Consumir los alimentos en los lugares donde se producen es siempre una ventaja. Pasa con el jamón de Jabugo, el espeto de sardinas malagueño, la tortillitas de camarones o el cazón en adobo de Cádiz, el rabo de toro en Ronda y así se podría seguir relacionando productos con ciudades andaluzas e, incluso, españolas. Igual pasa con las aceitunas de mesa en Arahal. En este pueblo de la campiña sevillana, hay una ruta de bares necesaria para probar las variedades del fruto del olivo y sus aliños en origen.
Y esto significa encontrar el auténtico sabor de las aceitunas recién aliñadas, preparadas, a veces, por los mismos propietarios de los bares que han heredado las recetas de tradición familiar y, a pesar de que supone un trabajo añadido extra, cada campaña del verdeo compran aceituna recién verdeada y comienzan un ritual que llena de olores naves o viviendas.
Es el caso de David Álamo, el propietario del primer bar que encuentras si accedes al pueblo por la segunda entrada de la A-92, la que lleva también a Morón de la Frontera. El establecimiento es, a su vez, apeadero de autobuses, por lo que supone una parada obligada para el visitante, sobre todo, si quieres probar aceitunas que hace apenas una semana aún estaban arracimadas en cualquier olivo de un pago de Arahal.
David Álamo abre todos los días a las 5 de la mañana y sirve muchos cafés, pero no es capaz de contabilizar los platillos de aceitunas que pone delante del cliente junto a su consumición. No las cobra, asegura que "tengo a la gente acostumbrada desde hace mucho tiempo y ahora no puedo echarme atrás". Lo cierto es que el precio de la aceituna, al menos este año, ha alcanzado un récord que pasará a la historia (entre 1,30 y 1,5 euros/kilo) por lo que comprarlas no es un gasto superfluo. Además, el empresario lleva más de un mes arreglando las variedades que compra, de una calidad excepcional, un trabajo que solo está pagado por la fama que adquiere la barra de su bar gracias a este aperitivo.
En estos días, en David Apeadero de Autobuses se pueden probar manzanillas y tetudas, estas últimas con un sabor diferencial que supone un deleite para el visitante y el consumidor local, acostumbrado a probar el sabor auténtico de una aceituna verde. Este sencillo aperitivo, imprescindible para abrir el apetito, tiene detrás muchas horas. David las prepara en caústica o salmuera, la manera más sencilla y más natural. A veces, llevan tan poco tiempo recogidas que aún se nota de fondo el punto de amargor que da el olivo.
Con la única variedad que no pasará, es decir, la única cuyo sabor es dulce casi desde que se coge del olivo, es la 'dulzal', una aceituna que cambia de nombre conforme se avanza dirección a Morón de la Frontera donde la llaman, morona, una manera de reivindicar como propias un producto que se dan en toda la comarca. Lo cierto es que esta variedad casi no se encuentra ni siquiera en la ruta de bares y mucho menos en las estanterías de los supermercados, sólo puedes comprarlas en el mercadillo de los jueves a una familia de Arahal o también tener la suerte de recibirlas como regalo de un agricultor.
Si sigues entrando por las calles cercanas a esta entrada al pueblo, en la misma calle Óleo encontrarás dos lugares donde no faltan las aceitunas en todo el año, aunque en campaña están aseguradas. Son el Bar La Tórtola (número 5) y la Bodega La Mazaroca (número 42). La Tórtola es el más antiguo, un bar familiar donde antes de preguntar al visitante qué quieren de beber, ya tienen en el mostrador preparado el plato de aceitunas. Desde 1976 está abierto al público, hoy en día familias enteras acuden para probar su variada carta de platos y las aceitunas.
Lo mismo ocurre en la Bodega La Mazaroca, este platillo es tan tradicional que, junto con los altramuces o saladitos, marcó el origen del lugar, hoy emblema del buen comer en Arahal. La bodega, además, tiene un atractivo añadido. A base de coleccionar fotos y objetos (herramientas, radios antiguas, monedas, llaves…) se ha convertido en un museo etnográfico que sorprende en la primera visita.
