Ruta por Los Cuatro Cantillos, en el corazón de Triana

Alrededor del estrecho cruce de las calles Alfarería y Antillano Campos se encuentra un espacio bautizado según una loseta antigua. Un nombre y una historia que incluso muchos trianeros desconocen

Interior de Las Golondrinas, en Antillano Campos, corazón de Triana.
Interior de Las Golondrinas, en Antillano Campos, corazón de Triana. MAURI BUHIGAS

Este es uno de los cruces más antiguos del barrio, que aparece perfilado en la 'Vista General de Sevilla', grabado que data de 1585 realizado por el milanés Ambrogio Brambilla, que trabajó en Roma muchos años al servicio del papado. Muchos sevillanos, incluso muchos trianeros, ignoran que ese estrecho cruce de las calles Alfarería y Antillano Campos es conocido como Los Cuatro Cantillos, tal como reza en la loseta antigua que está incrustada en la pared de la esquina derecha de Alfarería, en el costado de la antigua casa ceramista de Montalván. Nombre el de Los Cuatro Cantillos que responde a los guardacantones que estaban en las esquinas para protegerlas de las ruedas de los carros de los alfareros.

Cruce de Alfarería y Antillano Campos, conocido como "Los Cuatro Cantillos
Cruce de Alfarería y Antillano Campos, conocido como 'Los Cuatro Cantillos'.  MAURI BUHIGAS

La calle Antillano Campos era salida del antiguo castillo de San Jorge hacia la Cava Vieja o Cava de los Civiles, como se conocía el tramo de Pagés del Corro donde, frente al convento y colegio de La Milagrosa, se encontraba la casa cuartel de la Guardia Civil. En esos bajos, por cierto, estuvo la taberna de El Rey de los Pinchitos, hoy en López de Gomara, casa cuartel que estuvo en la entrada de lo que fue la explanada de garajes que se disponían delante del cine Avenida de verano. Como contraposición, el otro tramo de la calle Pagés del Corro, el que va desde la parroquia de San Jacinto y su imponente ficus, hasta la Plaza de Cuba, se conocía como Cava de los Gitanos, por ser lugar de casas y corrales donde vivían muchas familias de esa etnia, con gente del toro y muchos flamencos, siendo Triana un barrio donde se reconoce una escuela particular del arte de Cuchares y donde hasta existen palos del flamenco con nombre propio, que se podían escuchar de vez en cuando, entre pringá y pringá, en la Taberna El Morapio de la calle Troya, junto a la vieja fábrica de hielo.

Por Los Cuatro Cantillos hoy desfilan a diario cientos de personas, muchos visitantes que llegan a Triana, ese Trastévere sevillano, en busca de la singularidad del antiguo arrabal, de sus callejas, de sus edificios antiguos, de sus bares de tapas, de sus iglesias, del viejo mercado que va a cumplir su doscientos aniversario. Multiplicado desde la peatonalización de un tramo de la calle San Jacinto, donde hoy se suceden bares, heladerías, comercios… repartiéndose el espacio entre las mesas hosteleras, el carril bici (bueno, habría que llamarle ahora el carril patinete), los manteros, el tío de las castañas asadas y un sendero central para los peatones. Tramo donde perdimos el diminuto paraíso de la cervecería marisquería de Los Dos Hermanos, aquellos manchegos tan sevillanos que se jubilaron con el nuevo siglo, aunque nos quedan los calamares fritos del Miami y las frías cervezas de La Grande, con sus gambitas de cortesía, detallazo.

Podemos adentrarnos, desde Los Cuatro Cantillos en las cuatro direcciones cardinales para descubrir un buen número de locales y edificios singulares. Si entramos desde Callao, nos reciben las tiendas de cerámicas Santa Ana y la de Ruíz. Justo después, el Museo de la Cerámica, no olvidemos que estamos en la zona de los alfareros por antonomasia, allí, en la misma esquina, un azulejo exaltando el oficio, cuyo texto me aprendí de memoria desde chico: Oficio noble y bizarro/entre todos el primero/pues en la industria del barro/Dios fue el primer alfarero/y el hombre el primer cacharro.

En la angosta calle nos encontramos al ir adentrándonos hacia el cruce, uno de los últimos talleres donde podemos ver el trabajo de ceramistas en directo, Cerámica Rocío, un local enmarcado bajo una portada neo plateresca de 1940. Los vinos van ganando terreno en la zona, ahora hablaremos de El Mercader de Triana, pero mentemos antes un pequeño negocio de la calle, Amavinos, la tienda almacén de Álvaro Martín, un inquieto distribuidor que pone sus vinos para hostelería al alcance del público en esta coqueta tienda.

Y ya en el cruce, dos bares magníficos, El Mercader de Triana, con su extensa carta de vinos y la creativa cocina andaluza del chef, Víctor Gamero, cocinero de larga experiencia nacional e internacional, que ha encontrado en su Triana natal, su lugar en el mundo. Y el bar Paco España, ambos con animadas terrazas que desafían el angosto cruce. Por cierto que los dos negocios amplían sus actividades en locales cercanos. Paco España se ha quedado con el local que fue casa Anselma, en la esquina de Covadonga con Pagés del Corro, en la histórica casa de los Mensaque, una de las industrias alfareras más importantes de la historia de Triana, aún no ha abierto el nuevo bar. En la misma calle Covadonga se encuentra, hoy dignamente reformada, la antigua Casa de los Artesanos, en cuyo interior se descubre La Tintorería Clandestina, un peculiar sitio que alberga dos antiguos hornos alfareros, donde Víctor Gamero organiza numerosas catas de vinos maridadas con sus creaciones gastronómicas, con cocina a la vista de una mesa tan solo para doce comensales, una experiencia peculiar y exclusiva para verdaderos gourmets y amantes de los buenos vinos, donde humildemente colaboro con mis conocimientos vinícolas.

