel y el hojaldre horneándose, mientras se calienta un chocolate fundente, las tortas inglesas representan más que un dulce: son un símbolo de tradición local. La comunidad de clarisas, liderada por Sor Verónica, enfrenta los retos de un mundo moderno desde la clausura, transformando la fe en acción.

Kenia, vivero de vocaciones

El camino que le llevó desde Machakos (Kenia) hasta Carmona es una historia de fe y determinación. Y sin tutías: “Sentí la llamada de Dios cuando tenía 19 años. Mi párroco conocía a un misionero que mencionó la falta de vocaciones en España y fue así como decidí venir aquí”, explica con serenidad. Machakos, su diócesis de origen, está situada cerca de Nairobi y ha sido una fuente constante de vocaciones para el convento de Santa Clara. Sor Verónica fue la primera en llegar a Carmona hace 29 años, integrándose en una comunidad, en aquel momento, formada por ocho monjas mayores españolas. "Eran mujeres llenas de sabiduría. Aunque ya no queda ninguna de las que me acogieron, aprendí de ellas todo lo que sé sobre la vida en clausura y el trabajo en el convento", comenta.

DULCES MONJAS CLARISAS CARMONA 8
El horno del obrador de las clarisas de Carmona.  MAURI BUHIGAS

Su llegada marcó el inicio de un cambio en la comunidad. Con el tiempo, otras jóvenes de su diócesis se unieron al convento, atraídas por el testimonio de fe de las primeras hermanas. “Hoy somos 14, de las cuales 13 somos keniatas. Esto no es solo un convento, es nuestra casa y nuestro llamado”. La transición de la vida en Kenia a la vida en Carmona no estuvo exenta de desafíos. Cuando llegó, todo era muy diferente: la comida, la cultura, el clima. Pero sintió que este era su lugar y, poco a poco, fui encontrando su sitio. La superiora resalta que, aunque estén lejos de su tierra natal, mantienen una conexión espiritual con su diócesis: “Venimos de un lugar donde la fe es fuerte, y eso nos ayuda a seguir adelante aquí”. El crecimiento de la comunidad no solo es un testimonio de la fe de las hermanas, han encontrado una nueva familia aquí. “El pueblo nos ha acogido con amor, y nosotras rezamos cada día por ellos y por el mundo entero", añade.

Jorge Bonsor y la Torta Inglesa

Elaborar dulces en el Convento de Santa Clara es una tradición centenaria, un arte transmitido de generación en generación de comunidades de religiosas. Una herencia única. Entre todas sus especialidades, las tortas inglesas son el emblema más reconocido, tanto por su elaboración única como por la curiosa historia detrás de su nombre. La religiosa explica que el origen del nombre está vinculado a Jorge Bonsor, el romántico arqueólogo y pintor inglés que residió en Carmona a finales del siglo XIX tan vinculado a la Necrópolis romana. “Según nos contaron las hermanas mayores, Bonsor enviaba a su criado todos los días a buscar estas tortas. Con el tiempo, la gente comenzó a llamarlas 'tortas inglesas' y el nombre se quedó hasta hoy”, relata. La receta de este manjar dulce no ha cambiado. Todo lo hacen como lo aprendieron de las monjas mayores. La masa, el cabello de ángel, el horneado... Siguen el proceso paso a paso, “cuidando cada detalle”, explica la superiora.

DULCES MONJAS CLARISAS CARMONA 4
Elaborando tortas artesanas.  MAURI BUHIGAS
DULCES MONJAS CLARISAS CARMONA 16
La reina del obrador: la torta inglesa.  MAURI BUHIGAS

Asimismo, elaborar estas tortas es mucho más que una actividad económica para las hermanas; es un acto de fe. “Mientras trabajamos, rezamos. Es nuestra forma de dar algo más que alimento. Cada torta lleva nuestras oraciones por quienes la disfrutarán”, asegura Sor Verónica. El obrador, aunque humilde, es el corazón de la actividad del convento durante el otoño y el invierno. Y no sólo de torta inglesa vive el goloso. Palmeras, magdalenas, roscos, merengues, mazapanes… Las hermanas trabajan en equipo, desde la preparación de la masa hasta el empaquetado. Cada una tiene una tarea asignada, pero siempre están juntas, “compartiendo el esfuerzo”. El cabello de ángel, uno de los ingredientes principales, y que resiste a la nueva oleada de sabores que la torta inglesa guarda en su interior, recibe un cuidado especial. Debe tener la textura y el dulzor perfectos, “ni muy húmedo ni seco, para que las tortas queden como deben ser. Es algo que aprendimos de las hermanas mayores y seguimos respetando”, dice.

El proceso culmina con el horneado en bandejas cuidadosamente dispuestas. En la temporada alta, de noviembre a enero, el obrador se llena de actividad. “Llegamos a vender hasta 200 tortas a la semana. Más otros tantos dulces. Es agotador, pero también gratificante porque sabemos que con cada venta estamos ayudando a mantener nuestro convento”. Sin embargo, las ventas no siempre son suficientes para cubrir los costos del día a día. Y lanzan su SOS tan particular: “Hacemos lo que podemos, pero necesitamos más, especialmente para darnos a conocer. Muchos aún no saben que estamos aquí ni lo que hacemos”, dice preocupada.

