Mar en calma. Una brisa agradable azota la proa de una de las embarcaciones atracadas en el puerto deportivo de Barbate. Este pueblo de tradición marinera es testigo de las idas y venidas de aquellos que aguantan toda la noche despiertos pensando en su familia y en los amigos que han dejado en tierra.
Luchar contra la naturaleza es lo que el hombre que acaba de subirse a un catamarán ha hecho prácticamente toda su vida. Patrón de pesca, de cabotaje, de cochero polivalente —y poseedor de otros títulos del sector—, Diego Vidal Varo pisa la cubierta de un barco que no solo impresiona por sus dimensiones sino también por su historia.
El barbateño de 47 años permanece de pie sobre el primer barco pesquero que se transforma para realizar rutas turísticas por Zahara, Tafira, Cádiz y Conil, costa gaditana elegida por muchos para disfrutar de sus vacaciones, pero que raramente ha podido ser contemplada desde el mar. La zona de los acantilados y tajo de Barbate, por ejemplo, es una de las excursiones más atractivas que propondrá, al estilo de la Costa Azul francesa y el paseo en barco por Les Calanques de Marsella a Cassis. “Un sueño hecho realidad”, expresa el marinero, mirando los rincones de esta embarcación en la que tantas horas ha estado.
Marine Atlantes, nombre con el que le ha bautizado, no estaba en sus pensamientos cuando se marchó a Sevilla para estudiar ciencias empresariales y márketing. Pero cuando cumplió los 22, decidió dar “un giro radical” y cambió su rumbo hacia el mundo de la pesca, que ha dado de comer a distintas generaciones de su familia.
Dejó los estudios y, con 28 años se centró en adquirir formación. “Hay veces que uno tiene marcado un ritmo y la sangre te hace cambiar”, comenta Diego, que comenzó a aprender de su padre, Salvador Vidal, de 78 años, que en otra época navegaba a bordo del antiguo Nautilus. La vena marinera le viene de familia y quiso seguir con la tradición.
No puede evitar reflejar su pasión por el mar en cada palabra que comparte con lavozdelsur.es en una mañana soleada sobre este barco construido en Bazán, en los astilleros de San Fernando. Un catamarán de 25 metros y ocho metros de manga que inició sus travesías en el año 2000. Cobró vida dentro del proyecto Helios, financiado por la Comunidad Europea, que promovía embarcaciones que pudieran navegar con mayor rapidez y permitieran más tiempo de pesca. “Este fue la novedad en el Golfo de Cádiz”, dice posando su mano sobre las escaleras.
Habían implantado nuevos equipamientos tecnológicos que facilitaban la actividad a sus 20 tripulantes. Tras unos años surcando las aguas, logró convertirse en el barco número uno en la pesca de boquerones, aunque también traían melva, bonito, caballa, sardinas o jureles. “Fue un reconocimiento a toda la lucha, trabajo y sacrificio que habían hecho todas la personas que vinieron conmigo”, comenta remontándose al pasado de Marine Atlantes.
Diego se sienta en una de las sillas donde muy pronto turistas y locales vivirán experiencias marítimas. Allí, antes, se divisaba la maquinaria de pesca que utilizaban cuando salían a faenar. El barbateño siempre estaba atento a todas las novedades tecnológicas en busca de introducir mejoras y hacer más leve el duro trabajo en la mar. Para ello, emprendió un recorrido por toda España durante un año y medio.
"Tuve que aprender la evolución tecnológica"
“Cuando entré en este mundo, tuve que aprender la evolución tecnológica que se estaba dando. Yo había aprendido de la experiencia de mi padre, pero él ya estaba obsoleto, y decidí formarme con distintos patrones de pesca”, explica. Con ganas de empaparse de la tecnología que se aplicaba, se embarcó siguiendo un itinerario lleno de paradas. Fue a Tarragona, Barcelona, Galicia, Portimao, Huelva, Estepona, entre otros destinos en los que observó que la mano de obra cada vez era más reducida y, donde antes trabajaban 30 personas, ahora solo había nueve.
“La tecnología ha evolucionado. Cuando mi padre se subió a uno de los barcos, no sabía ni embarcarse, y lleva toda la vida en la mar”, recuerda Diego, ya acostumbrado a los plotters náuticos y a los radares marinos.
Después de casi 20 años, el barco se impregnó de una “esencia marinera” que se respira desde el timón. Fue en 2017, a raíz de la crisis, cuando el barbateño se replanteó darle un giro a la embarcación. “Todo iba a peor y tuve un sueño. Se lo comenté a mi familia y empecé a trabajar. Quería dar a conocer este maravilloso producto que tenemos en nuestro litoral y enseñar nuestra esencia, nuestra profesión pesquera. Este barco viene con un sueño, una tradición y una historia, y la quiero compartir”, cuenta.
Su misión era equipar al barco para el turismo marinero manteniendo sus características como pesquero, de forma que cumpliera con las medidas de Capitanía, que son más estrictas que para otros barcos turísticos. Presentó su idea y obtuvo una subvención de la Junta de Andalucía por tratarse de un proyecto innovador.
"Hemos superado barrera tras barrera"
“Estuvimos un año y medio preparando la documentación. Todo requiere su tiempo, fue una lucha constante, pero se fue consiguiendo paso a paso”, señala desde la popa. Su meta estaba cada vez más cerca, sin embargo, llegó una pandemia mundial que hizo tambalear al proyecto. “El mundo se paró, vimos que no somos nadie. Las cosas se complicaron más y luego empezó la guerra de Ucrania, que afectó a los materiales. Hemos superado barrera tras barrera”.
Las palabras de Diego rebotan en las entrañas del barco que, tras seis años, por fin podrá llevar a bordo a 141 personas interesadas en conocerlo. Ya está casi listo para arrancar su actividad turística el próximo 27 de abril, día de su inauguración.
Adaptado en pro de la accesibilidad, sostenible y seguro, Marine Atlantes ofrece seguridad y una “sensación única” en diversas rutas para avistar cetáceos, contemplar puestas de sol o ver en directo la almadraba o la actividad pesquera de otras embarcaciones.
Guarda una historia de constancia. Sin la que hoy no sería posible ver al catamarán en el puerto. “Este es mi niño, yo lo vi construirse, yo lo he visto en la reparación, lo cuido, lo mimo, me subo arriba y sé lo que él siente y como está, es mi regalo”, expresa el capitán. En él brotan sentimientos cada vez que lo ve. “Los sueños se hacen realidad”, insiste este apasionado que desea transmitir motivación a todo el que tenga una idea. “Venimos de una pandemia, hay que ilusionar. Es importante que si alguien cree en algo, no se rinda. El trabajo al fina da sus frutos y esa es la satisfacción más grande”, dice. Él lo ha experimentado con sus ojos, cabeza y corazón.
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