“Somos dos chavales que han montado un restaurante y que quieren comer de ello”. A Roger Farid Vera, de 29 años, nacido en Ecuador, pero afincado en España desde los 6 años, se le sale el entusiasmo por la boca. Él, de 29 años, y Cristina García, jerezana de 27, acaban de abrir su propio establecimiento en Jerez. La joven pareja derrocha ilusión desde Nuna Restobar, nombre que ya despierta curiosidad al ser pronunciado.
El 19 de abril cuando salió a la luz este nuevo espacio hostelero al que estos enamorados han puesto todo su cariño. “Nos gusta mucho lo que hacemos, cada día me levanto con ganas de hacer cosas nuevas”, expresa Roger, desde el local. Lo bautizaron como Nuna, que significa “espíritu” en quechua, idioma que hablan los indígenas de Sudamérica, y de apellido, Restobar.
“Gastrobar ya está muy trillado, no quería repetir la palabra otra vez, y en Latinoamérica se usa mucho”, explica a lavozdelsur.es. Nuna es un bar y restaurante de ambiente distendido –”nos gusta la seriedad, pero que no llegue a rozar la incomodidad”, dice Roger– y con una oferta de cocina fusión que busca sorprender.
Cristina, que estudió diseño de interiores, se ha encargado de la decoración mientras Roger ha plasmado en los fogones las recetas que han pasado por su vida. Este ecuatoriano, criado en El Puerto, lleva desde los 17 años en el sector, edad con la que decidió mudarse a Madrid, solo, en busca de trabajo. “Empecé en un restaurante mexicano lavando platos después de haber probado en muchos sitios en los que me dijeron que no”, recuerda el joven que, en seis meses, había pasado a ser segundo de cocina y, al final del año, jefe.
Tras esa experiencia, comenzó a recorrer España y estuvo con el chef Juanlu Fernández en Marbella. Después, trabajó en cuatro de sus restaurantes, como Lú Cocina y Alma; y en BiBo, unos de los locales del chef Dani García en Qatar. Hace cuatro años, de Barcelona, regresó al sur para volver a trabajar como jefe de cocina en Bina Bar, de nuevo de la mano del jerezano con Michelin. “Es una de las personas que más me han inspirado”, reconoce Roger.
Fue allí, en la calle José Cádiz Salvatierra donde conoció a Cristina, que trabajaba en el kebab ubicado justo al lado de Bina Bar. “Los dos siempre hemos tenido el sueño de no depender de alguien, sino trabajar para nosotros, pero nunca dimos el paso por miedo”, comenta. Hasta que se enteraron de que iban a ser padres y se lanzaron a la aventura. Justo el día antes de nacer su hijo, que ya tiene cuatro meses, firmaron el contrato del local situado en la calle Leonés, por entonces, en ruinas.
Así, la pareja ha estado criando a su bebé al mismo tiempo que reformaba el establecimiento. “Ha sido un poco locura, un proceso duro, pero ha merecido la pena. Estamos muy motivados y la gente está respondiendo muy bien”, explica el cocinero.
"Queremos que la gente sienta que se teletransporta"
En sus mesas reposan cartas con una atractiva invitación a quien se sienta en ellas: “Dame la mano y demos la vuelta al mundo”. Es el concepto que la pareja quiere transmitir a los comensales que les dan una oportunidad. “No nos encasillamos, queremos que la gente sienta que se teletransporta a otros lugares, puedo combinar en un plato a Francia, España y México”, explica Roger, que ha recogido un trocito de cada zona.
Son platos que domina y que ha ido recabando de su aprendizaje durante más de una década. Su propuesta es una mezcla culinaria de “lo que tengo en la cabeza y lo que he ido viviendo, en los sitios que he estado siempre me han dejado mi espacio para crear”.
La cultura gastronómica de su país de origen convive con un canelón relleno de curry de langostino, un taco de carrillada o una hamburguesa. “Soy de Esmeraldas, una ciudad de Ecuador, en el Océano Pacífico, allí usamos muchas especias que se usan en Asia”, comenta.
"Tenemos una carta para que nadie se aburra"
En la carta “variada, para todos los públicos y para que nadie se aburra”, incluye una sección de tacos que representan a zonas del mundo. Están hechos con un guiso peruano u otro andaluz. También ofrece cochinita pibil que elabora respetando la manera en la que se hace en México, de donde es originaria. “La envuelvo en hoja de plátano y la hago al horno, esta le aporta ese aroma tan peculiar que no tiene otras que he probado por aquí. Yo sigo al pie de la letra una receta hecha por una persona nativa”, explica.
Otra de las opciones que tuvo éxito en su inauguración son las papas bravas, que se llevaron todos los elogios del día. Aunque él destaca los guisos, que al fin y al cabo son la esencia del lugar. Roger se sumergió en este mundo desde muy joven gracias a su madre. “Ella me hizo querer la cocina como la quiero y me enseñó que mi cultura vale un montón y que tengo que darla a conocer, todos mis platos llevan un toque ecuatoriano”, expresa haciendo un guiño especial a su progenitora, que también ha regentado restaurantes en Ecuador.
Cristina y Roger, con dos ‘bebés’ en el mundo, presentan esta nueva alternativa que aspira a colarse en la lista de sitios favoritos de vecinos y visitantes.
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