Víctor Gamero en La Tintorería Clandestina
Víctor Gamero en La Tintorería Clandestina.   MAURI BUHIGAS
 

Esa mezcla de la tradición artesana ceramista de la zona y la hostelería es frecuente en el entorno de este cruce, como ocurre en la muy fotografiada fachada de Montalván, perteneciente al edificio construido por el arquitecto Juan Talavera, parte de otra de las viejas fábricas alfareras, hoy bar restaurante de la familia Arcas, los fundadores de Las Golondrinas, ese pequeño e histórico bar del segundo tramo de Antillano Campos, donde lo que vuelan sobre la barra no son los becquerianos pájaros sino los caballitos de jamón que, junto con los champiñones rellenos, entre otros bocados, son santo y seña de las tapas de la casa.

Entrada de Las Golondrinas
Entrada de Las Golondrinas.  MAURI BUHIGAS

Hemos rozado Alfarería, adentrémonos un poco en esta histórica y larga calle que va desde el Patrocinio -¡ay aquellas gambas al ajillo de la taberna de Juan!- hasta San Jacinto. Si giramos hacia la derecha desde Paco España, antes de llegar al antiguo solar donde estaba el cine Alfarería de verano y estuvo después temporalmente el Mercado de Triana, podemos apreciar el edificio regionalista con influencia modernista de la antigua fábrica y tienda de Antonio Japón, otro de los importantes, cuyos reclamos en azulejos en la fachada datan de 1912, más de cien años los contemplan. Enfrente el bonito y peculiar estudio del artista colombiano, residente en Sevilla desde hace años, Norberto León, Norler, pintor muy original y espiritual y grabador también de paisajes artísticos sevillanos de gran belleza. La calle, hacia el otro lado, nos lleva hasta la vieja taberna Casa Diego, donde disfrutamos de sus caracoles y de sus guisos caseros hasta que, signo de los tiempos, el matrimonio propietario se jubila y el bar queda en manos también de la familia de Montalván y La Golondrinas, hoy reformado y con una buena nómina de tapas, siempre está lleno.

El tirador de cerveza de Casa Diego, es una reproducción de la Iglesia de Santa Ana.
El tirador de cerveza de Casa Diego, una reproducción de la Iglesia de Santa Ana.  MAURI BUHIGAS

Cerca de la tienda taller de Norler, en la misma acera, está la Cerca Hermosa, un corral de vecinos, adarve antiguo, nada menos que de 1825, donde florecen geranios y gitanillas. Una manera de vivir que fue muy común en el barrio, donde se hacía mucha vida común en el patio, donde incluso se compartían cocinas, lavaderos para la ropa y retretes, para dejar las viviendas privadas prácticamente solo como dormitorios.

Regresemos al cruce. Estamos cerca del Mercado de Triana, que se erige sobre las ruinas del castillo de San Jorge, sede que fue de la Inquisición local. En su entorno, quizás el zoco comercial más antiguo de Europa, hacia Los Cuatro Cantillos, además de los alfareros y ceramistas, se establecieron los gremios de esparteros y olleros, que se encontraban principalmente en el tramo de Alfarería que va del cruce de Antillano Campos a San Jacinto, tramo de calle que se viste de gala cada año para el paso de la Divina Pastora de las Almas, con sus banderitas celestes y blancas, procesión de Gloria que sale el tercer sábado de septiembre, una imagen decimonónica nacida de la gubia de Gabriel de Astorga que reside en la iglesia de Santa Ana, la catedral del barrio mandada construir por el rey sabio, Alfonso X, en el siglo XIII. En el número 8 vivió Manolo Bejarano, famoso capataz de pasos sevillanos, 'La Casa Grande' se la conoce, también con su rótulo de 'Loza, Cristal' en el dintel de la entrada. Entra esta y la esquina de El Mercader de Triana una bonita casa con patio sevillano, hoy academia de baile flamenco y la tienda de Cerámica Santa Isabel, fundada en 1789.

Casa ceramista de Montalván
Casa ceramista de Montalván.  MAURI BUHIGAS

Salimos por Callao a Castilla, en la esquina la antigua 'Esquina Cuesta, Casa Ruiz, que fue famosa por sus pavías y donde aún podemos ver el gran azulejo de la línea de vapores que, saliendo del 'faro de Triana' unía Sevilla con Sanlúcar de Barrameda. Después, por Castilla, la pequeña taberna El 24, fundada en 1950. Y los fantasmas que se nos aparecen por el camino, los ultramarinos, la zapatería con su zapato gigante, por cierto hoy en un bar de enfrente, Los Leones, la juguetería droguería junto a la puerta del Mercado, en fin, a qué seguir, que nos alejamos de nuestra esquina de hoy, Los Cuatro Cantillos.

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Javier Compás

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