En todos los artículos que he realizado hasta ahora he dado por supuesto la hipótesis de que todo lo que hay después de la muerte es cierto. Pero, ¿y si eso no fuese así?
La sociedad necesita creer que la muerte no es el final. No se entendería que una historia que empezamos sin una razón aparente, terminase del mismo modo. Si estamos aquí es por algo, y algo más hay después de expirar el último aliento.
Nos aterra imaginar que un día nos dormiremos para no volver a levantarnos nunca. Nuestra consciencia se apagará, y jamás recordaremos siquiera nuestra mera existencia. Es entonces cuando necesitamos sacarle una razón a todo hecho de la naturaleza. Pero como dijo el Marqués de Sade, no todos los hechos de la naturaleza tienen que ser explicados con lógica; en otras palabras, no todo tiene un motivo.
Es entonces cuando surgen las religiones y nos hablan de seres del más allá. Si eres bueno vas al cielo, si eres malo serás castigado por la eternidad. Empiezan a surgir variantes donde aquellas personas que parten, vuelven en determinadas fechas para manifestarse.
La tecnología avanza y surgen esos posibles rostros en fotografías, o esas extrañas voces en las cintas musicales. Pareidolia visual, o auditiva, lo llaman. No es una cara lo que estás viendo, es una mancha en la pared. O esa no es la voz de una persona pidiendo auxilio, es el sonido del viento al pasar por los huecos de un túnel.
Pero la supervivencia nos ha hecho creer en fantasmas. El factor del tercer hombre, ese en el que deportistas extremos en situaciones de peligro han visualizado a una persona que los ha guiado hasta ponerlos a salvo. El efecto del ángel guardián también le dicen.
La mente se niega a rendirse y puede hacernos creer que estamos siendo acompañados por una especie de héroe que está ahí para que sobrevivamos y no nos dejemos morir por el desánimo y el miedo.
¿Es el miedo otro factor que engaña a la mente para hacernos creer ver espíritus? Seguramente, ya que es el ingrediente secreto para que las atracciones, videojuegos y películas de terror funcionen. ¿Eso que se ha escuchado es un árbol? ¿Y si al doblar esquina me sale el monstruo? Esas mismas preguntas las he escuchado mientras investigamos. Tenemos más miedo por lo que pueda pasar, que por lo que pasa en realidad.
¿Qué pasa cuando el miedo se apodera de una persona, o del grupo entero? La histeria colectiva hace de las suyas. Eso no era una sombra, sino el espíritu de una niña correteando. ¿Alguien me ha tocado el hombro? ¿Eso que se escucha son pisadas? Creo que tras esa puerta nos encontraremos con el espíritu de una anciana que habita en esta casa.
Pero no solo son las sensaciones de miedo, fe, o supervivencia, las únicas que nos hacen creer ver cosas. La melancolía, o la añoranza, también ayudan a sentir cosas que no existen. Las pérdidas cercanas son un buen caldo de cultivo para imaginar que siguen con nosotros.
Es entrar en casa del abuelo y da la sensación de que aún está ahí; si es que huele a él. El otro día mientras dormía, creo que vino a despedirse y me besó en la mejilla. Creo que aún lo escucho caminar por el pasillo a ciertas horas. Y muchos más ejemplos de anhelo por aún tener a esa persona, o animal, a nuestro lado.
¿Y podría ser todo pura imaginación? Las leyendas urbanas tienen su utilidad a lo largo de la historia como cuentos para disuadir a las personas de ciertos sitios, a ciertas horas, para que no se descubriera el contrabando, o bien encuentros amorosos prohibidos. ¿Es todo una mentira?
Quitando la necesidad del ser humano de pensar que tendrá una muerte gloriosa y que significará algo para la humanidad, pensando que en el más allá será recompensado con banquetes, la paz, mujeres, o una posible reencarnación… Dejando a un lado el miedo a lo desconocido, la melancolía y otros sentimientos que nos sugestionan… La ciencia no ha demostrado nada, como tampoco lo ha negado. También existen pruebas psicofónicas, o visuales, muy interesantes… ¿Será?
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