Tardes de futbolín y billar, cafés al refugio del frío y partidas de cartas frente a una televisión que retransmitía La Liga. Comidas entre amigos y familias envueltas en un cálido olor a paja que se ha quedado grabado en los recuerdos de muchos portuenses. En una choza auténtica —similar a las que siguen siendo hogares en Doñana— los niños y niñas de distintas generaciones han jugado hasta la saciedad.
Un pequeño tobogán, dos columpios y un terreno arenoso en el que buscar tesoros escondidos eran suficientes para pasarlo en grande. “Muchas personas han vivido aquí grandes momentos de su infancia”, dice Juan Carlos Camacho señalando la zona infantil de La Choza, venta que lleva en pie prácticamente los mismos años que él.
Fue a principios de los ochenta cuando el empresario Luis Arévalo mandó construir una choza en el Camino Viejo de Rota. El fundador, que también había abierto el hotel Bodega Real, apostó por un lugar diferente e idóneo para que niños y adultos estuvieran a gusto. Su idea era montar una venta que, con el tiempo, se convirtió en el favorito de muchas familias.
La propuesta caló en la ciudad. “Él tenía una gran mentalidad empresarial y buscaba englobar los momentos de ocio para la unidad familiar, quería reunir a la gente. Tu pasabas por aquí y veías a niños correteando”, explica el portuense que tomó las riendas del negocio en diciembre de 2021 junto a otros dos socios.
Tras su época de esplendor, la venta pasó por las manos de distintos regentes que intentaron sacar a flote este rincón cargado de historia. En los últimos años se registraron muchos cambios en la gestión hasta que a Juan Carlos se le presentó la oportunidad de hacerse cargo.
“Cuando llegamos estaba muy dejado, había estado mucho tiempo cerrado y había cosas obsoletas. Cada piedra que levantábamos era un problema”, comenta el portuense, que había trabajado en hostelería en su juventud, sector que no retomó hasta el año pasado. Tardaron cinco meses en poner el local a punto y reabrir al público. Sin embargo, pese a la buena acogida, discrepancias entre los socios provocaron que en mayo de 2022 Juan Carlos se pusiera al frente en solitario.
Una aventura por delante que vivió con mucha ilusión. Para él, era una oportunidad, no solo de recuperar un establecimiento emblemático de la ciudad, sino también de dar salida a los productos de Pescados y Mariscos Manila, empresa que fundó en 2010 tras más de dos décadas en este mundo.
Cuando finalizó su carrera de Historia del Arte en Sevilla decidió tomar otro rumbo, “trabajar en el pescado” y así ha sido hasta hoy, que además, es presidente de la asociación de vendedores de pescado de El Puerto (Asoven).
Juan Carlos mantiene la esencia de La Choza como punto de encuentro de familias y también, de deportistas, amantes del pádel que alquilan las pistas ubicadas frente al establecimiento. “Fueron de las primeras que se fundaron en El Puerto, junto a las del bar Manolo y a las del Faisán Dorado”, dice. Fueron construidas en el lugar donde se localizaban unas caballerizas y acogieron numerosos partidos desde su creación.
"Le hemos dado un cambio a la cocina"
“Hemos apostado por el padel y le hemos dado un cambio a la cocina”, explica el también entrenador de fútbol que en otros tiempos estuvo con el Racing Club Portuense. Además de renovar su exterior con una capa de pintura roja, sobre la amarilla originaria, ha introducido platos nuevos orientados a la cocina tradicional que Mila Rubio, portuense de 54 años, prepara con mucho gusto en los fogones.
En las mesas ofrece surtidos de pescado frito, a la plancha, guisos, carnes y hasta patatas con queso y Kebab. La corvina al ajillo es un plato que sale bastante. También hacemos cazón en tomate, atún encebollado, o choco a la plancha que sale muchísimo”, cuenta a lavozdelsur.es mientras Mila elabora algunas de las especialidades que ha nombrado.
Su idea es que el pescado procedente de su empresa sea la estrella de La Choza, sin desatender a la carne y a otras opciones típicas como la presa con jamón, el solomillo al roquefort o la ensaladilla de gambas al ajillo. “Muchas personas dicen un bar que no tenga una buena ensaladilla no es un buen bar. Gracias a Dios con ella nos va bien”, añade.
En el establecimiento con amplias terrazas también se brinda con copas durante el tardeo mientras los más pequeños disfrutan en el castillo hinchable gratuito que montan los fines de semana. Otra de sus señas de identidad son los eventos que se celebran, desde aniversarios de boda hasta despedidas de solteras. “No están saliendo muchos. Cuando hay una comida familiar la preparamos en este salón más íntimo, para que vean a los niños jugar desde la ventana”, explica.
Bajo el techo de paja también organizan espectáculos de flamenco o karaokes todos los sábados y, pronto, habrá clases de bachata y sevillanas. Además, Juan Carlos cede el espacio a una comparsa y a un grupo musical para sus ensayos y, por su cabeza, ya rondan las zambombas. “Le intentamos dar bastante vida”, sostiene.
La Choza renace con fuerza para no caer en el olvido y seguir reuniendo a familias. “Estamos poniéndole toda la ilusión del mundo para que vuelva a ser lo que era”, dice agradecido con las personas que hacen posible su andadura.
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