Tapas y raciones que emergen de una cocina exquisitamente pensada y trabajada. No en vano, es uno de los establecimientos más frecuentados de Jerez desde que abrió sus puertas hace más de doce años. Un local acogedor, con una agradable terraza, situado en una de las mejores zonas de la ciudad, en el que la decoración cambia constantemente, pues una de sus señas de identidad es la de ofrecer cada mes una exposición de obras de arte de diferentes pintores.
Si bien para los habituales, Val de Pepe es como una segunda casa, para los debutantes es un sorprendente regalo gastronómico. La variedad de su cocina ofrece una original mezcla de tapas en la que los platos más tradicionales de la cocina local conviven con otros en los que se dejan entrever influencias orientales o sudamericanas.
Son de obligada cata las papas aliñás, la cola de toro, el tartar de añojo, acompañados con una copa de vino de Jerez —si es de fino escarchado, como lo sirven habitualmente, mejor que mejor—. Y si queremos algo diferente, valgan su curry de calamares con arroz basmati, o su bao de gambón crujiente con salsa kimchi como ejemplos. Además de su carta habitual, Val de Pepe complementa su oferta con su sugerente “pizarra”, en la que aparecen cada día cuatro o cinco tapas nuevas, predominando las que tienen como base los productos de temporada.
Una idea clara de su dueño, José Valdespino, que es la base de su éxito: cocina de alta restauración llevada al concepto de bar de tapas, en el que la relación calidad-precio es determinante. Y es que Val de Pepe lleva a gala su condición de bar y sus precios de bar.
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