El Veranillo era un restaurante emblemático de Sanlúcar desde la década de los 80, al que las familias acudían a celebrar cumpleaños y ocasiones especiales, un lugar de esos que forman parte del corazón y de la historia de un municipio. Y, desde 2017, es el Veranillo de Santa Ana, un espacio con un toque moderno y propuestas gastronómicas basadas en la tradición y en los productos locales.
Sus propietarios, José Ramón y Miguel Hidalgo Prat, vienen de una familia que tiene la hostelería como vocación. Sus padres regentaron un catering, y después un despacho de vinos. "Era un bar, con sus botas de vino y eso, empezó a poner tapitas con la copita de vino… y al final acabaron montando ahí un pequeño restaurante", explica José Ramón. Poco después, cogieron el club náutico de Sanlúcar, donde la familia permaneció siete años al frente.

La familia abrió poco después el gastrobar Doña Calma, con su hermano Gildo al frente, y en 2017 llegó el Veranillo de Santa Ana. "Nos lo ofrecieron, estaba al lado de Doña Calma y fue una propuesta interesante. El local era bonito y le hicimos una pequeña reforma", relata Hidalgo Prat. Además, "era un restaurante que tuvo mucho nombre y la gente le tenía especial cariño", relata José Ramón.
Su propuesta con este restaurante es ofrecer una cocina tradicional, "con productos de aquí, pero algo más elaborados", aclara. Justo antes de Semana Santa, abrieron un nuevo espacio: La Lobera, también en Sanlúcar.
El enfoque del Veranillo de Santa Ana es claro: basarse en la cocina típica sanluqueña, "los guisos marineros que aprendimos de nuestros padres, pescado, mariscos…. pero con un toque más moderno al emplatar", explica José Ramón. Un ejemplo de esto es la ropavieja de corvina. "Es un plato que inventó mi padre en el club náutico. La ropavieja es un plato típico de aquí que se hace con la carne del puchero, los garbanzos y demás, y mi padre como usaba mucho la corvina, pues toda esa carne la cogíamos, la desmigábamos y la poníamos como si fuese la carne de puchero, y hacíamos la ropavieja de corvina", relata.

Ambos, José Ramón y Miguel, llevan la hostelería en la sangre, y han estudiado cocina, el primero en Sevilla y el segundo en Jerez. Pasan mucho tiempo en cocina, experimentando, innovando y probando nuevos platos para su carta, en la que introducen propuestas nuevas cada semana. "Todas las semanas metemos cosas nuevas, vamos probando… No tenemos una carta continua, va variando mucho, también en función de la temporada", explican. Por ejemplo, ahora ya están introduciendo los platos fríos que harán las delicias de sus comensales en la temporada estival.
Además de la ropavieja de corvina, destacan el jamón de atún y las croquetas, según apunta Miguel. "El jamón de atún es un clásico de nuestra marca. Los pescados al horno también viene mucha gente a pedirlos, y en invierno tiene mucho éxito la cacería, el arroz de pato, el cochinillo al horno...", completa su hermano. Trabajan, sobre todo, con productos de temporada, e intentan ofrecer siempre un valor añadido. Los tomates, por ejemplo, los cultivan en su propia finca, y los presentan con un toque más moderno.

En estas semanas comienza su temporada alta, con turistas nacionales y extranjeros. "Los que más vienen en verano son los ingleses; los alemanes también, pero vienen más en invierno", relata Miguel. A estos comensales les encandilan los arroces. "La paella la piden casi todos", apunta José Ramón.
¿Cómo 'sobrevive' un restaurante en una zona turística en temporada baja? "En invierno, la gente en Sanlúcar sale más a mediodía; por la noche quizá salen más a tapear, por eso ahí Doña Calma tiene más éxito", explican.
Pero en verano es "una bomba", tanto por la noche como por mediodía, según cuentan. En época estival "podemos dar de comer a más de cien personas a mediodía y más de cien por la noche, incluso en días entre semana", recalcan ambos hermanos.

Y, por supuesto, tratándose de un restaurante sanluqueño, los vinos también tenían que tener un protagonismo especial en el Veranillo de Santa Ana. Ahí, Miguel, que también suele salir a sala a tratar con los clientes, lleva la voz cantante: "En las manzanillas, por ejemplo, cada bodega tiene su vino peculiar, y al final todas tienen un sabor diferente aunque sean parecidas". En blanco, destaca Alba Balbaína, de Barbadillo, y los de Luis Pérez.
La del Veranillo de Santa Ana es, en definitiva, una apuesta ganadora: productos locales y de temporada, tratados con mimo y cocinados con esmero, con un toque innovador y la experiencia y los conocimientos de dos hosteleros de cuna y de formación, en un enclave gastronómico único como es Sanlúcar.