Una vitrina llena de dulces junto a una estantería donde reposa el pan y una bandeja llena de croissants. Imposible que los ojos no acaben perdiéndose entre estos postres que alegran el día a los amantes de lo artesano. Los responsables de que Castellar Nuevo cuente con este pastelería gourmet con una oferta diferente para “paladares exquisitos” son Daniel Rivera, de 36 años y Lorena Barroso, de 34.
Esta pareja formada por un linense y una gaditana ha traído a este pueblo gaditano conocido por su imponente fortaleza una propuesta que revoluciona los bollos de toda la vida. Él estudió cocina y un grado superior de Restauración. En cambio, ella tiene una doble diplomatura de turismo y empresariales. Sin embargo, aunque provienen de otros mundos, sus caminos se cruzaron en el máster de Dirección Hotelera y sus vidas dieron un giro.
Surgió el amor y acabaron con las manos en la masa. Lorena siempre había elaborado pasteles como un hobby con su familia pero nunca se había dedicado de forma profesional hasta que le picó el gusanillo. “Me dieron la oportunidad en uno de los hoteles donde yo estaba trabajando de recepcionista y descubrí que este era mi mundo. Entonces decidí cambiarlo todo y me puse a buscar escuelas de pastelería”, explica sentada en una de las mesas de un coqueto local.
Así, desarrolló su destreza en Valladolid y, posteriormente, se mudó a Barcelona con Daniel que se dedicó a la cocina. Tras dos años y medio comenzaron a volar por medio mundo absorbiendo conocimientos. La gaditana estuvo como formadora en Italia e Irlanda mientras el linense se sumergió en los fogones de Jamaica.
Finalmente se reencontraron en un hotel que no les inspiraba. “Estábamos tan deprimidos que decidimos abrir un blog gastronómico y al menos hacer en casa la pastelería y la cocina que nos gustaba. Para darnos vidilla”, comenta Daniel.
Sus seguidores les preguntaban dónde podían probar sus elaboraciones con frecuencia y ellos tenían ganas de montar su propio negocio tras haber trabajado en distintos locales. Así surgió Gastrokook, un proyecto bautizado así “con un toque informal” que combina la el dulce de Lorena con el salado de Daniel.
“Queríamos poner en práctica todo lo que habíamos aprendido y nos tiramos un poco a la piscina. Abrimos con un poco de miedo en Andalucía, donde quizá no hay una cultura pastelera tan arraigada como en Centro Europa”, explica el hostelero. Se liaron la manta a la cabeza y, con ilusión, intentaron en 2016 hacerle un hueco a este tipo de productos bajo el logo de un león que “es el animal que tiene el paladar más exquisito”.
La aventura comenzó en un pueblo que apenas tenía 20 años de vida cuando ellos nacieron. “Buscábamos un entorno donde y Castellar nos da turismo. Vienen clientes de la costa del Sol y de la Luz y estamos pegados a Jimena o La Alcaidesa que tienen un núcleo alemán bastante fuerte que nos reclama mucho pan”, comentan. Para la pareja, era “el sitio idóneo” alejado del bullicio de las grandes ciudades. Y, por suerte, les recibió con los brazos abiertos.
En el obrador frío -también disponen de uno caliente-, Lorena se dedica a hacer hojaldre dándole pliegues a la masa para dejarla lista para hornear. A su lado su compañero corta galletas de almendra. Esa es la escena que se repetía cuando Gastrokook arrancó con solo cuatro manos. Al principio, surtían a restaurantes y eventos, pero no contemplaban la venta directa al público.
El interés que empezó a mostrar la gente cada vez que subían sus pedidos a las redes sociales les animó a apostar por una “mini tienda” que abría tres días a la semana. Según cuenta Lorena a lavozdelsur.es, “se invirtió la balanza, a día de hoy solo tenemos colaboración con unas tiendas gourmet pero toda nuestra venta es aquí”.
Desde entonces, el obrador funciona diariamente para sacar las especialidades de pastelería, bollería y panadería. A las opciones francesas, los mousses, las tartaletas o la tarta de queso se suman los croissants de masas fermentadas y los panes de masas madres con fermentaciones largas.
“Intentamos hacer un producto que sea de muy buena calidad. No solamente en ingredientes sino también en procesos”, añaden. La pareja intenta que las frutas y verduras sean de kilómetro cero y las harinas molidas a la piedra, integrales, “nada de refinadas”. Además, no usan aceites vegetales ni margarinas, solo mantequillas.
"No usamos colorantes químicos y mixes ni aceites vegetales"
“Los colorantes químicos y mixes tampoco los usamos. Nuestros colorantes son naturales. Por ejemplo, el banoffe que es amarillo porque el colorante esta hecho a base de cúrcuma”, explica Lorena que acaba de apuntar en una enorme pizarra que revela la organización que requiere esta pasión.
Las estrellas de la casa son tres, el pan de maíz con semillas de chía, los croissants clásicos y la tartaleta de limón. Esta última hecha con una base de almendra, una crema de limón, mousse de limón, merengue tostado y limón confitado.
La pareja elabora con cariño estos productos que muchos vecinos ya conocen al dedillo mientras otros curiosos los descubren por primera vez. El personal de Gastrokook está a su disposición para explicar con detalle el proceso de elaboración y los ingredientes usados. “Intentamos que se metan dentro de nuestro universo y disfruten del pastel sabiendo lo que está comiendo y por qué”, dicen.
"Intentamos que disfruten del pastel sabiendo lo que están comiendo"
Pero Daniel y Lorena van más allá. Desde hace dos meses también son una escuela con masterclass de profesionales punteros del sector y cursos de perfeccionamiento. Las dificultades que tuvo ella para formarse les empujó a iniciar este proyecto. “También tenemos dificultad a la hora de encontrar personal cualificado”, comentan. Al mismo tiempo, muchas personas les preguntaban si hacían cursos y, una vez más, han optado por probar.
Desde este municipio luchan por que Andalucía también esté en el pódium de la pastelería gourmet.
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