Su relación con el flamenco está asegurada desde sus orígenes ya que el propietario del establecimiento, Manolo Blanca, hoy ya jubilado, era el hijo del maestro Blanca, de profesión barbero. El Maestro Blanca llegó a hacer sus pinitos entre grandes cantaores de este arte que iban a visitarlo y marcarse unos cantes. De hecho, en la bodega era fácil ver cada semana a Pepe Marchena. Hoy el lugar lo regentan sus tres hijos, Jorge, Demetrio y Silverio y son ellos los que se han encargado de conjugar la historia y enjundia del lugar con los nuevos tiempos y un conjunto de platos que cambian cuando se le acaba las 500 cartas, aproximadamente, una vez al mes.
Las verdiales aliñadas y las gordales presiden en estos días los entrantes de La Mazaroca, el lugar que visitó el Rey Felipe VI el 13 de junio de 2021, una fecha enmarcada en papel de prensa en una zona distinguida de un local donde es un reto ya colgar más cuadros de cantaores y bailaores flamencos o celebridades que han visitado el local. Eso ocurre hasta que entra por las puertas el último actor que ha actuado en el Teatro Municipal y le hacen una foto firmando una de las cartas.
Hay quien asegura que las aceitunas de Arahal deben comerse en estos bares, que sólo allí están las auténticas, aquellas que crujen cuando les das el primer bocado y guardan todavía un poco el amargor del campo. Las familias de los agricultores también guardan las mejores en la despensa para que no falten en la mesa en todo el año.
Cuando se adentra el visitante en el casco histórico de Arahal, una parada obligatoria para probar el fruto del olivo es el Bar López, apellido de los hermanos Manuel y Antonio, herederos de un lugar que se conserva igual que el primer día. Su clientela más habitual vive cerca, en el barrio del agua y sus alrededores -calle Mina, Plaza Vieja, iglesia del Santo Cristo, Juan Leonardo-, va siempre gente conocida que marca el pulso del lugar.
Bar López es la tasca por excelencia y está ubicada en la esquina que divide dos calles. Los hermanos que la regentan han mantenido la esencia del bar y el desparpajo en el trato con el cliente. Dicen quienes la visitan que, últimamente se ha puesto de moda, justo pago por mantener desde el principio la comida casera (falda rellena, menudillo de pollo, carne mechada) y, sobre todo, aceitunas todo el año, manzanillas, godales, zorzaleñas, preparadas por ellos mismos y con el toque que solo puede darles la tradición.
Y, en pleno centro urbano, muy cerca de la plaza de la Corredera donde se ubica el edificio del Ayuntamiento de Arahal, el propietario del Bar La Campiña, Juan José Brenes Lobato, selecciona cada año las variedades que ofrecerá a la clientela. Manzanillas o gordal aliñadas es lo primero que ofrece Paco Núñez, uno de los mejores camareros del pueblo, con muchos años de experiencia en el sector.
La aceituna Prieta
Camino ya de otra de las salidas dirección Sevilla o Málaga, aquella que pasa por la zona más comercial, el visitante no puede coger la Autovía del 92 sin antes entrar en El Verdeo, un bar cuyo nombre ya prepara al visitante para lo que su propietario, Luis Minguet, te va a ofrecer. Aceitunas manzanillas aliñadas o en cáustica y gordal morada sajada, en campaña de verdeo. Pero, cuando llega diciembre, dispone siempre de uno de los manjares más típicos de este pueblo y seña de identidad: la aceituna prieta.
No siempre es de una sola variedad, aunque la más habitual es la de manzanilla. Es la aceituna que los agricultores dejan en el árbol para que alcance su total maduración antes de convertirlas en aceite. Entonces el producto se prepara mediante un delicado proceso de secado para terminar con su peculiar aliño de comino tostado, ajo, orégano, pimiento rojo y sal.
Esta aceituna se come especialmente en el desayuno, es una variedad autóctona de la campiña sevillana cuyo origen no está localizado en el tiempo. Si preguntas a los vecinos del pueblo, la respuesta es “se come desde siempre”. En el bar El Verdeo, se consumen más de 600 kilos de aceituna al año. Y dice su propietario "que la valora más el visitante que el vecino del pueblo".
Si el visitante aún tiene espacio para probar más aceitunas acompañadas de platos típicos de la localidad, la ruta se puede ampliar para pasar por el bar de José María ‘El Churrasquito’, en la Peña Bética de la localidad, y muy cerca, en la misma calle (San Antonio) está la tasca del Remonta; para ir a bar El Potro ya camino de la vereda de Carmona, donde las aceitunas son propias al igual que sus aliños.