Explorando nuevas vías

Mantener un convento de centurias de antigüedad requiere de mucho dinero… Pero también de más creatividad y ahínco, especialmente cuando los ingresos dependen en gran parte de la venta de dulces y donaciones. Sor Verónica explica cómo las hermanas decidieron rehabilitar una casa en ruinas dentro del convento para evitar que afectara la estructura principal y, al mismo tiempo, generar una nueva fuente de ingresos: “Había una casa en ruinas y decidimos restaurarla porque, si no lo hacíamos, el deterioro podía afectar a la iglesia”. La rehabilitación, que se completó después de la pandemia, transformó el espacio en una pequeña hospedería con cuatro habitaciones acogedoras. Aunque su capacidad es limitada, este establecimiento ha encontrado su lugar como una opción atractiva para quienes buscan tranquilidad. Casi siempre está llena. Reciben tanto a turistas que vienen a visitar Carmona como a personas que buscan un lugar para un retiro espiritual, explica.

DULCES MONJAS CLARISAS CARMONA 18
Sor Verónica posa en el patio del claustro.  MAURI BUHIGAS
Entre risas, rezos y manos divinas, las hermanas clarisas trabajan a destajo en plena campaña.
Entre risas, rezos y manos divinas, las hermanas clarisas trabajan a destajo en plena campaña. MAURI BUHIGAS

A pesar de su éxito relativo, la madre superiora admite que la hospedería, por sí sola, no es suficiente para cubrir los gastos del convento. Es un apoyo importante, por supuesto, pero “necesitamos más iniciativas y, sobre todo, más gente que sepa que estamos aquí", afirma.

Y así, la hospedería se suma al museo del convento como parte del buscar diversificar las fuentes de ingreso. “Cada proyecto que emprendemos tiene un doble propósito: cuidar el patrimonio que nos han dejado y sostener nuestra comunidad para seguir cumpliendo nuestra misión”. 

Entre rezos y desvelos

Aunque la vida en clausura las mantiene físicamente separadas del mundo exterior, las hermanas Clarisas perciben las tensiones y necesidades de la sociedad actual. Rezan a diario por todo lo que sucede en el mundo, por las personas que les rodean y por quienes pasan por dificultades. No pretenden más que ser “testigos de esperanza en medio de tanto ruido”, comparte la superiora. Y no se olvidan de nu Kenia natal, de la que están muy preocupadas todas, pues la situación política y social sigue estancada.

DULCES MONJAS CLARISAS CARMONA 13
Las yemas de Santa Clara, a punto de ser bañadas. MAURI BUHIGAS
DULCES MONJAS CLARISAS CARMONA 3
El obrador, a pleno rendimiento. MAURI BUHIGAS
Capítulo aparte merece el vínculo espiritual con el pueblo de Carmona. Sor Verónica agradece el apoyo que reciben, especialmente en momentos de necesidad: “El pueblo responde cuando pedimos ayuda, pero sería maravilloso que este compromiso fuera más constante", dice, refiriéndose tanto a los donativos económicos como al interés por mantener vivo el convento. Sin embargo, es realista y sabe a los desafíos que se enfrentan. Las hermanas trabajan arduamente para sostener el convento, pero los recursos no siempre son suficientes. “Necesitamos más publicidad para que la gente sepa que existimos”.

En su opinión, el calor del pueblo y el compromiso con el patrimonio del convento son esenciales para asegurar su futuro. “Este lugar es parte de la historia de Carmona. Con más colaboración, podríamos hacer mucho más para preservarlo y compartirlo con las futuras generaciones”, apostilla.

Dios mediante

En tiempos convulsos como estos, las hermanas se enfrentan a importantes desafíos económicos y estructurales. Aunque el Ayuntamiento colabora con una subvención anual para el museo, esta ayuda es limitada. “Nos cubre apenas un mes de gastos. El resto lo tenemos que sacar con nuestro trabajo y la generosidad de quienes nos apoyan", afirma. Mirando hacia adelante, confía en que la fe y la dedicación de la comunidad les permitirán superar los desafíos que están por llegar. “Dios nos ha llamado a ser testigos de esperanza, y eso es lo que somos. Seguiremos trabajando, rezando y elaborando dulces, porque creemos que este lugar tiene mucho más que ofrecer al mundo", concluye.

La campana vuelve a sonar. Toca descanso tras trabajar a destajo, incluida la única monja española, una Hermanita de los Pobres acogida por esta comunidad tan africana como andaluza que a sus noventa y tantos guardaba en cajas pequeños mazapanes listos para ser degustados en alguna sobremesa. Los cantos con ecos africanos volverán tras la reja del claustro, alabando a Dios. El Convento de Santa Clara no se entiende sin Carmona; ni Carmona sin él. Guardianas de la fe y del sabor que han hecho a la capital alcoreña única durante décadas. Benditas manos negras.

Sobre el autor:

fotoperfil23

Ezequiel García Barreda

(Carmona, 1985) Periodista, profesor de Secundaria, licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster en Dirección en Comunicación Empresarial e Institucional por la misma universidad. Posgrado en Lingüística Aplicada a la Enseñanza del Inglés como Lengua Extranjera por la Universidad Europea del Atlántico. Profesor titulado en Inglaterra y Gales. Comencé en 2003 en medios como Onda Carmona, TV Carmona, Estadio Deportivo, Grupo Publicaciones del Sur, 16 Escalones Producciones (Canal Sur) y, desde 2014, en las aulas y corresponsal para El Correo de Andalucía. En los últimos años, me he especializado en periodismo cultural, Geopolítica, Historia, Educación y el fascinante mundo de los libros. Y siempre llevando a Andalucía por bandera.

...saber más sobre el autor

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído