Hagan la prueba. Ahora que las tardes son más largas y cálidas, siéntense en uno de los bancos de la Alameda Vieja a la hora en la que el sol empieza a caer y el cielo se torno de un color rosado precioso. Entonces dirijan su mirada hacia la campiña. Aunque se hace difícil, olviden por un momento el enorme mamotreto levantado junto a la Ermita de Guía. ¿La ven? Claro que sí. Medio siglo lleva allí, girando al gusto caprichoso del levante y el poniente, emblema de una de las bodegas más internacionales del mundo y uno de los elementos característicos del ‘skyline’ jerezano: La singular veleta de Tío Pepe.
En el coqueto archivo de González Byass, una estancia con marcado acento inglés, el veterano Manuel Pérez Celdrán, durante años el encargado de poner en orden toda la ingente documentación de la centenaria bodega, se pelea con su ordenador de sobremesa, al que le falla la conexión a internet. Entró en la empresa en 1951 y se jubiló en 1994, pero sigue echando una mano tres veces por semana al archivero, Jesús Anguita, porque no hay cosa que más le guste que empaparse de papeles y de la historia de la familia González. Junto a él, José Argudo, brand manager de Tío Pepe, le ayuda buscando los planos del diseño de la veleta mientras comenta que la misma se concibió como un emblema publicitario que a la vez sirviera para coronar la Gran Bodega Tío Pepe. Porque unas instalaciones de semejante tamaño necesitaban un símbolo de proporciones mayúsculas.
Es 1965. 30 años antes ya se había instalado en la madrileña Puerta del Sol el emblemático luminoso que convertía en internacional el ícono de Tío Pepe diseñado por Luis Pérez Solero. El proyecto de Eduardo Torroja para la gran bodega, llevada a cabo por Fernando de la Cuadra, se hace realidad: un mastodóntico edificio de 168 metros de largo, considerado uno de los mejores ejemplos de arquitectura modernista en la que sobresalen sus cuatro cúpulas gigantes de 42 metros de diámetro. “La veleta es anecdótica en un edificio de este estilo”, señala José Argudo, que explica que la familia González se había propuesto construir una bodega rompedora, de tres plantas, y capaz de albergar 10.500 botas de vino. “En esa visión vanguardista, González Byass se adelantó a su tiempo”.
Anecdótica o no, lo cierto es que la veleta impresiona vista de cerca, después de subir varios centenares de escalones que nos sitúan prácticamente a sus pies. Con una altura de 16 metros y una envergadura de 17, fue construida en un taller de la plaza Mirabal por los cerrajeros Juan Vicente y Manuel Clavijo Jiménez con diseño del arquitecto Olegario del Junco, tardándose cuatro meses en su ejecución. Mucho menos tiempo se empleó para su izado y el acoplamiento del armazón, sólo cuatro horas, a pesar de su envergadura y sus tres mil kilos de peso. Para ello se hizo necesaria una grúa Lima de noventa toneladas, con una pluma de sesenta y tres metros.
La veleta tiene en su base una bola que simboliza el mundo, siendo su diámetro de seis metros y su eje, de cinco. Los cuatro puntos cardinales, alrededor de esta esfera, están señalizados por sus iniciales y tienen unas dimensiones de metro y medio. El mástil, de 16 metros, está coronado a modo de flor de lis, mientras que la lanza o saeta, con una envergadura de diecisiete metros, tiene una punta de dos de largo por uno con veinte de ancho. En su parte contraria, la figura del Tío Pepe tiene seis metros de altura y está iluminado por cuatro focos, lo que permite su perfecta visión a kilómetros de distancia incluso de noche. Echando un vistazo a los planos de la veleta conocemos que está construida a base de tubos de acero estirado y que la misma inicia su giro antes de que el viento alcance una velocidad de 30 kilómetros por hora.
Pero además de esa carga publicitaria, la veleta, como tal, también es un elemento práctico. “El viticultor depende de los vientos predominantes y, desde el punto de vista técnico, desde la bodega Las Copas –a la salida de Jerez- también se divisa la veleta, lo que hace que cuando vas a la viña le eches un vistazo y veas cómo vienen los vientos. Al final es un punto de referencia”, explica Argudo.
Aunque debido a su tamaño la veleta llegó a entrar en el libro Guinnes de los récords, desde González Byass no se atreven actualmente a confirmar si hay alguna que la haya llegado a superar, si bien al menos parece que es la mayor en funcionamiento del mundo. Lo que está claro es que es uno de los símbolos de Jerez y una de las cosas que más llaman la atención a las decenas de miles de visitantes que cada año visitan la bodega.
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