La Costa de la Luz esconde rincones maravillosos donde poder desconectar en plena naturaleza. Por esa razón, es habitual ver las playas de la provincia de Cádiz repletas de personas a las que no les importa desplazarse kilómetros y kilómetros para pegarse un chapuzón en el mar.
Cuando llega el verano, la presencia de bañistas se multiplica, sin embargo, hay lugares en los que se puede disfrutar sin que miles de turistas invadan la arena. La soledad es difícil, pero no habrá una masificación agobiante en los casi cuatro kilómetros de Cortadura, en Cádiz.
Bolonia o El Palmar suelen ser las opciones por las que se decantan los visitantes. Por eso, esta playa de arena dorada estará más despejada para poder veranear tranquilamente.
Este rincón gaditano frecuentado por muchos habitantes de la Tacita de Plata todo el año, acoge deportes náuticos durante todo el año. Allí se encuentra la escuela municipal de surf y es habitual ver a surfistas con sus tablas a la caza de olas.
Es la única playa virgen del término municipal y presenta dunas que están protegidas. De hecho hay carteles en los que se pide a las personas que no las pisen.
Como curiosidad, este lugar se encuentra junto a las murallas de La Cortadura, que, entre los siglos XVII y XIX, defendió a Cádiz. En sus entrañas guarda un gran patrimonio histórico. El Fuerte de la Cortadura, que sirvió como fortificación para la defensa durante la Guerra de la Independencia, y el ventorrillo El Chato, que es un restaurante instalado en una antigua casa de postas del siglo XVIII.
En 1812, durante el asedio a la ciudad, este inmueble albergó una batería de cañones.
Darse un baño o tomar el sol en un lugar histórico sin bullicio es lo que ofrece este enclave que, además, cuenta con distinciones como la Bandera Azul de los Mares Limpios de Europa.