Seguimos recorriendo la provincia gaditana. En esta ocasión abandonamos la hermosa Sanlúcar para detener nuestro coche de investigador paranormal en la ciudad de Barbate. Sé que por ahí hay otra damisela de color blanco esperando ser contada con el mismo mimo que las otras dos.
Pero nada de visitar la ciudad, el centro queda olvidado a favor de las afueras. Dejamos los edificios atrás por otros parajes naturales. Las altas construcciones humanas son sustituidas por los acantilados que algún díos alguna vez esculpió. La marea de asfalto es sustituída por las olas de la mar. Y en esa hermosa estampa, se encuentra ella.
Nuestra triste dama se encontraba en el borde de esos acantilados, con un hermoso vestido blanco de época, mirando con perversa atracción saltar y dejarse llevar por el barquero del inframundo. Hecho que dicen que realizó en el siglo XX. No obstante, llegar a ese lugar era muy complicado. ¿Qué hacía allí exactamente? ¿Y por qué quería finiquitar su vida así? Ya que todos los paisanos que la conocieron aseguraron que era una hermosa joven.
Algunos cuentan que esperaba a un amor que jamás regresó cuando él partió al mar por asuntos bélicos, o incluso mercantiles. No se dice que éste, al encontrarse en tierras lejanas decidió abandonar a su amada por otra amante. En esta ocasión, el asunto nos lleva a que él falleció mientras cumplía órdenes y ella nunca perdió la fe de volver a verlo una vez regresara.
La leyenda se vuelve más turbia cuando, aún estando en vida, la joven pierde la fe y salta contra la bravura del mar que ocurría de fondo durante estos hechos. Varios vecinos intentaron encontrarla, pero su cuerpo jamás apareció. ¿Sería arrastrada hasta las profundidades por las corrientes? ¿Falta de tecnología de la época?
Un triste suceso que parece que se niega a caer en el olvido ya que la vida sigue, y esos paisajes son visitados por los amantes del mar y las leyendas. Algunos que han navegado cerca de donde, se supone, ocurrieron los hechos, juran haber visto a la mujer de blanco sobre el acantilado.
Por regla general, suele dejarse ver los peores días para navegar. Esas mañanas, o tardes, donde el mar se agita con fiereza y el cielo se encuentra encapotado. Cuando de verdad temes por tu propia vida, si miras hacia los barrancos naturales, la puedes contemplar, mirando al horizonte esperanzada.
Es interesante, como siempre suelo decir, como una leyenda originaria de otro lugar, sufre de sincretismo y se adapta a la ciudad donde se asienta. En un lugar costero, donde miles de barcos zarpan, cuantas mujeres se habrán quedado a lo largo de la historia oteando el mar esperando que sus respectivos familiares, o parejas, regresen con vida.
Aquí no existe ningún castillo, ni parece que la mujer sea de alta alcurnia, ni reclama venganza. Sin embargo, sigue siendo una dama blanca que en los días con fuertes rachas de viento, y el mar impracticable, sigue ahí; desde el siglo XX; esperando a que su amado regrese y poder abrazarlo una vez más para toda la eternidad.
Los testimonios sobre esta entidad en su mayoría son de amantes del mar. Sin embargo, también existen algunas personas que en días que amenazan lluvias, han tenido el valor de pasear por esos lugares y ver, de lejos, la espalda de una joven vestida de blanco. Ella siempre se encuentra sola, quieta y mirando al horizonte. En un momento determinado que han apartado su mirada de ella, ha desaparecido y se han temido lo peor. O que quizás era un espejismo por las fuertes rachas de viento o lluvias.
¿Será cierta la historia de esta dama blanca melancólica?