El anglicismo brunch se hizo popular hace unos años como contracción de los términos breakfast (desayuno) y lunch (almuerzo). El Español, con sustantivos más largos, no puede competir con la capacidad anglosajona para comprimir ideas.
Desaerzo, almuyuno... No hay color. En eso, y en poco más, el idioma mundial del comercio y el dinero gana al "de los pobres" (según el director de cine francés Jacques Audiard). Más allá de la terminología está el concepto.
El brunch es un desayuno más tardío, proteínico y vitaminado, generalmente generoso y surtido, en el otro extremo del arco nutricional respecto al café bebío y la media tostada del apresurado y cotidiano español.

Es un concepto internacional, asociado al placer de los que levantaron tarde por estar en pleno descanso, de fiesta o porque inician una jornada exigente de largo paseos o disfrute del mar.
Esa cualidad le hace arraigar en las torres de babel, en barrios, ciudades y zonas donde el mestizaje turístico, residencial y cultural es alto. En Berlín, en Madrid, en Barcelona.
En la provincia de Cádiz, pocas áreas tienen una mayor colonia de no nacidos en España (permanentes o de paso) que el amplio término municipal de Tarifa.
Tiene lógica que uno de los mejores brunch se sirva, por tanto, en el corazón de esta ciudad, a dos pasos del histórico paso amurallado al casco antiguo, en el que Guzmán el Bueno habría tirado el cuchillo al musulman con el grito de "tú sabrás lo que le haces a mi hijo".
Café Azul está en la amplia vía comercial que da paso al centro tarifeño (Batalla del Salado 8) y dentro de un año cumplirá dos décadas de trayectoria en manos de Marco Palatini y Fiorenza, la pareja de italianos ("medio alemán" dice él) que lo dirige desde 2006.


El local, con el mismo nombre y siempre la misma filosofía volcada en el desayuno-almuerzo, nació en 1998. Los fundadores alemanes dieron, hace mucho, el relevo a los actuales propietarios. Ellos han conservado y ensalzado una suerte de patrimonio etnográfico local.
El local, con tienda y merchandising propios, es un punto de encuentro entre vacaciones, de año en año, de verano en verano, en enero o en pascua, todo el año, para visitantes españoles, europeos, sobre todo, y de otros continentes.
Una carta sólo para desayunar pero mayor que en muchos bares
Si Tarifa es una de las zonas de playa más populares del mundo, Café Azul es su cantina primordial e internacional. Los saludos y las caras se repiten de forma cíclica hace muchos inviernos, hace más de 25 veranos, aunque no dejan de aparecer nuevos.
"Ya atendemos a la tercera generación de clientes. Ahora vienen también los que nos conocieron con sus padres y sus abuelos. Ya son jóvenes que mantienen su cariño por el Café Azul", afirma Palatini.

La especialidad, monográfica, es el brunch pero es un concepto tan amplio que la carta de Café Azul es igual o mayor que la de la mayoría de bares y restaurantes.
Enamorado del entorno natural de Tarifa, casi colindante con términos tan jugosos como Vejer, Conil y Barbate, Marco y Firenza aprovechan el pujante sector primario y artesanal que les rodea.
Destaca la especialidad en platos con fruta, los preferidos por una clientela europea, española y tarifeña entre la que abundan deportistas (windsurf, kitesurf...) y visitantes con tantas canas como inquietudes nutricionales.
"La fruta que traemos es de la zona, por supuesto, la mejor. De Juan Luis Villalta. El pan es el llamado macho de Facinas, el que hace Fermando Tineo". Con esa materia prima, las combinaciones con leches y delicias para untar aparecen solas.


Los zumos hechos en el momento están entre lo más reclamado, junto al bol de frutas o la macedonia, en muchas combinaciones. Los huevos protagonizan otras variantes (americano, inglés...) y también hay espacio para los quesos (boffard y edam), además del ineludible tomate español, el aguacate, el yogur y los cereales.
Las raciones son generosas -son dos comidas en un solo plato- con precios que van desde los tres euros del bol de cereales y los cuatro del desayuno inglés a los 9,50 euros del llamado Don Enrique, un lujo que despierta curiosidad por conocer al señor que le diera nombre.
Café Azul completa su atractivo intemporal con dos salones blancos y luminosos, puramente andaluces en su estética, y un pequeño patio al aire libre que es una delicia en verano, una estación que dura unos ocho meses en la parte del mundo que marca el final, o el comienzo, de Europa, su punto más meridional.